Justicia, evolución y teoría de juegos (II): Halcones y palomas.

Hace muchos años que empecé a escuchar la expresión “halcones y palomas” y solía venir referida al carácter agresivo o pacífico de determinados miembros del gobierno de los Estados Unidos en los años de la Guerra Fría. Así, durante la guerra de Vietnam, los medios de comunicación solían calificar de “halcón” a personas como el Secretario de Defensa de los Estados Unidos Robert McNamara, partidario de redoblar los esfuerzos bélicos, o llamaban “paloma”, entre otros, al presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado, el senador J. William Fulbright, partidarios más bien de una estrategia de pacificación.

“Halcón” o “paloma” pasaron desde entonces a señalar las dos estrategias extremas posibles frente a un conflicto. La estrategia de agresión o la de pacificación.

Los hombres, enfrentados a un conflicto, pueden adoptar multitud de estrategias, algunas verdaderamente sofisticadas, pero dicho de modo simple, en los extremos del abanico de estrategias posibles siempre encontraremos una estrategia “halcón” y una estrategia “paloma”. ¿Cual de ambas es la más favorable tanto para el individuo como para el grupo? Continuar leyendo «Justicia, evolución y teoría de juegos (II): Halcones y palomas.»

Justicia, evolución y teoría de juegos (I): El dilema del prisionero.

Hará unos dos meses manifesté en otro post de éste blog que veía más vinculados los principios de justicia a la teoría de juegos y a la evolución que a fantasmales instancias sobrenaturales o principios eternos. Como algún compañero jurista me ha hecho notar que afirmar cosas tan graves sin aportar el más mínimo razonamiento puede parecer una frivolidad, es por lo que creo que ha llegado ya el momento de dedicar una serie de post a justificar tal afirmación.

Para que lo que voy a exponer (que la justicia es un producto de la evolución y la teoría de juegos) sea comprendido, es preciso antes, siquiera sea de forma somera, exponer qué son la teoría de la evolución y la teoría de juegos. No lo haré respecto de la teoría de la evolución pues, aunque sea superficialmente, es de sobra conocida. Sí lo haré respecto de la teoría de juegos ya que, en conversaciones con otros juristas, he detectado que es para ellos una absoluta desconocida. A explicar de forma somera qué es la teoría de juegos y un ejemplo clásico de la misma, va destinado éste post. Continuar leyendo «Justicia, evolución y teoría de juegos (I): El dilema del prisionero.»

Derecho y tecnologías de la información

La percepción que suele tenerse del derecho no suele ir asociada a avances tecnológicos o informáticos. El derecho y las profesiones jurídicas parecen haberse esforzado más bien en asociarse a una parafernalia de togas, a un lenguaje deliberadamente arcaizante, a cláusulas ininteligibles, a máximas en latín etc. Desde Roma hasta nuestros días los juristas se han asociado más bien a un ambiente sacral que tecnológico y, sin embargo, creo no equivocarme si digo que las revoluciones tecnológicas -y en particular las revoluciones tecnológicas que afectan a la información- han sido para el derecho importantísimos agentes de cambio.

Si miramos al pasado podemos reflexionar, por ejemplo, Continuar leyendo «Derecho y tecnologías de la información»

¿A quién pertenece la escultura: al escultor o al dueño del mármol?

Esta es la primera pregunta que hube de responder cuando inicié mis estudios de derecho; fue la primera pregunta de mi primer examen de derecho romano y debe de ser por eso que no la he olvidado casi treinta años después.

La verdad es que la pregunta admitía -y admite- respuestas diferentes, pero, como intuí que mi profesor quería saber si entendíamos lo que era la «especificación», yo respondí sin dudar que la escultura era propiedad del escultor en virtud de la mencionada «especificación». Continuar leyendo «¿A quién pertenece la escultura: al escultor o al dueño del mármol?»

¿Vale una imagen más que mil palabras?

Recuerdo que, de niño, era casi un tópico a principio de curso el que algún compañero de clase examinase los libros recién comprados y se quejase de las pocas ilustraciones que tenían. Un libro era «difícil» de estudiar si tenía pocas ilustraciones y las lecciones eran «cortas» si incluían varias imágenes que hiciesen que la cantidad de texto de la lección disminuyera. El debate sobre si una imagen «valía más que mil palabras» estaba inmediatamente servido.

Los matemáticos, en cambio, son gente seria y suelen buscar respuestas rigurosas incluso a preguntas tan, aparentemente, irresolubles. En 1948 Claude Shannon escribió un artículo titulado «A Mathematical Theory of Communication» que, en cierto modo, habría dejado sin sentido muchas de nuestras discusiones infantiles sobre el «valor» de imágenes y palabras.

El artículo de Shannon fue la piedra inaugural de lo que ahora se llama Teoría de la Información, la cual es una rama de la teoría matemática de la probabilidad y la estadística que estudia la información y, por supuesto, la cuantificación de la misma. Gracias a Claude Shannon podemos hoy 🙂 resolver con facilidad la cuestión de cuanta información hay contenida en una imagen o en mil palabras.

Para poder responder a esa pregunta es preciso, en primer lugar, definir una medida de la información. Démosla pues:

Sea E un suceso que puede presentarse con una probabilidad P(E). Cuando E tiene lugar decimos que hemos recibido

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unidades de información.

El nombre de la unidad de medida dependerá de la base del logaritmo, si el logaritmo está en base «e» la unidad de medida se llamará «nat» pero, si está en base dos, entonces estaremos ante nuestro muy conocido amigo el «bit». Así pues, el bit no es unidad de peso ni de capacidad ni de longitud: el bit es una unidad de medida de la información y aprovechándonos de él podemos resolver la cuestión planteada: ¿Qué contiene más información una imagen o mil palabras?.

Consideremos que la imagen a que hacemos referencia es una imagen de televisión en blanco y negro; la misma puede considerarse formada por una estructura de puntos negros, blancos y grises dispuestos en 500 filas y 600 columnas aproximadamente. Si cada uno de esos 300.000 puntos puede adoptar diez tonalidades de gris, el número de posibles imágenes distintas alcanza a 10 elevado a 300.000. Si todas son igualmente probables la cantidad de información contenida en una imagen es, más o menos, 10 elevado a 6 bits.

Veamos ahora cuanta información se contiene en 1000 palabras. Si el hablante tiene un vocabulario de 10.000 palabras (es una suposición) y ha elegido entre ellas 1000 completamente al azar la cantidad de información contenida en ellas es igual a 1,3 por 10 elevado a cuatro bits. Así pues una imagen de televisión en blanco y negro como la expuesta equivale a unas 100 palabras.

El tamaño de los ficheros informáticos ha dejado sin sentido el debate infantil. Solo con mirar el tamaño en bites, kilobites o gigabites de de los ficheros informáticos, ya sean de texto o de video o de cualquier otra cosa, podemos expresar con toda exactitud la cantidad de información contenida en ellos :-). Por eso personas como Martin Varsavsky pueden reflexionar sobre la «ineficiencia» del texto escrito a la hora de transmitir información ya que nos cuesta unas treinta horas leer un libro de pocos megas de información mientras que en hora y media hemos podido ver una película de más de un Giga.

En realidad, me dirían mis compañeros de clase infantil, esa teoría no resuelve la cuestión pues nosotros hablábamos del «valor», no de la «cantidad» de la información… y es verdad, pero esa es otra historia y otro post.