Dicen que Napoleón tenía una sensibilidad especial para comprender la sustancia de que estaban hechos sus hombres.
A ellos los llamó grognards (gruñones).
Un grognard era un soldado, pero no un soldado cualquiera: Tenía que haber pasado más de diez años a su lado. En cierto sentido no eran soldados ejemplares y él lo sabía: Cuando habían de marchar se quejaban, cuando iban a por el rancho murmuraban, cuando les pagaban la soldada volvían a gruñir; pero Napoleón sabía que, llegado el momento, ellos darían la vida por un trozo de tela teñida de colores. Con ellos se paseó por Europa de Campoformio al Beresina, desde Egipto hasta Moscú…
Hoy estamos aquí para colocarles una insignia de plata. Llevan con nosotros 25 años y les conocéis a todos.
Una advertencia para los nuevos y los que acaban de jurar: No les creais cuando habléis con ellos. Si les preguntáis por cómo va la Administración de Justicia dirán que mal. Si les habláis acerca de una próxima reforma que puede mejorarla os dirán que será aún peor. Dirán que no saben por qué son abogados. Jurarán que no volverán a llevar un pleito si antes no se les paga una sustanciosa provisión de fondos. Pero, llegado el caso y en defensa de la posición jurídica del más abyecto criminal, sacarán la Olivetti «año nueve», la atacarán con folios, papel carbón, azufre y salitre, y marcharán de derrota en derrota por todas las instancias hasta tomar Estrasburgo si es preciso. Y luego no justificarán el turno de oficio.
Hay mucha gloria en ellos.
Por eso hoy el Colegio de Abogados de Cartagena llama a filas de su particular legión de honor a la leva de 1985. Señor Secretario, vaya llamando al estrado a los convocados por el orden fijado y sin que ello indique preeminancia alguna.
Muy interesante su texto sobre los «grognard». Atte.