Recuerdo que de pequeño cayó en mis manos un librito de bolsillo que se llamaba «vocabulario del caló de los maleantes», una especie de diccionario de bolsillo que formaba parte del equipo reglamentario de los guardias civiles en aquellos primeros años sesenta. Leí el librito siendo niño con verdadero interés, buscando, sobre todo, aquellas palabras que yo usaba con normalidad creyendo entonces que eran castellano ordinario pero que, según el librito, formaban parte en realidad de aquel «vocabulario del caló de los maleantes».
Mi afición por aquella jerga, mezcla de auténtico caló y de germanía, se mantuvo con los años y, ya siendo abogado, siempre me ha regocijado ver a algún calé responder en caló las preguntas de algún barander (juez), sobre todo cuando yo oficio de brequensor del estardó (defensor del detenido). En este sentido he tenido la suerte de presenciar algunas escenas delirantes consecuencia del desconocimiento de los jueces de instrucción de las más mínimas nociones de este «vocabulario» que los viejos guardias civiles conocían tan bien o mejor que algunos de aquellos gitanos a los que hacían la vida imposible.
Así, recuerdo todavía a aquella jueza de instrucción que, al decirle el detenido que «no había dado ninguna sirla», dictó a la funcionaria que el declarante no había dado ninguna «chirla» para preguntar acto seguido que qué tenían que ver las almejas en el robo. O la estupefacción que le produjo a otra, tras preguntar al acusado si en el momento del robo portaba una navaja, oirle responder que no, que él nunca iba «empalmado».
Lo verdaderamente increíble es que el caló es un idioma con trazabilidad pues, originaria como es la etnia gitana del noroeste de la India, es perfectamente posible seguir el rastro etimológico de las andanzas de esta raza desde allí hasta España. Pondré unos ejemplos ilustrativos de la semejanza del caló con el persa y el sánscrito tomados del blog de mi admirado joludi que me descubrió esta conexión.
En romaní, el uno es “jek”, mientras que en persa es “ek”. El dos es “dui” en romaní, y en persa “du”. El cuatro es “shtar” en romaní y en sánscrito es “tschatvar”. El cinco gitano sería “pansch”, mientras que en persa es “pansch” y en sánscrito “pantscha”. El siete es “hefta” en romaní, y en persa es “heft”. El diez, en fin, es “dosch” en romaní, “dascha” en sánscrito. Naturalmente, las similitudes no se limitan a los numerales. En caló llaman “gachó” a un hombre en general (más bien payo), mientras que en sánscrito, la palabra para hombre es “gadjo”. Un gitano se refiere a una anciana con el vocablo “puri”, mientras que en sánscrito sería “purana”. A sí mismo se ve como “kaló” moreno, que es lo mismo que kalo, negro en sánscrito. A los señoritos payos les llamará “aray” que es palabra relacionada con “ario”, noble en sánscrito… Para trabajar dirá “currar”, que viene del sánscrito “krnoti”, hacer, fabricar. Para referirse a sí mismo dirá “el menda”, que es exactamente el pronombre personal de primera persona sánscrito, en dativo (“menda”=”para mí”, “a mí”). Si tiene miedo, dirá que tiene “canguelo” que es palabra relacionada con la idea de olor, por razones obvias, y cuyo origen es “gandhi”, el oloroso, el perfumado, en sánscrito. Si tiene frío dirá “isia”, que no es muy distinto del “isa” que se usaría en sánscrito para referirse a la idea de refresco o escalofrío. Si quiere calentarse irá a buscar “kas”, leña, la misma leña que es “kastha” en sánscrito. Si quiere hacer un llamamiento o invitación a sus parientes, hará un akaripen, que es vocablo relacionado con el sustantivo sánscrito akarana, convocatoria.Si come un racimo de uvas, se referirá a ellas como “drakias”,lo que casi coincide con el término sánscrito “draksa”, Y si decide levantar el campamento lo hará marchándose por el ”dron”, el camino, idéntico al sánscrito “dron” (y al griego dromos, obviamente).
Me apena que cada vez sean menos los gitanos que conocen y utilizan palabras en romaní. Los gitanos ahora chanelan (entienden) poco el calé y lo chamuyan (hablan) menos aún. En cierto modo es verdad que aquellos viejos gitanos hablaban lenguas clásicas y los guardias civiles de entonces, «que sabían latín», acabaron teniendo que estudiar sánscrito para entenderles.
Probablemente es esta una visión dulce de una época amarga, probablemente aquellos gitanos y aquellos guardias civiles no eran de mejor pasta que los de ahora, no puedo negarlo, probablemente lo que ocurre es que estoy cumpliendo años.
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