El movimiento #15M ha revitalizado el debate sobre la democracia que tenemos y el sistema político económico que, en general, padecemos o disfrutamos. Desde las posiciones de los críticos al sistema se reclama reflexión, concienciación: pensar en suma. No es por ello extraño que uno de los iconos del movimiento, el escritor, humanista y economista José Luís Sampedro, afirme que, en general, “no estamos educados para pensar” y solicite de los ciudadanos una mayor dosis de pensamiento crítico, más racionalidad, en suma.
La posición de este economista concuerda perfectamente con la postura tradicional de sus colegas economistas a la hora de construir sus modelos: mayoritariamente y desde hace muchos años estos han optado por el criterio de la llamada “elección racional” presuponiendo que es así como se comportan lo seres humanos racionales; sin embargo, no está nada claro que el ser humano aplique esa supuesta estrategia de “elección racional” porque, simplemente, no puede emplearía.
Este criterio de la elección racional es un puro espejismo. Aunque las personas tratan de comportarse racionalmente en general, cuando están inmersas en sistemas complejos, habitualmente carecen de la información y los conocimientos precisos para tomar una decisión acertada. Ni que decir tiene que, cuando la información que se suministra a los indivíduos está manipulada o falsificada, entonces ningún esfuerzo de racionalidad conducirá a un resultado acertado.
En estos entornos complejos la gran cantidad de agentes intervinientes, la gran cantidad de información existente, la gran diversidad de estrategias actuantes, hacen absolutamente imposible formular un pronóstico exacto al respecto de casi nada. En estos entornos complejos los indivíduos no tienen capacidad para analizar la situación hasta sus últimas consecuencias y definir cual es la estrategia óptima; en ese tipo de situaciones los individuos adoptan, al principio, una estrategia más o menos razonable y luego la van modificando en función de los éxitos o fracasos que esta estrategia les va deparando y es así como funciona la vida.
De hecho, la naturaleza, se enfrenta a este tipo de entornos complejos desde que el primer ser vivo apareció sobre la faz de la tierra. Frente a la elección racional (imposible por otro lado para un ser unicelular) la naturaleza suele emplear como medio de actuación una suerte de mecanismo adaptativo que ha demostrado ser bastante eficaz a la hora de resolver estas situaciones complejas. Este mecanismo adaptativo se despliega en forma de procesos que pueden ir desde la adaptación a nivel individual (aprendizaje) hasta la adaptación a nivel de especie a través de los mecanismos evolutivos típicos ligados a la supervivencia y la reproducción. Los efectos de estos procesos son muy difíciles de predecir cuando interactúan muchos agentes con estrategias diferentes y con resultados no lineales, como es el caso, pero, en general sus resultados, si no son los perfectos, se aproximan en gran medida a los óptimos.
Los procesos de adaptación y la evolución biológica presentan paralelismos notables y no puede ser de otra manera pues la leyes de Darwin son aplicables allá donde haya replicación, herencia y mutación; y eso no sólo ocurre en el campo de los seres vivos sino también en el conjunto de los memes, conjunto del que las estrategias son un subconjunto.
Estos mecanismos que han permitido a la biología ofrecer magníficos resultados adaptativos, han sido también empleados en el campo de la inteligencia artificial; a la técnica utilizada se la ha denominado “algoritmo genético” (Holland 1975). Este “algoritmo genético” es hoy utilizado intensivamente en teoría de juegos y en computación y se ha revelado como una herramienta excelente a la hora de determinar estrategias efectivas en entornos complejos. (Axelrod, “The complexión of cooperation”, Princeton 1997).
La explicación del funcionamiento de éste algoritmo genético escapa de los límites de este post, pero, permítanme señalar que, en medio de todo el ruido informativo y desinformativo existente, donde conviven informaciones veraces con otras “informaciones” que son simplemente pura propaganda y falsedad, las posibilidades reales de tomar “decisiones racionales” en sentido estricto son simplemente nulas para la práctica totalidad de la población. Tendremos pues que aplicar el algoritmo genético, no nos queda otra.