No hay en una nación mayor riqueza que la de las personas que la integran; este capital humano es el mayor activo de que disponen los países para salir adelante y, a menudo, es el último activo que queda cuando todos los demás han sido agotados o dilapidados.
Este capital humano -primer y último recurso de los estados- es tanto más valioso cuanto mejor preparado está y es por eso que las naciones, en su inmensa mayoría, tratan de establecer programas que permitan acceder a todos sus ciudadanos a la educación.
No necesito ponderar los inmensos beneficios que se derivan de que los ciudadanos dispongan de elevados niveles de educación pues, si se reflexiona bien, es la educación la fuente de todas las demás riquezas y recursos materiales y morales; y es por eso que la educación se configura como un derecho por las Naciones Unidas en el Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales. La gratuidad de la educación es, como consecuencia natural de lo anterior, una derecho y una meta que los estados deben aspirar a lo lograr y así lo declara el artículo 13 del Pacto Internacional citado:
La «enseñanza primaria debe ser obligatoria y accesible a todos gratuitamente»;
La «enseñanza secundaria, en sus diferentes formas, incluso la enseñanza secundaria técnica y profesional, debe ser generalizada y hacerse accesible a todos, por cuantos medios sean apropiados, y en particular por la implantación progresiva de la enseñanza gratuita»;
la «enseñanza superior debe hacerse igualmente accesible a todos, sobre la base de la capacidad de cada uno, por cuantos medios sean apropiados, y en particular por la implantación progresiva de la enseñanza gratuita»
Y si esto es así, como lo es, el derecho a la educación gratuita ¿no debería implicar el acceso gratuito a los materiales de estudio?.
Los poderes públicos pagan con dinero de todos el trabajo de profesores, catedráticos e investigadores y, si ese trabajo se paga con dinero de todos ¿no debería también pertenecernos a todos el fruto del trabajo así pagado?
No tiene sentido que los libros de texto, por ejemplo, no sean accesibles gratuitamente para el conjunto de la población. Impedir ese derecho de acceso gratuito en defensa de intereses particulares es una de las decisiones más torpes y equivocadas que pueden adoptarse. Y una de las más inmorales también.
Hoy he tenido conocimiento de que en California se ha aprobado una ley para que las universidades públicas usen libros de texto con licencia Creative Commons Estas cosas son las que me devuelven la fe en el género humano.
En España los libros de texto son la fuente de ingresos de las editoriales. Los niños son los últimos compradores de libros. Por eso, en la prensa que también pertenece a estas editoriales la compra de los libros se defiende con sofismos muy feos diciendo por ejemplo que así los niños aprenden a apreciar que la cultura es riqueza.
Soy de Suiza, me cuesta escribir en español. Nunca tuve que comprar libros. Pertenecían al colegio, pero tenía que tratarlos con cuidado, porque el mismo libro se utilizaba año tras año.
Exactamente el mismo sistema tenemos en Bélgica…en cada libro venia una ficha pegada dentro donde tenias que identificarte. Si tenias herman@s mayores no era raro de verlo apuntados en esta misma ficha. Por cierto en Bélgica las editoriales funcionan bien y no necesitan de ese recurso para mantenerse.
Postscript
De todos modos, a ver si confundes «creative commons» con «dominio público!
Una noticia que he conocido hoy y que me parece interesante para compartir y difundir:
– http://barrapunto.com/articles/12/11/08/1024236.shtml
Saludos!
Recuerdo de niño, con nueve años, en la escuela de mi bella Palmira, a treinta `minutos de Cali, la primera vez que visite ese recinto desconocido «la biblioteca» , ubicada en el parque lineal,dirigida y fundada por una gran poetisa Mariela del Nilo.La la consulta era conocer quienes eran los pioneros de la aviación, los hermanos Wrigth. Desde ese momento experimente mi inclinación por la lectura. Mi paso al bachillerato estuvo rodeado de muchas dificultades económicas para acceder a los textos obligatorios y acudía a su consulta a mis compañeros de mejor condición, pero era feliz visitando la biblioteca del Colegio de Cardenas, majestuosa e imponente con sus bonitos y ordenados estantes colmados de libros, pero que su mejor atractivo y estímulo era a ver a dos bellas y amables bibliotecarias, eso nos hacia visitarla todos los días. Creo que en los años posteriores de mi vida ellos forjo lo que he sido , lo que soy. A pesar de los grandes avances en mi país en la gratuidad de la educación, falta trabajar mas en una política de Estado para asegurar que en nuestros sectores mas débiles y vulnerables accedan mas a la educación y que el valor de los libros sea mas accesibles porque siguen siendo demasiado caros y se necesitan para la lectura profunda, sin la cual es imposible una formación integral, que aleje a nuestros compatriotas de la intemperancia y violencia para resolver sus diferencias.