¡No me llames por teléfono!
Sé que sabes escribir, que dispones de SMS, de WhatsApp, de email… ¿Por qué no los usas? ¿Por qué me llamas?
No sabes qué estoy haciendo cuando llamas, no sabes si estoy hablando con otra persona, si estoy rellenando una botella de aceite con un embudo, si me estoy cepillando los dientes o si estoy enmedio de una revisión médica…
Tú, que me llamas, no soportarías que -enmedio de una conversación conmigo- alguien hiciese sonar un timbre y nos interrumpiera. Tú, que me llamas, considerarías un signo de mala educación que alguien se dirigiese a mí mientras hablo contigo, te interrumpiese, y se pusiese a hablar conmigo de sus problemas como si fuesen más importantes que los tuyos.
Cuando me llamas por teléfono asumes que no tengo nada más importante que hacer en el mundo que hablar contigo, que debo interrumpir todas mis actividades y atenderte y que, si no lo hago, tienes derecho a enfadarte. Porque te enfadas si no contesto, y me lo recuerdas en la primera ocasión que tienes de hablar conmigo y así me ratificas en la opinión de que o eres un ególatra maleducado o un analfabeto que no sabe escribir.
No me llames: esa es la regla. Escríbeme.
Porque si me escribes no tendré que tomar notas a mano de las insensateces que me cuentes, nunca olvidaré nada, podré consultarlo en el futuro y, sobre todo, no decidirás por mí en qué debo emplear mi tiempo y cuando.
Escribe maldito. Sé que sabes hacerlo, sé que puedes hacerlo.
¿Quien te ha dado derecho a pensar que eres la persona más importante de mi vida? No me llames salvo que tu vida peligre, escríbeme.
Espero que en no más de cinco años se dé tormento a quienes hagan llamadas de voz sin haber cruzado antes dos mensajes escritos y su conducta se recoja como falta en el código penal. Que las llamadas a las 23:00 o a las 7:30 estén penadas como delito y que sólo el estado de necesidad objetivo pueda librar de la cárcel al infractor.
Espero también que en no más de cinco años aparezca un teléfono que valga para hacer todo lo que ahora hace un teléfono menos llamadas de voz.
Así que ya lo sabéis: Escribid malditos.
Pues amigo, qué razón tienes.
A mi no solo puedes llamarme cuando quieras sino que puedes pegarme y decirme Marta jeje.
No puedo estar más de acuerdo. Hace muchos años la gente iba de visita a las casas sin previo aviso: se presentaban en casa de alguien y llamaban a la puerta. Desde que se inventó el teléfono, semejante intromisión pasó a considerarse de pésima educación, salvo en algunos pueblos pequeños. Ya no había motivo para no avisar, para no concertar la visita, para presentarse sin avisar. Ahora ya hemos dado un paso más y existe correo y mensajería instantanea que permite comunicarse sin interrumpir e incluso concertar una llamada telefónica cuando es estrictamente necesario, como se concierta un encuentro personal, acordándolo y sin invadir la vida de la otra persona.