El piloto automático

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Alguien preguntó a Draghi, el Presidente del Banco Central Europeo, al día siguiente de las últimas elecciones italianas, hace un año, si le preocupaba el resultado electoral. Su respuesta fue iluminadora:

“No hay razones para preocuparse de forma particular. Sea quien sea quien gobierne, en lo relativo a las grandes opciones existe un piloto automático que garantiza la ruta

Me gustaría saber desde cuando el gobierno democrático de los hombres está en manos de un piloto automático y, sobre todo, quién lo maneja.

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Justicia de chirigota

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Quizá ustedes no lo sepan pero la primera sede del Tribunal Supremo de España estuvo en Cádiz, justo en el edificio que se ve a mi espalda en la fotografía de arriba.

Siempre que vengo por esta ciudad (y ocurre a menudo) me gusta pasar por esta sede del Tribunal Supremo y por el Oratorio de San Felipe Neri a festejar la libertad, la justicia y la madre que las parió: Cádiz.

Ahora el Tribunal Supremo ya no está aquí, obviamente, y sus escaleras en Carnaval se convierten en el escenario ideal para que el pueblo deje oír su palabra sabia y dicte sentencia sobre los asuntos de España: Un Tribunal de Chirigotas.

Y al paso que vamos quizá convenga devolver la sede del Tribunal Supremo a Cádiz porque, reforma tras reforma, nuestro ministerio está haciendo de nuestros tribunales un lugar donde la justicia en breve será poco más que un trampantojo judicial: menos independiente y con mucha menos gracia que este que ven. Créanme.

Cosas de Cádiz

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Cadiz nunca defrauda, créanme. El arte o la sorpresa aguardan en los lugares más inesperados a quienes saben mirar, oír o sentir. Como suena.

Hoy, como todos los años por carnaval, andaba yo por La Viña escuchando chirigotas ilegales y disfrutando de la creatividad inagotable de esta tierra; pero, ya sea porque me hago mayor o ya sea porque soplaba un levante más que frescachón que hacía desapacible la noche, he decidido volver a casa temprano: A eso de las 3:30 am.

No es fácil encontrar en Cádiz taxis en carnaval, pero he tenido suerte y he visto uno detenido rindiendo servicio en el Campo del Sur a la altura de Sagasta, así que me he apresurado a cogerlo.

Después de casi cinco horas escuchando chirigotas me ha llamado la atención que el taxista llevase puesta muy bajita en el coche música flamenca, le he pedido que subiese el volumen y el hombre (un joven con gorra de lana al estilo rastafari) lo ha hecho inmediatamente y con gusto.

-¿Soleá de Alcalá? (Le he preguntado)
-Sí (ha respondido él) e inmediatamente ha comenzado a «hacer compás» con notable virtuosismo sobre el volante.

-¿Le gusta a usted el carnaval? Me ha preguntado al cabo de un ratito
-Mucho (le he contestado) llevo 23 años viniendo a oír cantar a las ilegales por la calle.
-Pues mire, a mí nunca me ha apasionado, será que de tanto escuchar…
-Ya… (le he dicho) a usted le gustan otras cosas por lo que oigo, pero muchos flamencos disfrutan y cantan carnaval, recuerde a Chano Lobato o a Rancapino…
-Los flamencos de aquí, todos, (me ha dicho) han cantado carnaval… hasta el mismo Camarón.
-¿Hasta Camarón? (le he preguntado incrédulo) ¿De verdad?
-Hasta Camarón, se lo juro, puede usted preguntar. Pero yo soy de Jerez y me gustan más otras cosas… El Torta, El Capullo… ¿Sabe usted que yo he sido palmero de El Torta y de muchos otros cantaores?

Y ahí ha comenzado una larga conversación a taxi parado porque mi taxista, Manuel Vinaza, artista flamenco en su vida real, ha comenzado a enseñarme fotos de actuaciones suyas con los mejores artistas flamencos… Palmeando, dando «la pataita» por bulerías, en La Unión, en Dubai, en decenas de lugares y con decenas de buenos cantaores…

Me ha hablado de flamenco, de lo que le gusta y de lo que no («Cuando ha reconocido la Soleá de Alcalá he pensado que con usted se podía hablar»), de lo que ha hecho y de lo que iba a hacer, me ha dejado sus señas, nos hemos tomado una foto en el taxi y nos hemos despedido con la promesa de que iré a verle en cuanto actúe cerca de Cartagena.

Y ahora, antes de dormir escribo esto, para que no se me olviden los detalles de este encuentro en Cádiz, un lugar donde puedes encontrar arte y artistas en los lugares más insospechados. Porque Cádiz nunca defrauda y siempre te regala algo, aunque sea un ratito de charla con un artista.

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Déficit de vergüenza

Suelo decir a menudo que la crisis que nos aflige no se debe a un déficit financiero sino a un déficit de decencia. Nunca nadie me ha pedido que me explique -lo que me lleva a suponer que todos entienden lo que quiero decir- pero quizá no venga mal ampliar el concepto.

Ningún derecho ni ley sirve de nada si no existe un sistema judicial que permita defenderlo, por eso, antes que ninguna otra cosa, nuestra Constitución comienza diciendo aquello de

La Nación española, deseando establecer la justicia…

y coloca la Justicia en primer lugar porque, sin ella, proclamar derechos y libertades no sirve de nada.

Y sin embargo la clave esencial de la convivencia, la Justicia, agoniza en nuestro país víctima de todo tipo de estocadas y bajonazos y ya solo espera que alguien la apuntille para acabar definitivamente la farsa que estamos viviendo.

¿Alguien duda de que la crisis financiera se habría evitado si hubiésemos dispuesto de una justicia que hubiese controlado los desmanes de las entidades financieras?

¿Alguien duda de que la burbuja inmobiliaria y el caos urbanístico con la corrupción a él asociado se hubiesen impedido si hubiésemos dispuesto de una Justicia digna de ese nombre?

¿Alguien acaso duda de que toda la corrupción política no existiría si hubiésemos contado con una justicia independiente y eficaz?

No, creo que nadie lo duda, ni siquiera lo duda la mismísima Unión Europea que mira a nuestro estado con seria preocupación.

No es que tengamos una crisis financiera, inmobiliaria o política; lo que no tenemos es Justicia y, donde no hay justicia, la desvergüenza, la indecencia y la corrupción campan a sus anchas.

Sólo tenemos un trampantojo judicial que persigue ciudadanos individuales que cometen pequeños delitos pero que es absolutamente inútil para oponerse al crimen institucional organizado. Este crimen, el que destruye empleo, vidas e ilusiones de todos, no tiene más enemigo que la justicia y hoy por hoy esta última parece estar a punto de exhalar su último aliento.

No, la crisis no es financiera, el déficit no es de dinero, nuestro principal déficit es de vergüenza, decencia y Justicia y -si queremos sobrevivir como estado en el futuro- no nos quedará más remedio que darnos cuenta de esto y actuar en consecuencia, no con lamentos y protestas, sino con acciones concretas.

#Vamos Mueve #T