Esta fotografía estuvo colgada en mi habitación desde poco después de la llegada del hombre a la luna (por favor no me venga con teorías de conspiración) hasta casi que acabé mis estudios universitarios en que fue dada de baja de entre mis pósteres debido a su extremo grado de deterioro.
En aquellos años yo seguía con extremado interés la carrera espacial y soñaba -como todos mis compañeros de clase- que pronto el hombre alcanzaría los más remotos confines del universo. Y no éramos sólo los niños quienes imaginábamos este futuro, cineastas como Stanley Kubrick imaginaban que para el año 2001 los hombres ya habríamos establecido colonias en otros planetas y estaríamos viajando hasta remotas galaxias. Se equivocaron.
El futuro ha sido muy diferente de lo que soñábamos a finales de los sesenta, nadie soñaba con internet, nadie soñaba con un mundo donde los «intercomunicadores» fuesen teléfonos que incorporaban las funciones que por entonces ni se imaginaban en los no imaginados ordenadores personales. Es verdad que el mundo actual (los dispositivos y redes del mundo actual) estaban siendo soñados ya en los 60 por una escogida colección de pensadores pero sus sueños no eran compartidos.
Por eso hoy no suelo fiarme de los mundos soñados de políticos, cineastas y público en general; el mundo futuro lo están soñando científicos e ingenieros.