Nuestra confianza en la tecnología es desmedida. Ponemos en manos de ella incluso la seguridad de nuestra vidas. ¿Se ha preguntado alguien qué pasaría si de pronto todos nuestros ordenadores, redes de telecomunicaciones e incluso la energía eléctrica dejasen de funcionar? No estoy seguro de si estamos preparados para eso.
El 1 de septiembre se conmemorará el 157 aniversario de lo que se conoce como el «Evento Carrington» (The Carrington Event); una fortísima tormenta solar que afectó a la tierra de formas sorprendentes. Para que se hagan una idea les diré que se vieron intensas auroras boreales en todo el planeta y que, como consecuencia de la llegada a la tierra de particulas de carga magnética muy intensa, el telégrafo dejó de funcionar, operarios del mismo fueron víctimas de los chispazos y se provocaron numerosos incendios en sus instalaciones.
Era 1859, es verdad, y por eso los efectos se manifestaron sobre los pocos artefactos eléctricos que había en la época, de forma que el fenómeno fue celebrado con cierta algazara pero sus consecuencias pasaron inadvertidas para la mayoría de los habitantes de la Tierra.
¿Alguien ha previsto las consecuencias de un evento similar en nuestros días? ¿Imaginan ustedes las consecuencias de que todos nuestros artefactos eléctricos, informáticos y cibernéticos dejasen de funcionar?
Estamos orgullosos de nuestra civilización y disfrutamos con injustificada soberbia de nuestros adelantos tecnológicos. Esperemos que un mal viento solar no nos saque de nuestro sueño.
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