Militantes de atrezzo

La fotografía que encabeza este post corresponde a la campaña electoral norteamericana pero podría corresponder, salvando las distancias, a uno de los muchos actos electorales llevados a cabo este año por cualquier partido político español, porque ninguno ha renunciado a utilizar la peculiar escenografía que se ve en esta foto.
El líder, siempre humano y carismático, es presentado frente a un cuidado escenario compuesto de militantes adictos a su causa. Estos suelen ser seleccionados dependiendo del mensaje que el líder quiera transmitir: personas maduras de bien llevados años si es que va a hablar de las pensiones; jóvenes domesticados y vestidos según las peculiares normas de estilo del partido si es que va a hablar de paro juvenil; honestos y limpios padres de familia de clase media si es que se va a denunciar la poca vergüenza y corrupción ajenas -la propia no existe ni de referencia- o guapas y saludables jóvenes si de hablar de los problemas de la mujer se trata.

Estos militantes que forman el escenario frente al cual se colocará el líder no han de hacer nada distinto de quienes se sientan en platea: al llamado de una inflexión vocal del líder aplaudirán con frenesí, sostendrán carteles con eslóganes cuidadosamente seleccionados mientras no aplauden y mantendrán un silencio y orden propios de alumnos de un colegio de los años 50 mientras el líder perora mecánicamente a la espera de la conexión con los informativos nacionales de TV, momento en el que lanzará su mensaje estrella con aparato y estrépito de líder carismático, cercano a la militancia y sostenido por el fervor popular.

Pantomima, comedia, teatro, hipocresía, postureo, farsa o mojiganga, llámenle como prefieran.

Esos militantes frente a los que se fotografía el amado líder han sido reducidos a la categoría de cosa, de trampantojo, de mero elemento escenográfico: son solamente un forillo teatral, una escenografía que se mueve pero cuya importancia real en el partido no pasa de la que tendría un cartel o un roll-up con un logotipo dibujado en él.

Lo que se ve en la escena nada tiene que ver con el funcionamiento del partido, las acciones relevantes ocurren fuera de ella, ob skena en un ejercicio de obscenidad política que, para mi sorpresa, resulta muy querido para muchas personas que se dicen honestas y que se sienten particularmente cómodas viviendo en tal obscenidad (lo he podido constatar de primera mano).

Lo llamamos democracia y muy probablemente no lo es; no creo que el nuestro sea ese sistema del que se dijo hace siglo y medio en Gettysburg que era el gobierno del pueblo por el pueblo.

Uno observa como los aparatos deciden por los militantes, las nomenklaturas por las corporaciones y los gobiernos por el pueblo, sin contar con él más que como hipócrita coartada de sus decisiones.

Fotos como la que muestra este post son la ilustración perfecta de lo que importan la militancia, la gente, el pueblo, a todos estos políticos obscenos; a saber: apenas algo más que una miserable nada, no mucho más que un barato elemento de atrezzo perfectamente prescindible; aunque luego sean esos ingénuos militantes cosificados quienes con sus votos, su entusiasmo y su dinero, elevan a estos sátrapas hasta el pesebre de lo público y pagan la cuenta de sus obscenas cenas en el Ritz. O donde sea.

Resultados de «El Juego de la Profecía»

O quizá debiéramos decir mejor del «John Maynard Keynes Beauty Contest» porque el juego de la profecía, en realidad, ha sido una recreación de una idea de este famoso economista.

En su famoso libro «Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero» (1936), John Maynard Keynes explica por qué el comportamiento de los inversores y especuladores es tan difícil de predecir. El motivo es que esa gente no solo se enfrenta a la tarea de escoger los proyectos o acciones más prometedores sino que su éxito depende de la cantidad de otras personas que pensarán que un proyecto concreto va a tener éxito. En realidad, si quieres ganar dinero comprando acciones, mejor que comprar acciones de la compañía que te parezca más atractiva lo que debes hacer es comprar las acciones de aquella compañía que te parezca que será la más atractiva para el resto de los inversores… No sé si ves por dónde van los tiros, pero creo que sí. Lo dicho para los inversores puede aplicarse a muchas otras acciones humanas y está en la base, por ejemplo, de la estrategia política del llamado «voto útil».

En 1993, la economista Rosemarie Nagel ideó una variante del juego que es la que, con algunas variaciones, hemos planteado en este «Juego de la Profecía». Tiene solución racional, aunque aún ofrece la opción de investigar niveles de pensamiento. Pongamos un ejemplo con nuestro propio juego.

Si todos los jugadores votasen sus números aleatoriamente y sin pensar en las reglas del juego lo más probable es que la media de los números elegidos fuese 50, si lo piensa un poquito verá que es así. Y es aquí donde comienza la exploración de los «niveles de pensamiento», porque para ganar usted ha de votar el número inmediatamente inferior a la media y aquí aparece el «primer nivel de pensamiento».

Muchos jugadores en nuestro juego han considerado que los demás jugadores votarían sin pensar o aleatoriamente y que, por tanto, la media sería 50 y por ello un nutrido grupo de jugadores ha seleccionado como número de su apuesta el 49…

Lo que ocurre es que muchos pensaron como ellos y llegaron al «segundo nivel de pensamiento» y decidieron que si el 49 era la solución a que llegaría la gente pensando «racionalmente» entonces el número ganador habría de ser el 48… y así se fueron sucediendo sucesivos niveles de pensamiento hasta llegar a quienes, con absoluta y total lógica, eligieron el 0 como número ganador.

Es verdad que el 0 es la apuesta lógica pero ello sería así si todos los demás participantes votasen con lógica absoluta y eso, en la realidad, no es así.

Mis felicidades pues a mis muchos lectores que votaron entre 0 y 10 pues no sólo operaron con absoluta lógica sino que además demostraron tener una altísimo grado de respeto por el resto de los participantes y una admirable dosis de humildad personal. Les quiero como amigos, son maravillosos y muy buenas personas, inteligentes, respetuosos y modestos, el tipo de gente que me gusta tener a mi lado pero… Pero la vida no es así, el mundo que les rodea no es tam bueno como creen.

A mis lectores que votaron entre 10 y 30 felicidades también, son ustedes como los anteriores (quizá un poco menos lógicos y modestos) pero mejor adaptados a la realidad. Yo pensaba que una apuesta entre 10 y 30 sería la ganadora pero… tampoco ha sido así.

A los que votaron entre 30 y 40 felicidades, entre ambas cifras se ha movido el campeón todo el torneo, finalmente debo decirles que la media de las votaciones ha arrojado 39 y que, por tanto, el ganador es el 38, un número que, sorprendentemente, sólo ha recibido un voto. En breve nos dirigiremos a quien ha remitido el correo votando 38 para pedirle permiso y revelar su identidad si él quiere.

Para quienes votaron entre 40 y 49 decirles que el intento fue bueno pero que la gente (o al menos mis lectores) piensan mucho más de lo que aparentan y que con unos pocos «niveles de pensamiento» no bastaba para ganar el juego.

Quienes votaron 50 o más supongo que no leyeron detenidamente las bases y votaron por afecto, por concursar simplemente o sin querer invertir más esfuerzo que el de votar. Especial referencia merecen algunos votos específicos: el 69 obtuvo muchos votos lo que quiere decir que hay quien juega juegos dentro de juegos, felicidades por vuestro sentido del humor y a quienes votasteis 100… ¿qué deciros? 100 es el único número que jamás podía ganar el concurso de forma que merece la pena considerar por qué alguien podría votar 100. Trate usted de sacar cocnlusiones pero observe que es sumamente interesante la aparición de estos «votos imposibles» pues hacen que el posible «algoritmo genético» posterior tenga muy difícil su trabajo. Los votantes del 100, de todas formas, no han alterado el resultado final y nuestro ganador con 38 lo habría sido 100 más, 100 menos.

Mi idea era repetir sucesivamente el concurso entre quienes habían participado de forma que, a la luz de estos resultados, decidiesen una nueva apuesta (¿aparecerían nuevos 100? ¿votarían al 37? ¿Se impondría por fin la lógica del 0? ¿O alguien se aprovecharía de esa lógica con tácticas concertadas?) y tratar de definir una especie de «algoritmo genético» que resolviese el problema.

Probaré a hacerlo, de todas formas hoy lo que toca comunicar es que la media fue 39, que el número ganador es el 38 y que estoy orgullosísimo y agradecidísimo de tener unos followers tan sumamente interesantes como ustedes.