Marmitako

En la casa de comidas donde habitualmente alivio mi hambre meridiana, hoy, me han puesto por delante este plato al que han publicitado en la pizarra con el exótico nombre de «marmitako».

No me parece mal; el euskera, además de ser idioma cristiano, es flexivo como antes lo fue el latín y aún antes y en mayor grado el indoeuropeo. El sufijo -ko nos indica que la palabra «marmita» está en caso genitivo, por lo que, gracias a este morfema gramatical, podemos traducir el nombre de nuestro plato como «de la marmita».

Que a un plato de bonito se le llame simplemente “de la marmita” es algo tan poco descriptivo como llamar a un arroz a base de pescado roqueo «caldero», pero que entronca perfectamente con la costumbre común en España de bautizar a los guisos con el nombre del receptáculo donde se preparan. Así son legión las “ollas” y “cazuelas” e incluso esta ibérica afición a la metonimia hace que, el plato totémico nacional por excelencia, la «paella», también reciba su nombre del contenedor donde se prepara.

Finalmente, si algún vasco riguroso opusiese o proclamase la superioridad del marmitako confeccionado en el Golfo de Vizcaya por estar hecho con auténtico «bonito del norte», tendré que responderle que, lo que ellos llaman «bonito del norte» («Thunnus alalunga»), vive también en el Mediterráneo donde se cría fresco y sabroso desde que mis antepasados bautizaron hace milenios a esta familia y orden de pescados como «Scombridos, scombriformes» y, si alguna duda alberga mi euskériko interlocutor, puede venir por aquí, que le llevaré a la bocana del puerto de Cartagena y desde allí le mostraré la milenaria silueta de la antigua «Isla Scombraria» (Escombreras) capital y origen de cuantos peces sabrosos en el mundo hay.

Bueno, hoy también venía quemando el guiso, pero vamos a meterle mano ya al «marmitako» o les acabaré recitando hasta el «Gernikako arbola».

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