«Jamás pedí a nadie que haga, lo que yo me puedo hacer.» (Pedro Crespo. “El Alcalde de Zalamea”. Pedro Calderón de la Barca)
A la profesión de abogado le corresponde el deber de representar a todos aquellos que están infrarrepresentados en la sociedad. Es trabajo de los abogados comparecer en representación de sus clientes y tratar en su nombre negocios, relaciones (incluso familiares), procedimientos administrativos y, por supuesto, procesos judiciales.
Corresponde a la abogacía convertir en real el artículo 14 de la Constitución y permitir que, ante una corporación, la administración o un tribunal de justicia, el más humilde de los ciudadanos pueda enfrentarse en pie de igualdad contra la mayor de las corporaciones; corresponde también a la profesión de abogado el seguir representando a cualquier persona, por humilde que esta sea, ante cualquier clase de tribunal, incluidos los más altos tribunales nacionales e internacionales.
Comprenderán que en esto de representar intereses ajenos los abogados y abogadas son auténticos especialistas, de forma que uno no entiende muy bien por qué hay quien se empeña en que ellos no se expresen por sí mismos sino a través de una oscura “cadena de mando” que no puedo evitar que me recuerde a los tiempos del servicios militar y al régimen disciplinario del ejército.
Miren, lo voy a decir con toda la claridad de que soy capaz: cuando yo puedo estar presente no necesito que nadie me represente. Cuando yo puedo hablar en mi nombre no necesito que nadie venga a hacerlo por mí; no, no necesito que nadie diga por mí lo que yo sé decir por mí mismo. Dejen de darme la lata con que me representan conforme a no sé qué decreto, costumbre o tradición alcanforada. A mí me represento yo mismo y para hablar de mí, de mi profesión y de los problemas que en ella percibo, no necesito que nadie venga a ofrecerme sus servicios ni su voz vicaria.
Yo, como Pedro Crespo, no quiero que nadie haga por mí lo que yo mismo me sé hacer, así que dejen de darme y de darnos la tabarra con representaciones o cadenas de mando. Dejen que la gente hable y, si algunos abogados o abogadas deciden tomar en sus manos su futuro y no dejar que otros se lo administren, respeten su decisión, porque son abogados y, en esta profesión, nadie es mejor que nadie ni está en condiciones de dar lecciones y mucho menos imponer tutelas.
Así pues, déjenlo ya, son abogados y abogadas, son profesionales y saben muy bien lo que hacen; dejen de decirles cómo y de qué manera han de llevar a delante el trabajo de representarse a sí mismos. Son expertos en eso.
Excelente como siempre. Un lujo de análisis. Un abrazo. Eduardo
¡Gracias!
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