Hoy que la ministra Delgado se halla en trance de dimitir me acuerdo no sólo de ella sino también de sus predecesores.
A Gallardón, a Catalá y a Delgado no les ha importado lo más mínimo la independencia judicial ni que el Consejo General del Poder Judicial responda a las exigencias del Consejo de Europa o de nuestra Constitución.
A Gallardón, a Catalá y a Delgado les ha traído al pairo la informatización y modernización de los juzgados españoles y mantienen y apoyan una infraestructura sedicentemente tecnológica.
A Gallardón, a Catalá y a Delgado les ha resbalado que la ciudadanía vea dificultado su acceso a la justicia y así, mientras el uno ponía tasas, los otros creaban y mantenían los infames juzgados hipotecarios.
A Gallardón, a Catalá y a Delgado se les ha dado siempre un higo la justicia gratuita, la retribución de los abogados de oficio, la conciliación familiar y profesional de abogados y abogadas…
Todo esto, las cosas que importan, les han importado un bledo a Gallardón, a Catalá o a Delgado.
De lo que no se ha privado ninguno de estos ministros es de entrometerse en los nombramientos de magistrados del Supremo, o de su Presidente, o de colocar a sus afines en las más altas magistraturas del estado. Esto sí les importa, en esto sí se arremangan y se ensucian las manos y, si ustedes hacen memoria, verán como lo más nutrido de la información de tribunales tiene que ver con a quién colocarán estos o los otros en tal cargo, con presiones a fiscales para que hagan esto o lo otro, con las aspiraciones políticas de unos y los problemas judiciales de los otros.
Hoy la ministra de justicia, apenas 100 días después de ocupar el cargo, se está viendo en trance de dimitir; pero no porque la independencia judicial la traiga al fresco, no porque la falta de medios en la justicia no le preocupe, no porque su olvido de los problemas de abogados y procuradores raye en lo ofensivo, sino por lo de siempre, por lo único que parece que importa en la justicia.
Ha mentido y quizá se vea obligada a irse, pero eso no cambiará la suerte de la justicia española; está cambiará el día que un fiasco como LexNet cueste el cargo al ministro; cuando no reformar la LOPJ en el sentido que señalan Europa y nuestra Constitución conduzca al ministro a la reprobación; cuando la escasez de dotación presupuestaria en Justicia conduzca al gobierno al descrédito o cuando la instalación de vergüenzas como los juzgados hipotecarios mande a su casa a los autores de tamaña barbaridad.
Quizá la ministra haya de irse por mentir a la opinión pública o quizá por la tabernaria referencia machista a su compañero Marlaska o quizá por su poco explicable familiaridad con un nauseabundo personaje de las cloacas del estado; pero, si me lo permiten, esto no va a arreglar nada; por cosas parecidas se han ido ya otros ministros o han sido reprobados pero, como hemos visto, su marcha solo ha servido para cambiar de caras y nombres, pero no de políticas.
Vamos muy mal.