Sin duda tú no eres responsable de que, cuando caes enferma o vas a dar a luz, los plazos procesales sigan corriendo; pero, cuando ves que los vencimientos llegan y tú sigues en la cama del hospital, sabes que sí, que es tu problema.
Tampoco eres responsable de que gobiernos miserables y empresas sin escrúpulos paguen el trabajo de los abogados a tres euros la hora, la consulta o el escrito; pero, aunque sabes que no es responsabilidad tuya, sabes que ese, si no lo es ya, será pronto también tu problema.
Ciertamente no eres responsable de que gobiernos negligentes o malintencionados traten de privatizar el turno de oficio en perjuicio de la ciudadanía; como tampoco es culpa tuya que las administraciones hayan degradado los servicios jurídicos y el ejercicio de la abogacía a un mero negocio sujeto en exclusiva a las reglas del libre mercado; ni, por supuesto, es responsabilidad tuya que las administraciones preparen concursos y ofertas diseñados en favor de una persona concreta y en perjuicio de las demás; y no es preciso aclarar que, el hecho de que se estén apoderando del mercado abyectos intermediarios que degradan la calidad de los servicios jurídicos de la ciudadanía, tampoco cae bajo el ámbito de tu responsabilidad; no, no eres responsable tampoco, claro que no, de la precarización de una profesión donde ya se han generado importantes bolsas de pobreza, ni de que los bancos y demás grupos de presión modifiquen la ley a su antojo de forma que se favorezca su posición procesal y se perjudique la de las personas a las que tú defiendes.
No, tú no eres responsable de todo esto, como no lo eres tampoco de que el turno de oficio se pague tarde y miserablemente.
Es verdad, no eres responsable de nada de eso, pero te engañas si crees que todos esos no son tus problemas.
Y te engañas también si crees que alguien los va a resolver por ti: si hemos llegado hasta aquí es porque nadie, durante muchos años, ha querido o podido atajarlos.
Por eso, llegados a este punto, sólo dispones de dos opciones: o tomar el futuro en tus manos o dejarlo en las manos en que ha venido estando hasta ahora y que nos han traído hasta aquí.
Por eso sabes que tenemos un trabajo que hacer juntos.
Porque sabes que somos abogados y abogadas y que, unos pocos miles de abogados y abogadas trabajando coordinados y con unos objetivos claros, son una fuerza imparable.
Y es por eso por lo que sabes que tenemos un trabajo que hacer juntos. Todos y todas.
Hazlo por ti, tú no eres una pieza intercambiable en el tablero de ajedrez de la administración de justicia, tu relación con tu cliente es personal y ese es tu único capital: esa relación que hace que esa persona te quiera a ti como abogado o abogada y no a otro distinto de ti es la que subyace bajo el derecho a la libre elección de letrado, es por la que has trabajado durante toda tu carrera tratando de ganarte una reputación y es la que te nutre. Que las leyes protejan a los letrados cuando enferman es una manera también de defender el derecho de la ciudadanía a la libre elección de letrado.
Si no lo quieres hacer por ti hazlo por tus hijos, porque tienen derecho a que su padre y su madre puedan cuidarlos al menos con las mismas garantías que cualquier otro ciudadano.
Y, si no lo quieres hacer por ti ni por tus hijos, hazlo por la sociedad, hazlo por todos, hazlo en defensa del derecho y la justicia de los menos favorecidos.
El 85% de la abogacía de este país la forman abogados y abogadas que ejercen solos o en pequeños despachos; esa abrumadora mayoría de la abogacía española no tiene vínculos con grandes empresas ni tiene otro interés que la defensa de los intereses de su cliente. Esa abogacía libre, real, verdadera e independiente es la garantía de los derechos de la población.
¿Alguien cree que un gran despacho habría peleado por la nulidad de las cláusulas abusivas como ha peleado la abogacía independiente? ¿Alguien cree que un gran despacho con grandes corporaciones como clientes va a defender los intereses de un ciudadano de a pie de la misma forma que uno o una de ese 85% de la abogacía independiente?
Pues bien, tienes que saber que esa abogacía independiente está amenazada, que quieren condenarla a ser no más que una abogacía low-cost que ofrezca servicios de baja calidad a la ciudadanía. Quieren una abogacía low-cost para una ciudadanía low-level.
Por eso, si aún no tienes razones para hacerlo, aquí tienes una más: tenemos un trabajo que hacer ya no por defender la abogacía que amamos sino porque es la única forma de defender a la ciudadanía de un futuro donde sean ciudadanos de segunda clase, con derechos de segunda clase y con abogados de segunda clase.
Sí, sabes que tenemos un trabajo que hacer juntos y por eso nos vamos a ver en Córdoba los días 29 y 30 de noviembre. Porque tú sabes que unos cuantos miles de abogados y abogadas unidos son una fuerza imparable, porque tú sabes que unos cuantos miles de abogados y abogadas con unos pocos objetivos claros no pueden ser detenidos y, sobre todo, porque sabes que nadie lo hará por ti y que nadie lo hará mejor que tú.
Vamos.