La pandemia de coronavirus ha caído como una bendición sobre todos los partidarios de las diversas teorías de la conspiración. Anteayer, por ejemplo, un hombre mayor preguntaba en alta voz a los clientes que hacían fila en la caja del supermercado:
—Vosotros sabéis que este bicho no ha venido de Marte, ¿verdad?. Este bicho es de aquí, de la Tierra, y alguien ha tenido que soltarlo porque antes este bicho por aquí no estaba. Vosotros veréis pero «enterarse» bien de que hay muchos que nos quieren muertos.
El hombre, sin duda convencido de que americanos o chinos están detrás de este asunto del COVID-19, ligó rápidamente la infección con los «chemtrails» y con los «poderes ocultos» que rigen la sociedad y que, por razones que no alcanzo a comprender, nos quieren matar a todos.
No tiene sentido tratar de hacer reflexionar a quienes profesan la religión de la teoría de la conspiración, es tan imposible como hacer abjurar de su fe a un fanático religioso, ellos creen eso y su creencia —en nada diferente de un virus como les comentaré otro día— impide toda forma de raciocinio salvo la que apoye sus tesis.
A veces me divierto suministrando información disparatada pero muy creíble para ellos, otras me abstengo siquiera de mencionarles este tema para nada, pues su infección es peligrosa y les causa no pocos padecimientos.
Viendo al hombre en estado de agitación pensé decirle que tenía mucha razón y que esto de los virus venía de largo, que estas cadenas de ADN o ARN a las que llamamos virus o viroides, según los casos, son —según sostiene con toda razón mi amigo Joludi— un maléfico invento de la familia Rockefeller que, para más inri, decidió dejar su infame acción encriptada en su nombre.
Porque el término «ribonucléico» contenido en el nombre del ADN y el ARN (ácidos desoxirribonucléico y ribonucléico) proviene del nombre de la pentosa llamada ribosa o, vulgarmente “azucar rib” y, se la llama así, porque fue descubierta en el Rockefeller Institute of Biochemistry (RIB). Así pues, donde ustedes vean la partícula RIB, ya saben que los malvados Rockefeller metieron sus no siempre limpias manos: ribosa, riboflamina, ribonucléico, ribosoma… Etc., etc., etc…
Si le llego a contar a este hombre esta historia estoy seguro que habría apretado los dientes y habría pensado con cruel satisfacción: «Sí, todo encaja, malditos…».
Claro que, inmediatamente podría haberle contado otra versión, que la ribosa se obtuvo por primera vez de otro carbohidrato llamado «arabinosa» y los científicos, arbitrariamente, eligieron tres letras que ordenaron como mejor les pareció.
Y ahora ustedes mismos pueden seleccionar la historia que prefieran: a) Rockefeller+Conspiración, b) Rockefeller-Conspiración, c) Científicos arbitrarios+Conspiración (los científicos eran americanos) o d) Científicos-Conspiración.
Yo me muevo entre la solución «b» y «d», no sé ustedes, pero si averiguan la solución exacta me harán feliz.