Y víctimas serán los de siempre

Quizá si cuento una historia podamos entender mejor cuál es el presente y el futuro de la Justicia española.

Los Estados Unidos acababan de declarar la guerra a España en 1898 y una escuadra norteamericana zarpó hacia las Filipinas.

Todas las naciones del mundo predijeron una fácil victoria española en Filipinas. Los buques norteamericanos tenían su base más cercana a muchos miles de kilómetros y no podrían reparar ninguna avería, además carecían de tropas de desembarco mientras que los españoles tenían en las islas importantes guarniciones y, además de todo eso, España había mandado a las Filipinas unos imponentes cañones Krupp para artillar Bahía Subic, un reducto inexpugnable para la escuadra norteamericana. Los norteamericanos, pues, tenían pocas o ninguna posibilidad de triunfar en las Filipinas.

Afortunadamente para ellos al mando de las fuerzas españolas había hombres hechos de la misma pasta que los que componen nuestro ministerio de justicia y nuestro consejo general del poder judicial.

Gracias a tan egregios señores, cuando el Almirante Montojo se dirigió a Bahía Subic para combatir allí a los norteamericanos, se encontro con que los famosos y temidos cañones Krupp no estaban instalados porque los dirigentes del ejército y la armada andaban enredados en discusiones sobre quién era el competente para ocuparse de instalarlos… Ya saben ustedes, que si esto corresponde al CGPJ, que si esto corresponde al ministerio…

Montojo hubo de abandonar Bahía Subic ante unos estupefactos norteamericanos y dirigirse a la Bahía de Manila, allí esperaba contar con el apoyo de la artillería de costa de la capital… Pero no, tampoco, a los dirigentes de Manila no les gustaba la idea de que la batalla tuviese lugar frente a la ciudad porque, claro, igual recibían algún cañonazo… Ya saben ustedes, no, a los juzgados de instancia no, que aunque sean 1700 igual se nos estropea la patraña de la especialización y la concentración… No, mejor en los mercantiles que, aunque sean 68, se hundirán ellos solitos mucho mejor.

Montojo hubo, pues, de abandonar Manila ante unos descojonados norteamericanos y acabar con sus barcos dando la cara en Cavite: el peor lugar posible.

Aquello, claro, fue una carnicería: los barcos norteamericanos pudieron cañonear impunemente a la flota española y muchos marineros, gallegos, cartageneros, gaditanos… españoles en suma, hubieron de morir por la idiotez, estulticia y cobardía de sus jefes.

Cuando la Armada Norteamericana amenazó con bombardear Manila esos mismos inútiles se rindieron y los EE.UU. ganaron las Filipinas sin más resistencia que la que luego opondría la guerrilla tagala.

¿Comprenden por qué a los héroes del Baler les parecía imposible que España hubiese perdido esa guerra? ¿Comprueban ustedes cómo en este país los que se dejan la piel y la vida son siempre los mismos?

Lo que está pasando con nuestras autoridades judiciales no es muy distinto de aquello y, al igual que ocurrió entonces, cuando aquí contemos las víctimas de esta tragedia veremos que serán, otra vez, los mismos de siempre: los Héroes de Cavite.

¿Ha tenido que llegar la crisis para que aprendamos que LexNet y Minerva son patatas?

Aún lo recuerdo, el Consejo General de la Abogacía Española hacía palmas con las orejas ante los planes de Catalá de implantación de LexNet. Papel cero decían. Y recuerdo a todas las comunidades autónomas gastándose los pelos en sustanciosos contratos y desarrollos de software para construir el caos cibernético del que ahora disfrutamos.

Nunca un país invirtió tanto dinero en conseguir descabalar tan a fondo su sistema judicial.

Y aquí estamos, padeciendo ese LexNet y ese Minerva que, como el lenguaje lo aguanta todo, nuestros ministros de justicia y sus indispensable séquito de consejeros turiferarios, calificaron de grandísimos avances en su momento.

Pues bien, desde nuestras redes denunciamos que uno y otro eran dos #patatas. Dos birrias cuyo peor defecto es que medio funcionaban y que, por eso, muchos ingenuos aguantarían usando esas dos birrias hasta que pasase algo.

Y ha pasado.

Les cuento: me escribe una abogada colombiana sorprendida porque en los juzgados españoles no se pueda teletrabajar o consultar desde casa los expedientes judiciales. Le explico la desastrosa situación informática en España y el batiburrillo caótico de sistemas Avantius, Vereda, Justizia.bat, ejusticia, Adriano… y así hasta llegar a los ínclitos LexNet y Minerva.

Le digo que no, que con LexNet y Minerva no se puede teletrabajar, que LexNet es sólo un sistema de notificación y Minerva no permite la consulta de expedientes.

Ella, sorprendida, me manda unas cuántas capturas de pantallas de cómo está teletrabajando ella y me quedo pensando en lo mismo que, sin duda, tú pensarás si has llegado leyendo hasta aquí.

Y ahora vete a buscar a Caamaño, a Gallardón, a Catalá y a toda la caterva de indigentes informáticos que se gastaron millones de euros en colocar a la administración de justicia estas patatas.

Ahora es cuando deberíamos ajustar las cuentas con quienes gastaron los dineros de todos y planificaron. Y se las deberíamos ajustar muy, muy, estrechas. Pero no lo haremos, porque no tenemos memoria, porque somos pánfilos, porque perdonamos la mentira y la estafa si se hacen a lo grande.

Porque, al final, a quienes peleamos contra estas basuras no nos queda más pataleo que el de las madres cuando, enfadas, dicen a sus hijos: «Te lo advertí».

Me llevan los diablos.

Somos una red

Si algo nos está enseñando esta crisis es que nadie es una isla sino que todos estamos interconectados y, al final del día, todos somos iguales.

Todos enfermamos, todos morimos, todos podemos ser infectados y todos podemos infectar y, por eso, las acciones decisivas son las que llevamos a cabo en común.

Fue en 1623 cuando, gravemente enfermo, el clérigo inglés John Donne escribió sus «Devotions Upon Emergent Occasions», en cuya meditación XVII puede leerse un famoso texto que la cultura popular suele relacionar con el escritor norteamericano Ernest Hemingway:

«Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la masa. Si el mar se lleva un terrón, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa señorial de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti.»

Sí, somos una red de pares, una red de nodos esencialmente iguales en derechos y deberes, capaces de servir y aptos para ser servidos, somos una red de intercambio en la que sólo la soberbia, la vanidad o el olvido de esta radical igualdad que existe entre los nodos puede llevar al desastre.

El ministro de justicia —y esto es solo un ejemplo— es sólo un juez de instrucción, un juez de instrucción igual en conocimientos a los restantes 5.000 jueces que componen la carrera judicial española, su opinión no tiene ni más ni menos autoridad que la de ellos.

El ministro no entiende de management, ni de pandemias, ni de gestión de emergencias, ni de planes de contingencia… Como tampoco entienden de ello CGAE, CGPJ, Asociaciones Judiciales…

Confundir la potestad con la autoridad es una de las más sutiles y catastróficas formas de estupidez.

El ministro tiene potestad (tiene poder) para dictar decretos pero no tiene autoridad (no tiene conocimientos) para dictarlos correctamente.

La única forma de que una red tome decisiones adecuadas es permitiendo que la información fluya, dejando que se formen las opiniones y, por encima de todo el impresionante ruido que se forma en una red en estado de alarma (miren sus grupos de whatsapp y díganme si no les apetece salirse de todos), se escuche a quienes tienen autoridad en cada campo.

Para que la información fluya la transparencia es esencial, sin que todos los datos estén al alcance de todos la posibilidad de errar en las decisiones es mayúscula y la posibilidad de que la red en su conjunto no entienda correctamente la situación está servida.

Estamos empezando a descubrir la vida y la acción en red y aún nos faltan algunas habilidades necesarias, pero el camino iniciado no tiene vuelta atrás, somos una red y seremos tanto mejores cuanto mejor funcione la red en su conjunto.

Vivimos en un mundo maravilloso con una sociedad maravillosa llena de conocimientos y recursos para solucionar cualquier problema y nuestro único objetivo debiera ser que esa esa red funcionase en todo momento al máximo de sus posibilidades. No es fácil, estamos aún explorando esta nueva forma de organizarnos y viendo como emergen al mismo tiempo las ventajas y los problemas, pero es el camino a seguir.

Hay todo un mundo nuevo frente a nosotros y esta crisis, además de dolor y sufrimiento, está trayendo ante nosotros una realidad palpable, que es, como escribió John Donne en 1623, que «Nadie es una isla, completo en sí mismo…»

O dicho de otro modo: que somos una red.

O damos medios a la justicia ya o nuestra sociedad no sobrevivirá a esta crisis

Yo no sé si hemos adaptado nuestra mentalidad a la nueva situación que ha creado esta pandemia.

Desde el 14 de marzo estamos en estado de alarma para mitigar los efectos de un virus que no hemos sabido contener en sus fases iniciales. No podemos engañarnos, la contención del coronavirus no nos fue nada bien en sus fases iniciales y convirtió a España es el país del mundo en el que más personas morían por coronavirus en proporción a su población.

Si la fase inicial de contención no nos fue bien la mitigación parece habernos ido bastante mejor: una población, en general, disciplinada y voluntariosa ha conseguido «aplanar la curva» y mantener los niveles de saturación de nuestro sistema sanitario dentro de unos límites aceptables tras unos primeros momentos de caos generalizado.

La primera embestida del virus ha costado a España más sufrimiento que a ningún otro país del mundo y ahora encaramos esa «nueva normalidad» que es la situación de anormalidad que seguirá a este primer encontronazo con el virus.

Desde ahora y hasta que se descubra una vacuna o se produzca la inmunidad grupal (nunca antes de 18 meses) viviremos en un entorno caracterizado por las medidas de alejamiento social y de restricción de movilidad. Las autoridades sanitarias van a tratar de mantener la tasa de contagios (Ro) por debajo del 1% pero por encima del 0% lo que significa que, dependiendo de la evolución de esa tasa, en unos momentos las medidas de alejamiento social se agudizarán y en otros se relajarán. Vamos a vivir con el virus durante los próximos 18 meses y las autoridades sanitarias nos van a ir diciendo en cada momento cómo deberemos bailar con él, más apretados en unos momentos y mucho más separados en otros. Nuestra administración, pues, debe estar preparada para actuar con flexibilidad de forma que permita a los administrados poder seguir operando en todos los escenarios posibles.

Ahora bien, la lucha contra los efectos nocivos de la pandemia no está en absoluto acabada con medidas puramente sanitarias.

Si España ha sido el país donde la crisis sanitaria ha golpeado con más saña en forma de muertes por millón de habitantes, España corre el riesgo más que cierto de ser el país donde la crisis económica golpee con más crudeza también.

No hace muchos días el Instituto Tecnológico de Massachusstes (MIT) publicó un artículo donde afirmaba que, la crisis económica secundaria a las medidas de mitigación de la pandemia, sería especialmente grave en aquellas comunidades que dependiesen de la industria del turismo.

No es preciso que lo dijera el MIT, al sentido común de la población española ese dato no le había pasado desapercibido y, la preocupación de la ciudadanía, comenzó a dispararse.

Piensen en comunidades como las Islas Baleares o Canarias, como la Costa del Sol o el levante español ¿qué puede ocurrir en poblaciones como Benidorm o Salou?. Ni siquiera los viajes del INSERSO van a llegarles este año… ¿qué pasará con una población que trabaja y vive de la actividad turística?

La caída del PIB español ha sido fijada por los más optimista en un -8%, por el Banco de España en un -13% y por otros observadores ha sido considerada simplemente imprevisible.

Si ustedes recuerdan la crisis de 2009 (y seguro que la recuerdan) guardarán en su memoria la imagen de movimientos sociales (el 15M por ejemplo) la aparición de nuevos partidos (Ciudadanos y Podemos) la actuación de organizaciones sociales oponiéndose por la fuerza a decisiones judiciales sentidas como injustas (la Plataforma Antihipotecas —PAH— evitando por la fuerza que se lanzase a familias fuera de sus hogares) o incluso la ocupación de bancos y entidades financieras por colectivos indignados.

Pues bien, esa crisis supuso tan solo en 2009 una caída del PIB del -3.6%.

Ahora piénselo: si aquella crisis de un -3,6% trajo aquellas reacciones ¿qué reacciones sociales traerá una crisis cuatro veces mayor del -13%?

Trate usted de multiplicar por cuatro aquellos niveles de indignación y aún se quedará corto porque la crisis del 2009 se distribuyó uniformemente por España, esta se va a concentrar en aquellos lugares más dependientes del turismo y eso hará que cualquier estallido en Málaga, Canarias o cualquier otra zona turística pueda ser especialmente explosivo.

Afortunadamente, igual que ocurre con la mitigación de la crisis sanitaria, sucede con la crisis económica: no podremos contenerla pero podremos mitigarla.

No podremos contener la crisis económica porque ya ha estallado y no hay vuelta atrás, desde que se fracasó en las medidas de contención sanitaria de la pandemia y se tuvieron que activar las medidas de mitigación (estado se alarma, confinamiento, alejamiento social, etc…) la crisis económica se convirtió en imparable y ahora ya no hay remedio: no podemos impedir la crisis, solo podemos mitigar sus efectos y la administración a la que corresponde mitigar los efectos de la crisis económica es, principalmente, a la administración de justicia.

La administración de justicia se enfrenta en estos momentos a una onda, a un tsunami que amenaza con hacer saltar las cuadernas del sistema judicial español: una oleada de casos laborales y mercantiles se dirigen en avalancha a los juzgados españoles y tras cada uno de esos procedimientos la vida y la felicidad de muchas personas están en juego. Si la administración de justicia no da respuesta a esos casos los dramas humanos aumentarán la conflictividad social y el estallido puede producirse en cualquier momento. Lo que ocurra después del estallido es impredecible.

La administración de justicia, como antes la administración sanitaria, tiene que atender a los casos urgentes de forma inmediata, los casos de UCI. Y para los demás casos lo único que se puede hacer es «aplanar la curva», mitigar la pandemia económica, conseguir que nuestro sistema judicial sea capaz de atender en todo momento las demandas de la sociedad sin verse rebasado nunca por ellas.

Eso sería lo ideal pero ¿se puede hacer?

Si usted le pregunta a cualquier profesional de la justicia le responderá sin titubear que NO. Nuestras UCI’s (juzgados) están saturados desde antes de que se destapara esta crisis, ya estaban atendiendo muchos más casos de los que podían, no cabe un caso más en la patera judicial ¿cómo vamos a atender nada urgente ni a soñar con «aplanar la curva»?

Quisiera responder a eso y decirles que se puede, que sí se puede, pero que, al igual que la sanidad necesita de respiradores, pruebas PCR y hospitales de campaña la administración de justicia va a precisar de una inversión inmediata que pueda poner en marcha un plan de mitigación que, operando desde ya, pueda salvar a nuestra sociedad del abismo que enfrenta.

El primer paso imprescindible es establecer un indispensable proceso de triaje jurídico-económico. Sabemos que en este momento no disponemos de los medios suficientes para atender a todo el mundo ni a todos los procesos, es preciso, pues, establecer un proceso de triaje que decida qué casos son atendidos de inmediato y cuáles no. El borrador del decreto de medidas que se pretende aprobar mañana carece por completo de medidas que permitan un eficaz triaje de los casos que ingresen en la administración de justicia y esa carencia es el primer paso hacia la catástrofe.

Tras el triaje hace falta ampliar la capacidad de nuestras UCI’s (juzgados) aunque para ello hayamos de habilitar hospitales de campaña. Quizá no sean tan maravillosos como los juzgados actuales pero tampoco era IFEMA una UCI como desearían los enfermos. Necesitamos movilizar todos los recursos y podemos hacerlo.

Si realizamos correctamente el triaje podemos descargar los juzgados de Primera Instancia de asuntos postergables y derivar los casos mercantiles a los juzgados de Primera Instancia que actuaran como la IFEMA que salve a nuestras empresas. No hay otra, yo, si estuviese enfermo, preferiría ir a una UCI normal que al pabellón de IFEMA pero, entre eso y nada, no hay opción posible.

Tampoco el borrador de decreto de medidas que se ha filtrado prevé nada de una IFEMA judicial, y ese es el segundo paso hacia el abismo.

Coetáneamente a las medidas anteriores es preciso aplanar la curva de entrada de asuntos en las UCI’s (quiero decir juzgados) de forma que permita ganar tiempo para ir adaptando el Pabellón de IFEMA y dotándolo de las medidas necesarias y ahí SÍ se ve un rayo de esperanza en el borrador del decreto del gobierno. Mediante una patada a seguir manda los concursos a diciembre y gana tiempo de esta forma pero ¿ganar tiempo para qué?

El decreto no lo dice y, si por un lado uno detecta un punto de inteligencia en la medida anterior, si no se conoce el fin de la misma es tanto como no saber nada. En este punto hay un rayo de esperanza pero solo un rayito, poco más.

Finalmente, para ampliar las UCI’s, construir las IFEMAS, comprar aparatos de ventilación y pruebas PCR que permitan funcionar a nuestros juzgados hace falta DINERO, DINERO y DINERO. Y, el borrador de decreto del gobierno, no contiene NI UNA previsión económica ni dotación presupuestaria. No parece, pues, que, de momento, podamos albergar demasiadas esperanzas.

Finalmente; si la sanidad ha sacado adelante esta situación de crisis se ha debido por sobre todo a la entrega y compromiso de los funcionarios de dicha administración dispuestos a trabajar 24 horas en turnos de mañana, tarde y noche e incluso a jugarse la vida y la salud por sus conciudadanos. ¿Están dispuestos quienes trabajan en la administración de justicia a hacer lo mismo?

Es tiempo de liderazgos, de ideas claras y planes comprensibles por los que merezca la pena luchar y por los que merezca la pena arriesgar la vida y la salud. La administración de justicia tiene en sus manos salvar a muchas familias españolas pero necesita, además de un plan claro y comprensible donde todos sepan qué papel juegan, medios, dinero, apoyo y liderazgo ético.

Conozco a quienes trabajan en los juzgados y sé de que madera están hechos; sé que vagos, indolentes y hasta perezosos son gente capaz de arriesgar su vida si les das una buena causa para hacerlo. La sociedad puede estar segura de eso. Ahora es el tiempo de los políticos: modifiquen ese decreto, doten de medios a la justicia, pídanle lo imposible a los jueces, fiscales, LAJ’s, Procuradores, funcionarios, con que contamos y no duden de que lo harán; pero, no jueguen con ellos a componendas ni pasteleos ni ventajitas por que aquí o cargamos todos o no cargará ni dios.

Hay mucha y muy buena gente en este asunto de la justicia y bien dirigida hará lo que se le pida y aún más de lo que se le pida.

No nos falle, ministro.

Conversaciones inesperadas

Me cuesta trabajo escribir este post, no porque me cueste contar lo que voy a contar sino porque no sé si lograré darle el enfoque exacto.

Lo sucedido esta mañana ha sido que el ministro de justicia, Juan Carlos Campo, me ha llamado por teléfono tras recibir el texto que podéis leer en el post que precede a este.

Debo decir que no esperaba esa llamada.

No estaba contento conmigo, pero tampoco enfadado, simplemente me ha dicho que le parecían injustas nuestras críticas y me ha puesto de ejemplo nuestra crítica al nombramiento de Antonio Garrigues Walker un hombre magnífico y de gran calidad humana.

He tenido que discrepar y aclararle que nadie discutía la calidad humana y profesional del nombrado pero que, si quería agradar al 85% de la abogacía real de Esaña, la abogacía independiente de los pequeños despachos, había elegido el perfil menos adecuado. Que si alguien desde la abogacía le había sugerido ese perfil se había equivocado.

Me ha garantizado que la pequeña abogacía estará bien representada en esa comisión y se lo he agradecido, aunque le he manifestado que, para ese 85% de abogados y abogadas de a pie, en mi sentir, era más necesaria una ley de servicios jurídicos como la alemana o la inglesa.

Hemos hablado de bastantes temas —la conversación ha sido larga— y no debo ocultar que le he pedido que no atienda a las propuestas del CGPJ; pero que, sobre todo, lo que me preocupaba era cómo pensaba él hacer frente a ese aluvión de casos que caerá sobre los juzgados de lo mercantil y lo social.

No sé si me he puesto dramático al decirle que la administración sanitaria había salvado la vida de los españoles y españolas pero que, ahora, dependía de la administración de justicia salvar su futuro, que las empresas y los trabajadores en problemas ahora van a depender todos de que la administración de justicia sea capaz de dar respuesta a sus problemas y que, si no lo hace, nos iremos todos al carajo. Que eso, ahora, estaba en sus manos y que dependía de las medidas que él tomase.

Me ha respondido que espere y que confíe en las medidas que va a publicar en el decreto del próximo martes y por ahí ha terminado la conversación.

No les diré que tenga ahora más confianza en las medidas del decreto del martes de la que tenía esta mañana. Se lo diré cuando el miércoles lea el BOE.

De hecho mi ánimo y mis presentimientos no son buenos, aunque eso puede ser solo un estado de ánimo.

Pero creo que es de justicia contar que esta mañana Juan Carlos Campo ha marcado mi número de teléfono para hablar de asuntos de justicia, escuchar y comunicar.

Le he preguntado si debía mantener esta comunicación en secreto y me ha dicho que no.

Y tras pensarlo detenidamente y hacer un profundo examen de conciencia, creo que no debo mantener este hecho en secreto.

A la atención del Sr. Ministro

Estimado ministro:

La suerte de esta crisis en el campo de la justicia se va a decidir en los primeros seis meses, pues, en ese período, van a ingresar en la administración de justicia española el grueso de las reclamaciones por la situación derivada de la pandemia.

Como sin duda ya sabrás, extrapolados los resultados e indicadores de la crisis 2008-2009 (-3.69% del PIB) a la situación presente (-13% del PIB), habrás encontrado que la tasa de incremento de asuntos en los juzgados de lo social y lo mercantil oscilará en los primeros entre un 40% y un 160% y en los segundos entre un 81% y más de un 200%.

Es a ese incremento de asuntos al que tu ministerio debe dar respuesta ya, cualquier otra medida pensada para un plazo superior a este mismo momento es una medida tardía.

Los problemas laborales y mercantiles son el núcleo del problema; la jurisdicción contenciosa se ve protegida por el plazo de tramitación de los expedientes administrativos que puede (y debe) ampliarse para evitar que la onda del tsunami de asuntos llegue demasiado pronto a estos juzgados y, en todo caso, impedir que se simultanee con la laboral y mercantil.

Un incremento de entre el 81 y más del 200% creo que sabes que es inasumible para los juzgados de lo mercantil, mucho más cuando ya están saturados y se habría de dar respuesta en un lapso que se mediría en semanas.

Es imposible que 68 juzgados de lo mercantil asuman esa carga de trabajo y, en un entorno de movilidad reducida, celebrar, por ejemplo, juntas de acreedores, en puntos lejanos del domicilio de las empresas (capitales de provincia) será percibido como un disparate que atenta contra la seguridad sanitaria.

La carga de los juzgados mercantiles, en esta situación de emergencia, puede ser perfectamente asumida por los 1700 juzgados de primera instancia de España (competentes hasta 2004 para su conocimiento) si se alivia de carga de trabajo a estos mismos juzgados de Primera Instancia.

Y es evidente que hay asuntos que esos juzgados tendrán que dejar de tramitar:

No se pueden seguir tramitando procesos que signifiquen el lanzamiento de ninguna persona, no ya porque pueda ser inhumano, sino porque una sola persona en la calle supone un problema sanitario inaceptable en este momento. Hay que parar durante estos primeros seis meses todos esos procedimientos, al igual que otros muchos y en la forma que señalaré a continuación.

Es preciso dotar de capacidades de gestión de procedimientos (procedures management) a Jueces y LAJ,s de forma que puedan adaptar determinados aspectos de los procedimientos a cada situación concreta, por ejemplo:

  • Establecer el grado de urgencia de determinados procedimientos a fin de establecer un orden de resolución durante el período de urgencia. Los criterios pueden predeterminarse por el ministerio.
  • Acordar el tipo de herramientas telemáticas que podrán usarse para teletrabajar o llevar a cabo videoconferencias con las partes.
  • Ampliar o reducir plazos procesales en determinadas circunstancias así como suspender temporalmente la tramitación de ciertos procedimientos.

Con estas medidas se liberararían recursos de los juzgados de Primera Instancia que, dedicados a los asuntos mercantiles, permitirían absorber la primera onda del tsunami de asuntos y salvar así el tejido industrial español.

Por lo que respecta a la jurisdicción social la tarea es más ardua pero no queda otro remedio que adscribir juzgados, jueces funcionarios y recursos a la misma durante estos primeros y decisivos meses, de otra forma el riesgo de que una gran parte de la población no reciba respuesta a tiempo a sus demandas es altísima y, si tal respuesta no se produce, las consecuencias sociales son imprevisibles. (No es necesario recordar el ejemplo de la PAH impidiendo actuaciones judiciales por la fuerza en el marco de una crisis muchísimo menor).

Muchas otras medidas son precisas (y no es la menor de ellas un respeto exquisito por las funciones de la abogacía y la procura y su derecho a la conciliación de la vida profesional y familiar) pero, estas que te he señalado, o se adoptan inmediatamente o las demás ya no tendrán sentido pues habremos perdido la batalla.

Aprovecho para ofrecerte toda mi ayuda y aquella otra de la que, en la medida de mis posibilidades, pueda proveerte en una tarea de esa especie y con esos fines. Si no son esas las finalidades lo lamentaré mucho.

Recibe un cordial saludo y espero que las medidas que se adopten el martes no sean las que andan aireando sedicentes representantes de la abogacía.

Un saludo y suerte.

Entiéndanlo: el problema de la justicia en esta crisis está en los primeros tres meses.

Veo los planes del ministro de justicia y no doy crédito a mis ojos. No sólo no resuelven ningún problema sino que lo crean.

Vamos a ver: el problema que plantea esta crisis va a ser si la administración de justicia podrá dar solución a los problemas que se le van a presentar en los primeros tres/cuatro meses tras el estado de alerta.

Los juzgados de lo social van a ver cómo se incrementa su carga de trabajo en un 80%

y los juzgados mercantiles en un muy probable 150%.

Estos datos puedes confirmarlos aquí, aquí o aquí.

Recuerda: la crisis en 2009 supuso una caída del -3,6% del PIB, este año el PIB va a caer, como poco, UN 13%. Estamos ante la crisis de 2008 multiplicada por cuatro y en un entorno sanitario en el que NUNCA podrás hacer funcionar los juzgados al 100%.

Si no entiendes eso no entiendes nada, si no entiendes que hay que colocar la administración de justicia en modo «ahorro de energía» para destinar los recursos a lo verdaderamente importante es que no entiendes nada y si, encima, adoptas medidas que te impiden hacerlo no se necesita saber más para tener por cierto que este ministro nos lleva de cabeza al fracaso.

Si la administración de justicia española no da respuesta en estos pocos meses a ese tsunami de casos lo que haga después no servirá para nada: la economía de España y la de los Españoles y Españolas se habrá ido al carajo.

Si esto no se comprende no se comprende nada ni se puede planificar nada.

La administración de justicia no puede hacer esperar ni doce ni ocho ni seis meses a un trabajador despedido: la vida de una familia va en ello.

La administración de justicia española no puede retrasar la tramitación de un concurso ni quince días so pena de convertirse en la enterradora de una empresa.

Y la onda de reclamaciones en materia laboral y de concursos YA está entrando en los tribunales y el ministro NO ha hecho nada. A estas alturas el desastre es ya casi imposible de evitar y el martes próximo el desastre será absolutamente inevitable.

El ministro no está en la realidad, no ha entendido que, para cuando los recursos lleguen (si llegan) los trabajadores y las empresas españolas y serán unas víctimas de su administración de justicia y él será el culpable.

Ya les dije que la administración de justicia va a contribuir decisivamente en esta crisis a que todos nos vayamos al carajo y, por lo que le leo al ministro, así va a ser.

Ni va a priorizar y a reasignar los recursos escasos, ni va a atender a prioridades, ni ha hablado con la abogacía —solo con una señora desintonizada— ni con la procura, ni ha convencido a los sindicatos ni tiene la más remota idea de cómo se diseña un plan de contingencia en medio de un entorno de riesgo para la salud pública como este. Los juzgados van a colapsar y van a colapsar donde el daño es mayor: laboral y mercantil.

Lo siento, no puedo darle buenas noticias, el martes será el día en que certifiquemos que la administración de justicia española no ayudará a este país a salir de la crisis, sino que contribuirá a agravarla.

El ajedrez está de moda gracias a @Chess24

Dijo Pemán de Lola Flores: «ni canta bien ni baila bien, pero, por dios, no se la pierdan». Yo puedo ser mucho más breve aún hablando de este trío, simplemente: «no se los pierdan».

Estos tres personajes son la quintaesencia del espectáculo. El primero es David Martínez «El Divis», Maestro Internacional de Ajedrez, un madrileño cesante de joven que perdió súbitamente y en oscuras circunstncias su magnífica melena y que ahora luce una calva casi clerical. Serio y responsable es el encargado de que las retransmisiones de los torneos de ajedrez que realizan salgan como deben de salir. Con coña y retranca, él, sin saberlo, ejerce el papel de Clown de la «truppe», el personaje serio a quien le estropea la vida sistemáticamente un Augusto insuperable, Pepe Cuenca, un ingeniero y Gran Maestro granadino sin vestigio alguno de mala follá, un sujeto protéico, disparatado, que lo mismo destroza el set televisivo cuidadosamente montado por el Divis, que hace burlas de su inexistente melena, todo ello regado con abundantes citas apócrifas de Confucio y «Pichote», un filósofo cuyo mayor logro fue introducir la bisectriz de su ángulo en un bote.

Gracias a Pepe Cuenca sabemos que el peón alfil rey (el peón «f») se llama Facundo y es el único en quien podemos confiar cuando todo está perdido. De modales cimarrones y asilvestrados es la perfecta réplica al Divis.

Con ellos dos el espectáculo está servido todas las tardes a partir de las 4 de la tarde en el canal de Youtube de Chess24.

Algunas veces al Augusto Pepe Cuenca le aparece la réplica adecuada en la forma de un contra-augusto, el «Niño Antón», David Antón, Gran Maestro de Ajedrez y uno de los pocos españoles que se encuentran en la élite mundial de este juego. Canijo rozando la escualidez el «Niño Antón» está en las antípodas de Pepe Cuenca (un sujeto capaz de zamparse un bocadillo de sobrasada en dos bocados) pero juega mejor que él y «seca» muchas de sus delirantes intervenciones.

Sí, el ajedrez está de moda y le aseguro que ellos son buenos, muy buenos. Aunque usted no sepa jugar al ajedrez ni entienda nada no se preocupe, véalos, le aseguro que acabará usted confiando en Facundo y jugando la Defensa Philidor o la Escandimala y, hasta es posible, que un día, cuando vea usted a su novio, acabe llamándole «Queriding Lirén».

No trate de entenderme. Véalos.

Cosas con las que espero que acabe esta pandemia. (I) Los farsantes.

Hay cosas con las que —espero— acabará esta pandemia y creo que, una de las primeras con las que acabará, será con esa indestructible fe en los impostores y farsantes que hemos forjado en estos últimos años. Si quedan unos átomos de racionalidad en el género humano —y no les quepa duda de que quedan muchos átomos de esos— tras esta crisis confío en que la era de los farsantes habrá dejado paso a una época donde volvamos a depositar nuestra confianza en los científicos.

Los virus tienen de malo que no se les vence doblegando su voluntad, engañándolos, amedrentándolos o demostrando tener más pelotas que ellos. Un virus no es enemigo apto para chulos de barrio y matones de taberna. Si te ríes del virus o lo desprecias, como hicieron Trump o Bolsonaro, las cifras de muertos pronto te pondrán en tu sitio.

Para combatir el virus no sirven los «cojones» (si se pensara con los cojones en España tendríamos muchos premios Nóbel), para combatir el virus hacen falta ciencia y científicos.

Durante unos 18 meses vamos a vivir ajustando nuestra conducta en buena parte las instrucciones de los científicos y esperando de ellos el medicamento o la vacuna que nos permitan volver a una normalidad que nunca recuperaremos por completo. El tiempo de los farsantes y los fantoches toca a su fin, hay que dejar trabajar a los que saben.

En estos tiempos veo cómo muchos políticos quieren componer y componen posturitas de estadista épico frente al virus, sin saber que el tiempo de farsantes y toreros de salón está ya concluido. Si sucede como preveo y nuestra confianza salta de los vendehumos a los científicos y a quienes saben de verdad, algo habremos avanzado.

De todas formas no me hagan mucho caso, la capacidad de sorpresa y de adaptación de estos magos del postureo es impredecible.

El hundimiento

Mueve divisiones imaginarias, escucha a portavoces que no transmiten más que su propia voz, se entrevista con representantes que no se representan ni a ellos y, cuando les hace caso y nombra a un coordinador de comisión, se encuentra que, eso que ha hecho creyendo que le congraciaría con algunos, lo que hace es enemistarle con todos.

En el búnker de San Bernardo el ministro tiene intervenidas las lineas de comunicación con el mundo real, con la procura real y con la abogacía real.

El ministro es de esas personas que confunden el continente con el contenido, las etiquetas con los productos y las formas con los fondos; es de esos jueces que, habiendo pasado demasiado tiempo en dique seco y maleado por el teatrillo de los políticos, ha acabado confundiendo la verdad formal con la verdad material.

En esta crisis no tienen cabida personas así; o quizá sí, lo tengan, a fin de cuentas en toda crisis ha de haber un responsable del desastre, alguien que, cometiendo errores ajenos, cargue sobre sí las culpas de toda esa ineptitud.

Probablemente el ministro quiere, puede y sabe, hacerlo mucho mejor de lo que lo está haciendo.

Pero en el búnker de la calle de San Bernardo al ministro le han cortado las líneas de comunicación con la realidad y, asumiendo errores de otros, nos está conduciendo firme y decididamente hacia el desastre.

Esperemos que saque la cabeza del búnker antes de que se produzca el hundimiento y sea capaz de escuchar las voces de todos y no sólo la impostura irresponsable de unos cuantos portavoces que no portan voz alguna.