Mi vida, no puedo negarlo, está siendo apasionante.
Nací en una dictadura y viví en casas pobres pero felices. La gente más acomodada viajaba en vespa o velosolex, pero no había coches. El mundo temía a que unos cohetes en Cuba provocasen el exterminio de la raza humana. Vi como la gente se acostumbró a beber cerveza en los bares y abandonó el coñac; soñé con el espacio, con Gagarin y la perra Laika. Luego vinieron los coches y las suecas en bikini y luego la llegada a la luna…
En los 70 viví un Estado de Excepción, el aislamiento internacional y fusilamientos… y luego una agonía interminable y una transición y una explosión de libertad. Y también un golpe de estado en 1981. Pero en 1983 mis amigos y yo compramos un ordenador ZX Spectrum y descubrimos la informática y el maravilloso mundo de la información.
Me hice abogado y vivi intensamente algunas elecciones, pero también, en mi ciudad, Cartagena, durante la crisis de la primera guerra del golfo, vi como la gente, en turba, le metió fuego a la Asamblea Regional, el Parlamento de la Región de Murcia. Y recuerdo el Paseo de Alfonso XIII con coches volcados y con las ruedas hacia arriba, y a francotiradores de la policía en los tejados y a los obreros muy muy enfadados dispuestos a arrollar a la policía. Y recuerdo algunas tardes de miedo.
Luego vinieron las telecomunicaciones y descubrí internet y soñé con un futuro maravilloso que políticos estólidos y corruptos se encargaron de estropear.
Mi vida ha sido apasionante y esta experiencia actual de una crisis, siendo terrible, puede tener unas consecuencias tales para la sociedad que no quiero perdémela.
La crisis de 2008 nos trajo muchos cambios pero ninguno profundo del todo.
Esta crisis, es verdad, puede hacernos mucho daño, pero también puede hacernos romper a mejor, a mucho mejor, y, si les digo la verdad, me gusta estar viviendo con consciencia e intensidad estos momentos. Al final la vida no es sino una colección de recuerdos y es la calidad y la intensidad de estos la que hace que sientas que tu vida ha sido digna de ser vivida.
Y, ahora que lo pienso y si les digo la verdad, no sé por qué les estoy contando esta colección de insensateces.
Voy a cenar.