Ilya Prigogine fue Premio Nobel en 1977 si no recuerdo mal por sus trabajos sobre las estructuras disipativas. Sé que algunos cientìficos no acaban de estar del todo de acuerdo con sus teorías que, sin embargo, a mí me apasionan. Pero no es de los sistemas en desequilibrio estable como generadores de información ni de la irreversibilidad y la flecha del tiempo, lo que me impresionó vivísamente de Ilya Prigogine fue su profundìsima formación filosófica. En una larga entrevista le vi hablar con solvencia de multitud de filósofos y, al mismo tiempo, del nacimiento del tiempo y la informaciòn en el universo, Epicuro y su teoría del «clinamen» y enlazarlos lógicamente con solidez tomística.
Yo sé que quienes me siguen son mayoritariamente abogados, unos más mayores y otros más jóvenes, pero, si eres joven, permíteme que te recomiende una cosa: estudia ciencias.
Mira, ni los teólogos ni los filósofos suelen cambiar de opinión, antes al contrario, cuando alguien argumenta en su contra lo que suelen hacer instintivamente es reconvenir demostrando su maestría en justificar teorías más que en probarlas. Sólo los científicos (sólo quienes usan el método científico) están acostumbrados a reconocer su error o el fracaso de sus experimentos; es así como avanzan.
La ciencia, el método científico, es la única fuente de conocimientos más o menos válidos y universales y, sólo por eso, creo que es importante conocerlo. Lo malo es que la ciencia sólo nos explica —aunque cada vez más grande— una porción pequeñita de la realidad. Es por eso que, quienes quieren convicciones sólidas, acuden a la teologìa y los demás, los que dudamos, hemos de conformarnos con la filosofía, ese conocimiento que nos permite no quedar paralizados por la duda en un mundo de incertezas.
Por eso, si quieres experimentar el dulce entusiasmo de saber y no creer y quieres acostumbrarte a estar equivocado, estudia ciencias. Te aseguro que es bueno para entender la justicia de verdad y no meramente el derecho positivo.
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