Elogio del bitcoin

Dinero es todo aquello que es generalmente aceptado como medio de pago por los agentes económicos para sus intercambios y que, además, cumple las funciones de ser unidad de cuenta y depósito de valor.

La humanidad ha usado como «unidad de cuenta y depósito de valor» herramientas de muchos tipos, pero todas han tenido ventajas y desventajas. En la actualidad usamos unos trozos de papel impreso y unas anotaciones en cuentas a los que denominamos «dinero», o más técnicamente «dinero fiduciario» porque, en realidad, ese «dinero» no tiene más valor que la confianza —la fe— que tenemos en que, a cambio de un trozo de papel, otra persona nos entregará bienes o servicios.

Si la fe en los dioses es inexplicable aunque operativa, la fe en estos trozos de papel es igual de inexplicable aunque tan operativa o más que la fe en los dioses.

Estos trozos de papel sin valor intrínseco son además la unidad de cuenta del sistema pero ni siquiera cumplen bien esta función.

En este tiempo de pandemia a los gobiernos les sale a cuenta imprimir papeles de esos que llaman dinero pero, cuando lo hacen, alteran el valor de ese mismo dinero que, como unidad de cuenta, empieza a fallar, produciéndose eso que llamamos inflación. Si aumentan las unidades de cuenta y no aumenta lo contado cada unidad de cuenta contará menos cosas cada vez y esto conduce a inevitables subidas de precios y a la pérdida de valor de cada unidad de cuenta.

No, el dinero fiduciario actual ni es una buena unidad de cuenta ni es un buen acumulador de valor, sobre todo porque su capacidad de contar y acumular está en manos de las peores personas que podía estar: los gobernantes. Y, para que se sepa que está en sus manos, desde tiempos inmemoriales, los gobernantes han colocado sus retratos en el facial de las monedas y billetes; tanto que al anverso de las monedas le llamamos sistemáticamente «cara», porque es verdad que siempre aparece en ellas la efigie de algún cara.

Frente al dinero fiduciario, en los últimos diez años, se ha alzado el dinero electrónico apoyado en una nueva tecnología (el blockchain) y cuyo ejemplo más conocido es el bitcoin.

Hay unas cuantas diferencias entre el bitcoin y el dinero fiduciario que usted debe conocer, permítame, pues, que se las cuente de forma poco ortodoxa.

La primera viene escrita en los billetes de dólar donde la frase «In God we trust» (en Dios confiamos) ha sido sustituida en bitcoin (figuradamente) por la más tangible «In code we trust» (confiamos en el código) pues el bitcoin ya no obedece a azares ni designios humanos o divinos sino simplememte al código en que está programado. Lo que es el bitcoin está definido por su código informático y ni gobiernos ni políticos pueden alterarlo.

El bitcoin, además, es finito. No pueden existir más de 21 millones de bitcoins, lo que significa que el gobernante de turno no puede darle a la maquinita e imprimir más bitcoins porque, simplemente, el sistema no lo permite y es por ello que bitcoin es una magnífica unidad de cuenta —las unidades de cuenta son siempre las mismas— lo que hace que sea, al mismo tiempo, un magnífico acumulador de valor.

En tiempos como estos en que, debido a la crisis, los gobiernos hacen funcionar intensivamente sus máquinas de imprimir, es natural que el dinero de muchos millonarios y grandes corporaciones acuda a refugiarse al bitcoin.

Y la tercera diferencia de esta divisa gobernada por todos y no por unos pocos es que en sus monedas no está grabada ni impresa la cara de ningún cara. Una genial burla del destino es que el creador de este maravilloso invento renunció a la fama y a ser conocido y firmó sus documentos fundacionales con el nombre supuesto de Satoshi Nakamoto, una persona inexistente.

¿Triunfarán las criptomonedas?

Sin duda.

Comprendo que, si usted ha pasado su vida contando y anotando con números romanos, habituarse a los arábigos le cueste pero, es indiscutible, que aquellos no pueden competir con estos a la hora de realizar operaciones aritméticas de forma que, antes temprano que tarde, usted los abandonará.

La superioridad de bitcoin (de las criptomonedas) frente al dinero fiduciario como unidad de cuenta o acumulador de valor está fuera de toda discusión por lo que nuestro actual dinero fiduciario, como los viejos números romanos, va camino de la obsolescencia.

Solo la voluntad de los gobiernos de seguir agarrados a la manivela de imprimir dinero obstruye la más rápida difusión de las criptodivisas, pero esto tampoco aguantará mucho, primero tratarán de hacer pasar sus divisas fiat por criptodivisas (todos los gobiernos están ya en eso) pero pronto habrán de aceptar la inutilidad de esas unidades de cuenta de valor alterable por unos cuantos políticos.

¿Significa esto que la humanidad mejorará y será todo más democrático y feliz?

Pues… esa pregunta es harina de otro costal y materia de otro post.

Cómo acabar de una vez por todas con la Independencia Judicial (III): hackear los sistemas informáticos judiciales.

Si usted desea paralizar o controlar la completa actividad de la administración de justicia española el método más eficaz y rápido para hacerlo es hackear sus sistemas informáticos.

En los servidores de la Administración de Justicia Española se almacenan datos secretos —incluso al nivel de los secretos de estado— que pertenecen, por imperativo legal, al Poder Judicial.

Imaginen cuán importante sería para cualquier grupo poderoso tener acceso, no ya a los datos, sino siquiera a los metadatos, de nuestra administración de justicia. Es por eso que el sentido común y la ley ordenan que los datos (y los metadatos) contenidos en los expedientes judiciales sean propiedad exclusiva del Poder Judicial1 y, tan es esto así, que ni la mismísima Agencia Española de Protección de Datos puede, legalmente, tener acceso a ellos2.

Sí, los datos que obran en los expedientes judiciales pertenecen al poder judicial y sería lamentable que nadie ajeno a él pudiese llegar a controlar sus sistemas informáticos y sus archivos. Imaginen que un ministro investigado y que se jugase su cargo político pudiese hackear los sistemas informáticos judiciales o pedirle a un conmilitón que lo hiciese por él, sería terrible; o que un gobierno autonómico, decidido a realizar un referéndum ilegal por la independencia, lograse paralizar los sistemas informáticos judiciales de su comunidad autónoma porque tiene el control de ellos; o que un grupo que ha apoyado a terroristas en el pasado pudiese hacer desaparecer los registros informáticos de sus crímenes, o que sus adversarios políticos se apoderasen de datos reservados…

Pues bien, todo esto que les cuento es lo que ocurre exactamente en España, pero no porque nadie delinca, no, en España el hackeo se produce de forma oficial y con todas las bendiciones de nuestra clase política. Es tan acojonante que parece increíble pero no, es así, dejen, dejen que les cuente.

En España, los datos que obran en los expedientes judiciales y que son propiedad del Poder Judicial no están bajo el control del Poder Judicial porque, en los juzgados de España, ni un solo ordenador es propiedad del Poder Judicial. Los datos de los juzgados se almacenan en servidores bajo el control del Ministerio de Justicia (Poder Ejecutivo) o de las Consejerías de Justicia de las diversas comunidades autónomas (Poderes Ejecutivos). Sí, ministros y consejeros, algunos condenados judicialmente, son o han sido los dueños y señores de unos datos de los que es único titular el Poder Judicial.

Es acojonante, pero más acojonante aún es que esto se acepte como normal por el común de los operadores jurídicos en España.

Y, por si esta aberración del hackeo oficializado de los datos judiciales en España no fuese suficiente, el panorama ha sido deliberadamente completado con un despliegue de recursos informáticos que no se le habría ocurrido ni al peor enemigo de la justicia: planes informatizadores insensatos que han dado lugar a un sinnúmero de sistemas difícilmente compatibles; contumacia infinita para gastar una y otra vez dinero público en la obtención de la misma herramienta; contratos tan irresponsablemente realizados que han dado lugar a que empresas «cárnicas» realicen los trabajos con clara explotación de sus trabajadores; uso y abuso de software propietario que no puede garantizar la inexistencia de puertas traseras ni permiten auditar su seguridad… Y, luego, la guinda: la caradura infinita de ministros y consejeros de llamar «moderno» a lo obsoleto, «modernización» a la desactualización programada y «eficaces» o «racionales» a las mayores insensateces y basuras informáticas con que pueda dotarse a una administración.

En España, que un programa funcione ya nos maravilla y nos acostumbramos a él por muy malo que sea, este era el gran peligro de LexNet y, aunque lo avisé en su día, nunca dejaré de lamentarme de haber acertado.

Hackear LexNet en 2016 era un trabajo de niños y que podía realizar cualquier abogado casi sin conocimientos informáticos pero, con toda desvergüenza y conciencia de su falsedad, se presentó la terrible falla de seguridad por el entonces ministro como un ataque de hackers y de 49 abogados malvados. Y no pasó nada. Hoy LexNet es la misma basura que siempre fue pero como, aunque mal, funciona, habremos de seguir sufriéndolo y habremos de seguir soportando que, ministro tras ministro, nos canten con toda desfachatez sus virtudes. Miren, la única virtud de LexNet es permitirnos comprobar la poca o mucha vergüenza de cada nuevo ministro.

Sí, créanme, la mejor forma de controlar, paralizar o incluso acabar con la administración de justicia en un país es hackear su sistema informático. Lo admirable es que en España quien lo ha hackeado desde siempre y con intención de hacerlo para siempre es el Poder Ejecutivo; es decir, rectius, los partidos políticos que en cada momento lo ocupan; de forma que, en esas manos, exactamente en esas manos, estamos.

Y el ministro viene a hablarnos de modernización.

Me descojono.


Notas

1.La titularidad de los datos se establece en el artículo 236 bis y siguientes de la Ley Orgánica del Poder Judicial.

2.El artículo 236 nonies de la LOPJ establece con toda claridad que las competencias de la Agencia Española de Protección de Datos las ejercerá el Consejo General del Poder Judicial en el caso de los datos jurisdiccionales, literalmente: 1. Las competencias que la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, atribuye a la Agencia Española de Protección de Datos, serán ejercidas, respecto de los tratamientos efectuados con fines jurisdiccionales y los ficheros de esta naturaleza, por el Consejo General del Poder Judicial.

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Patatas fritas

Últimamente se me está haciendo difícil subir fotos de mi comida; algunas de mis followers son tan observadoras que, si bautizo el plato como «pollo con champiñones» y no lleva champiñones, se apresuran a desenmascararme y a denunciar la superchería.

Hoy se ve el pollo (se ve), se ven los champiñones (bajo él) y se ven… Patatas fritas, sí, patatas fritas.

Mi doctora me ha aconsejado que me guarde de los hidratos de carbono de inmediata disposición y que sea cicatero en el consumo de harinas, pastas y tubérculos como las patatas, lo que desconoce mi doctora es que las patatas fritas son como la misma vida.

Cuando te enfrentas a un plato de patatas fritas sabiendo que es una ocasión extraordinaria, atacas el plato con ansia y comes sin tasa hasta que ves que, como sin sentirlo, te has comido medio plato y las patatas que quedan comienzan a menguar. Es entonces cuando las empiezas a comer despacio, morosamente, disfrutando cada patata, masticando lento y saboreando profundo.

Sí: no hay nada como un buen plato de patatas fritas.

Con la vida pasa algo parecido, cuando ya te has comido medio plato y te quedan menos años por vivir que los ya vividos, también empiezas a masticar despacio y a saborear profundo. Ya no estás para que nadie te quite patatas dándote la tabarra con cosas que tienen importancia para ellos pero que no son importantes para ti; ya no pierdes tu tiempo compartiendo las pocas patatas que te quedan con gentes sin fondo. No, no estás para desperdiciar patatas, cada año que te queda quieres disfrutarlo —aunque venga malo, como este 2020— y vivirlo profundamente, tan profunda e intensamente como sea posible. Y no quieres que te distraigan pues a estas alturas ya solo quieres vivir cosas que te atraigan.

La fortuna, por el momento, me es favorable y aún me quedan años y patatas en la despensa, así que, con su permiso, voy a concentrarme.

Va por ustedes.