La serie «Gambito de Dama» ha puesto de moda el ajedrez y el papel de las mujeres en este juego. Mucha tela que cortar para una sola serie y para un solo post.
La abrumadora presencia masculina y la casi inexistente femenina en los torneos de ajedrez de los siglos XIX y XX alimentó teorías pseudocientíficas sobre la teórica superioridad masculina en este juego. Particularmente delirantes resultaron las teorías psicoanalíticas de corte freudiano que sostenían que, como el rey de ajedrez era, al propio tiempo, símbolo del padre y del propio falo, solo los hombres jugaban bien al ajedrez dado su innato deseo de «matar al padre» derivado del Complejo de Edipo. Personas bastante normalitas como el Campeón del Mundo Wilhem Steinitz, debido a su tendencia a jugar con su rey en posiciones expuestas, acabó recibiendo la poco gratificante etiqueta de «exhibicionista».
La consecuencia de todo esto fue algo que aún perdura y que a mí, personalmente, me irrita: la existencia de torneos femeninos de ajedrez.
Una de las jugadoras en que se inspira Gambito de Dama es la prodigiosa Judith Polgar, la jugadora con mayor rating de la historia. Judith fue una niña prodigio que, junto con sus hermananas Zsusza y Sofía recibieron una educación especial —no fueron al colegio— por parte de su padre el profesor Laszlo Polgar, que hubo de conseguir para ello una autorización del régimen comunista que entonces gobernaba su país. Las tres hermanas son, entre otras cosas, fortísimas jugadoras de ajedrez, dedicándose Judith profesionalmente a él hasta hace poco tiempo en que anunció su retirada. Judith jamás aceptó jugar torneos femeninos y, en un ambiente hipermasculino, rompió con la exclusividad de los hombres. Si no has visto ninguna partida de ella hazlo: espectacular y agresiva sus partidas son siempre dignas de ser reproducidas y muchos campeones mundiales cayeron en las garras de la genial Judith. Su vida no es una serie, es pura realidad.
Quizá la situación de la mujer en el ajedrez y en el mundo la ilustra perfectamente el campeonato del mundo que se celebró en Irán en 2017 donde se condicionó la participación de las jugadoras a tener que llevar el hiyab.
No jugar este campeonato puede arruinar la carrera de una profesional pero actitudes como la de la Campeona de los USA Nazí Paikidze o de la Campeona y Subcampeona del Mundo (y firme candidata al triunfo ese año) la ucrania Mariya Muzychuk (ambas abajo en las fotografías 2 y 3), que se negaron a jugar, devuelven la fe en el género humano.