Hace 13 años que los juegos de manos de los bancos a escala planetaria condujeron a una crisis económica que, 13 años después, aún dura. Los bancos decidieron jugar al monopoly con las hipotecas de las viviendas y, creando con ellas un mercado secundario, nos sorprendieron con fenómenos como la «titulización», las «sub-prime» y otra jerga técnica al parecer específicamente diseñada para operar a las espaldas de los consumidores.
Fueron el sistema financiero y político los que permitieron este abuso y, para cuando quebró Lehmann Brothers (esto sí que era un negocio piramidal), mucha gente, en el mundo de la informática, estaba harta.
No es de extrañar que ya en 2009 apareciesen «whitepapers» hablando de sistemas monetarios que, en lugar de estar en manos de políticos y financieros, estuviesen en manos de los usuarios, donde todos estuviesen sometidos a la ley pues, en esos sistemas, la ley se expresa en códigos (códigos informáticos) que no pueden ser vulnerados. Con los códigos legales humanos siempre podemos utilizar la opción de quebrantarlos, pero el código informático, en su entorno, es tan determinista como la ley de la gravedad: no puede ser quebrantada. Si el programa dice que no puedes hacer algo simplemente no puedes hacerlo y, si dice que puedes hacerlo, en su micrometaverso puedes hacerlo por extraño que te parezca. En los juegos de ordenador la ingravidez existe.
Esta inexistencia de control financiero o político y este sometimiento de todos al código sorprendió a la comunidad del dólar («in God we trust») por una nueva forma de pensamiento descentralizado («in Code we trust») que no era más que una legítima heredera de la red no jerarquizada que es internet, de los sistemas peer to peer (P2P) y de la mentalidad distribuida que impregna la creación informática avanzada.
Naturalmente el sistema fue ignorado al principio, objeto de burlas después, atacado en algunos lugares (nada más contrario al espíritu de este sistema que las CDBC como el Yuán chino, por más que se camufle de criptomoneda) y, en general, viviendo un éxito preocupante para muchos de los actores de aqurlla crisis de 2008 (que ven peligrar su posición de privilegio) y fascinante para muchos otros que creen ver en este mundo y la tecnología que lo sustenta un nuevo océano azul.
Quienes montaban a caballo se burlaban del automóvil porque se atascaba en los caminos de barro de la época, muchos de los que vivieron el nacimiento de la informática tardaron en abandonat sus máquinas de escribir —el malo conocido— y aún recuerdo a todo un presidente del Tribunal Superior de Justicia de mi región recomendando no usar tarjetas de crédito en la red.
Internet llegó a España en torno a 1998 y hoy, 23 años después, es parte inseparable de nuestras vidas; la primera criptomoneda se diseñó en 2009 y hoy la capitalización de este mercado está en torno al billón (europeo) de dólares; es decir, un uno seguido de 12 ceros. Negarse a ver el elefante en el salón no es, pues, una opción válida. Si la población mundial sigue adoptando el uso de criptomonedas a este ritmo el valor de las mismas dentro de solo cinco años será difícilmente imaginable.
Frente a este panorama algunos países han tratado de adoptar medidas restrictivad (Nigeria, Turquía…), otros han aprovechado la situación y tratan de aprovecharla aún más en el futuro (si usted viaja a China a ver las Olimpiadas de 2022 necesariamente habrá de usar la criptomoneda oficial China, el Yuan, un instrumento de control tan atractivo de usar como infame en su intencionalidad) y, los más inteligentes, simplente están en trance de regularla e incorporarla a su sistema económico.
Lo mismo han hecho los bancos, bancos como JP Morgan y fondos de inversión como GrayScale se han aplicado al uso y adopción de estos instrumentos, otros, simplemente han preferido cerrar los ojos.
No importa lo que piense usted de las criptomonedas, como no importó lo que usted pensase de internet o de la Inteligencia Artificial; la tecnología blockchain existe y eso es una realidad independiente de lo que usted piense. El mundo usará esa tecnología, de usted depende que se use para ampliar la libertad individual y restringir la corrupción, o que se use como herramienta de control de la población por parte de los gobiernos (China).
Las decisiones inteligentes son decisiones informadas, no opine con fundamento solo en sus juicios anteriores (pre-juicios) estudie la tecnología y opine después.
Hoy hace diez años que Satoshi Nakamoto escribió su último mensaje.
Negarse a ver el elefante en el salón no es una opción. Me encanta 👏👏