HODL!!

Al dinero que usamos para pagar el desayuno, a ese que llevamos en el bolsillo en forma de billetes o monedas, se le llama dinero «fiat»; y no es porque lo fabrique la homónima fabrica italiana de automóviles sino porque su único respaldo es la fe.

No hay oro tras él ni ningún tipo de garantía por parte del estado, no representa ninguna participación en la economía del país al modo de una acción, no: el dinero fiat sólo tiene valor porque nosotros se lo damos y porque confiamos en que los demás se lo den.

Esta fe se rompe pronto, porque, como no hay mayor tentación que poder generar riqueza simplemente imprimiendo papeles de colores, los gobiernos se aplican a ello con tanta dedicación que, muy a menudo, los ciudadanos pronto aprenden que el dinero fiat no es otra cosa que eso: un papel coloreado. Pregunten a un venezolano, a un argentino o a un turco cuánto vale el dinero fiat, su respuesta estará muy lejos de la que den un francés o un estadounidense.

Y una vez dicho esto les sugiero que no desprecien la fe; en la base de las mayores hazañas y las mayores atrocidades cometidas por el género humano está y ha estado la fe. Por un trozo de tela teñida de colores mataban y morían los soldados de Napoleón y durante siglos los creyentes en la cruz o la media luna se han matado eficacísimamente.

No, no desprecien la fe, la fe mueve el mundo y eso lo vemos en el dinero, es la fe en él la que lo hace tan apetecible para los seres humanos.

Y si la fe es el sustento del dinero ¿no será la fe fanática en estos medios de pago la verdadera medida de su valor?

Todas estas cosas las venía yo pensando esta mañana mientras comprobaba que el Bitcoin, últimamente, no levanta cabeza y no pasa de los 36.000$ por unidad, muy lejos de los 63.000$ a que llegó a cambiarse.

¿Han perdido la fe los tenedores de Bitcoin?

Sorprendentemente no, los exchanges se vacían de bitcoins (nadie quiere vender) y esto me ha recordado la época en que Bitcoin bajó de 17000$ a 3000$ pero el 86% de los tenedores de bitcoin mantuvo tenazmente sus activos. Quienes pronosticaron el fin del bitcoin (se ha pronosticado más de 100 veces) finalmente reconocieron que nada se podía hacer contra aquella masa de «zelotas» de las criptodivisas.

Si la fe es el único soporte del dinero debemos reconocer que Bitcoin (y el resto de las criptomonedas) acumulan una inquebrantable fe en ellas y en que la tecnología que ellas materializan antes o después sustituirá a los papeles coloreados que ahora llamamos «dinero».

Toda esa masa de zelotas se llaman a sí mismos «hodlers» y tienen un grito de guerra: HODL!!

Y si es la fe el único respaldo del dinero, a lo que se ve y por lo que se ha visto, aparentemente tienen la batalla ganada.

Incapaces de soñar

Nací el 25 de febrero de 1961. El 12 de abril de 1961 la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) lanzó al primer ser humano al espacio y el 25 de mayo de ese mismo año el presidente John F. Kennedy anunció que antes de que acabase la década los Estados Unidos colocarían un hombre en la luna y lo devolverían sano y salvo a la Tierra.

De todo esto han pasado 60 años. Cuando yo nací la nueva frontera era el espacio y la humanidad buscaba su lugar en ella.

¿Por qué habrían los soviéticos de colocar seres humanos en órbita o los norteamericanos llevarlos hasta la luna?

Sé que ustedes me responderán que, en medio de la guerra fría, dominar el espacio era un objetivo estratégico demasiado evidente y sin embargo… Yo prefiero quedarme con la explicación que dio John F. Kennedy en su histórico discurso del 25 de mayo de 1961. Ir a la luna era algo tan disparatado e innecesario que resultaba absolutamente necesario para un país que veía como, por meses, su gran rival, la URSS, les ganaba uno tras otro todos los envites: Kennedy dio a los norteamericanos un objetivo común. El coste económico del proyecto, hoy día, es todavía difícil de imaginar.

Kennedy, además, tuvo el acierto de señalar la nueva frontera, la nueva tierra de promisión, que, al menos y durante las dos décadas siguientes sería el espacio hasta que, insensiblemente, fuese substituida por el ciberespacio, la nueva frontera donde, más prosáicamente apegada a la superficie de nuestro planeta, nos jugamos en este momento los derechos fundamentales de los seres humanos.

Más de sesenta años después volveremos a hacer lo que la humanidad hizo cuando yo solo tenía 9 años.

Ahora, que tengo 60, me gustaría ver que en mi ciudad o en mi país fuésemos capaces de fijarnos un objetivo común tan lejano e imposible como el que se fijo Kennedy. Porque sé que tenemos conocimiento, recursos y capacidad para llevarlo a cabo, y porque estoy harto de escuchar discursos sietemesinos de líderes que son incapaces ni siquiera de soñar.

A diez años del #15M

El negocio de los bancos es prestar dinero y parte fundamental de ese negocio es recuperar el dinero que prestan cuando no se les paga. Para ello el estado pone a su disposición toda una organización llamada «Administración de Justicia» que los bancos utilizan intensivamente.

Para cobrar sus deudas los bancos pueden utilizar cualquiera de los juzgados existentes en cualquier partido judicial de España; gozan de procedimientos específicos para que las cosas les sean más rápidas —ejecuciones hipotecarias— y entre todos los españoles pagamos con nuestros impuestos este último eslabón negocial de las entidades bancarias.

En cambio un ciudadano no va a un juzgado más de una o dos veces en su vida y, si es para demandar al banco por su hipoteca, debe viajar a la capital de su provincia y ha de usar, no un procedimiento especial y rápido como el banco, sino uno llamado «procedimiento ordinario». Los juzgados, de paso, mientras cargan implacablemente y desde el minuto cero un 30% para intereses gastos y costas al pobre ejecutado, discuten y reducen las costas que han de percibir los consumidores por las tropelías del banco. Igualdad de trato llaman a eso.

Todo esto no es culpa de los bancos, esto es culpa de los sucesivos gobiernos que hemos ido votando que lo han tolerado y lo han fomentado. Que el gobierno sea de izquierdas o de derechas, para los bancos y al menos en este aspecto, no supone diferencia alguna.

Gracias a esto los bancos ven, no solo cómo les pagamos entre todos los pufos cuando los cometen, sino que, además, se regocijan viendo cómo entre todos les pagamos la cuerda con que ahorcarán a quienes tengan la mala fortuna de quedarse sin empleo.

Ese es el campo de juego en el que la sociedad va a jugar la partida de la crisis y, mientras se pregunta a quién podrá votar que no haga lo mismo que han hecho todos, trata de pensar cómo se enfrentará a un futuro inquietante.

¿Es que es imposible que algo cambie alguna vez?

Este año se cumplen 10 del 15-M.

Lo que sabe un salvaje pero ignora un ministro

La cooperación está en la base del éxito de la especie humana y esa cooperación se fue escribiendo a lo largo de millones de años de evolución en nuestros genes hasta completar un código genético, un texto escrito apenas con cuatro letras (GTAC) pero que es el que encierra la definición precisa de lo que es humano y lo que no.

La naturaleza no conoce otra medida del éxito que la de la replicación: una especie es evolutivamente exitosa si se reproduce abundantemente y para sobrevivir como especie —algo que en concretos momentos del pasado llegó a parecer imposible— el ser humano se atuvo la cooperación como estrategia exitosa.

En todo este asunto de la evolución el papel central lo ocupa la reproducción y esa tarea, en el caso de la especie humana, se lleva a cabo en el cuerpo de las mujeres. Para el equipo humano las mujeres y su trabajo como encargadas de la reproducción de la especie es, biológicamente hablando, central y eso ha definido muchas de las características de la especie humana.

Traer al mundo una nueva vida es un trabajo duro al que hay que dedicar muchos recursos biológicos y vitales. Parir es duro y para nuestras antepasadas iba su propia vida en cada nueva apuesta, y no solo su vida, una cría humana no sobrevive sin la compañía y el cuidado de su madre y todo eso hace que traer al mundo hijos sea algo muy serio para la especie humana, sobre todo para ellas.

Nos dicen los antropólogos que, dadas estas duras condiciones, los humanos que más éxito reproductivo obtuvieron fueron aquellos que ayudaron a las madres a llevar a cabo su tarea central, aquellos padres que no abandonaban a su pareja y a su prole, sino que cooperaban con ella tratando de que pudiese llevar a cabo su tarea y nos dicen lls antropólogos también que, por lo mucho que se juegan, son las mujeres las más cuidadosas a la hora de elegir pareja, no pueden correr el riesgo de irse con el primer majadero que pase…

La humanidad se construyó sobre el principio sagrado de que toda la comunidad esté orientada a proteger unas cuantas cosas sagradas: el cuidado de los niños (nada encoleriza más a los seres humanos que el maltrato a los niños) y el respeto a la tarea biológica vital de quienes les traen al mundo.

Y me jode, sí, me jode mucho, que lo que sabían tribus de salvajes desnudos que vagaban por las sabanas matando y muriendo, no lo sepa una administración de justicia ni un ministro de justicia que permiten que hoy, día de las madres, las procuradoras y las abogadas no merezcan el respeto que, como madres, habrían tenido en la tribu más primitiva y salvaje del mundo.

Y siento que me llevan los diablos.