En la duermevela confusa de la siesta escucho lejanamente que la radio informa de un incidente entre unas orcas y un barco en aguas del Cabo de Palos y, en la bruma somnolienta de esta tarde de verano, me viene a la memoria la historia de Jack; «Pelorus» Jack.
La primera vez que se le vio fue en 1888 cuando la goleta «Brindle» enfilaba el canal llamado «Paso Francés», un peligrosísimo pasaje que conecta el Estrecho de Cook con la Bahía de Tasmania, en Nueva Zelanda.
Cuando los tripulantes del Brindle vieron a Jack su primer pensamiento fue matarlo pero, afortunadamente, en aquella época las sartenes eran de hierro y la mujer del capitán experta en ordenar las ideas de los marineros. Haciendo uso de sus dotes persuasivas convenció a los marineros de que no hiciesen daño a Jack y este, para sorpresa de todos, acomodó su marcha al andar de la goleta y comenzó a marcarle el rumbo seguro en aquel peligroso estrecho.
Porque el Paso Francés era y es un lugar lleno de rocas y corrientes donde lo fácil es acabar perdiendo el barco, pero no entonces. No entonces porque Jack, desde 1888 en adelante, tomó el hábito de guiar a los barcos que se enfrentaban al paso del estrecho y lo hizo con tal seguridad que ningún barco guiado por Jack se perdió nunca. Los marineros, gente supersticiosa y con el miedo propio del ser humano en los lugares de peligro, comenzaron a negarse a atravesar el estrecho hasta que Jack no viniese y, solo cuando él aparecía, largaban velas para seguirle.
Pero idiotas hay en todas partes y en los barcos también. En 1904 y seguramente porque optaba al disputado premio de tío más imbécil del mundo, un pasajero del SS Penguin, mientras este seguía el rumbo que Jack le marcaba, decidió probar su puntería y disparar contra él.
Jack sobrevivió al disparo pero el incidente llegó hasta el Parlamento donde, por primera vez en la historia, se aprobó una disposición protegiendo la vida de «Pelorus» Jack. Se cree que Jack fue el primer animal específicamente protegido de la historia.
Jack no dejó por eso de guiar a los barcos por el estrecho, a todos, claro, menos al Penguin, que, quién sabe si por eso, acabó naufragando en 1909 en el mismo Estrecho de Cook.
Jack desempeñó su trabajo entre 1888 y 1912 en que fue visto por última vez.
La presencia de un ballenero noruego en aquellas aguas disparó los rumores de que Jack había sido arponeado pero no es probable que así fuera. Jack, el delfín, tenía ya la cabeza blanca y el cuerpo pálido, signos evidentes de vejez en el mundo de los delfines y lo más probable es que muriese de viejo.
La historia de Jack guiando a los barcos me vuelve a la memoria ahora que oigo que las orcas tienen raros comportamientos y pienso si, como a los tripulantes del Penguin, no nos estará llegando la hora de pagar las canalladas que hacemos a todos los Jack del mundo.
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