Lo único cierto, como intuyó Heráclito, es el cambio; «natura non facit saltus» nos dijo por su parte Gottfried Leibniz y es verdad, pues, como demostraron Darwin y sus seguidores, en la naturaleza no hay creación sino evolución.
Por eso es bueno saber que ningún pensamiento humano aparece de la nada y que ni siquiera las religiones aparecen «ex nihilo», sino que son hijas de otras religiones que gobernaron las vidas de las personas y evolucionaron en otras generaciones de personas.
Hoy, leyendo un texto moral acadio dos mil doscientos años anterior a Jesucristo, me he encontrado con el siguiente pasaje:
«No devuelvas el mal a tu adversario; paga con bondad al que te hace mal, haz justicia a tu enemigo. Sé amigo de tu enemigo.»
«Sé amigo de tu enemigo», no es en casi nada diferente del «ama a tu enemigo» y el «paga con bondad al que te hace mal»; parece incluso estar un punto más allá del «poner la otra mejilla» que se contiene en unos textos dos mil doscientos años posteriores y que, sin duda, conoces bien.
«Nihil novum sub solem» o, como dijo Salomón, nadie descubre nada nuevo, sólo recuerda algo que, antes, olvidó.