A mí me gustan los cuentos ¿qué quieren que les diga?
Hubo un tiempo en el que no existieron la radio, ni la televisión; un tiempo en el que la lectura o la escritura estaban reservadas a un pequeño grupo de gente, un tiempo en el que la diversión de los grupos sociales dependía de las habilidades de los propios componentes del mismo para entretenerse los unos a los otros.
Ese tiempo fue largo, tan largo que, muchas de las historias que se contaron los seres humanos en aquellas noches, se difundieron por todo el mundo adaptándose a las peculiaridades locales. Tan largo que, cuando se recogen aquellas colecciones de cuentos se observan patrones regulares en las historias ya provengan estas de Zimbawe o de Galifa (esta noche he disfrutado una de ellas) revelando curiosos patrones del alma humana.
Como seguramente tú o tus hijos veréis hoy alguna película de Walt Disney protegidísima con copyright y severos derechos de autor, es bueno que recuerdes que su éxito se debe a haberse apropiado y adaptado de cuentos ajenos: Blancanieves, Cenicienta, Aladino… La carrera de Disney es deudora del ingenio humano del que él, ahora, se ha apropiado.
Esta noche larga previa a la nochebuena he decidido entretenerme leyendo cuentos, pero cuentos de mi tierra, de Cartagena, recogidos sobre el terreno por Anselmo J. Sánchez Ferra en un estudio antropológico que me trae de nuevo a la memoria la voz de mi bisabuela contando historias de El Espinar, o de Fuente Álamo, o de Los Dolores. Porque no son lo mismo las historias de Pachequeros que de Perineros, ni se cuentan igual las cosas en el Algar que en el Llano. Hoy los grandes medios de comunicación uniformizan la sociedad y es por eso que esta noche, leyendo cuentos de Cuesta Blanca o Los Puertos, recupero la dimensión exacta del mundo.
Porque en Cartagena también tenemos nuestras Cenicientas, nuestras sirenas, nuestra historia de la liebre y la tortuga, nuestros tontos oficiales (curiosísimo el papel de Perín como objeto de burlas quizá producto de un oscuro origen judío de su población) y hasta nuestra teología con unas historias de Cristo y San Pedro que harían desternillarse al papa Francisco.
En fin, que para muestra, les dejo uno de esos cuentos de príncipes y bellas encantadas contado en la forma en que la contaría mi abuela. Esta versión es de La Puebla y si son de aquí reconocerán los recursos retóricos del narrador y hasta su acento y, si no son de aquí, traten de imaginarlo. Afortunadamente los de Disney aún no la han descubierto.
Con ustedes, el «Cuento de las tres naranjas».
Comenzamos…
«Pos esto era un prínsipe que iba en su caballo pos
recorriendo el mundo, ¿no?, y tenía mucha
sé y no encontraba agua, y entonses vio un huerto de naranjos y se metió a ver si cogía una naranja para refrescarse la boca y encontró que había en un árbol pos tres naranjas preciosas y antonses las cogió.
Cogió una, se puso a comérsela y al abrirla tenía un espejo de oro y él pos se lo echó al bolsillo. Na, pos cogió otra y entonses s’encontró un peine de oro:
—¿Pos esto qué es? ¿Esto es un encanto o esto qué es?
Pos na, entonses cogió la tercera; entonses al abrirla pos salió una chica muy guapa, guapísima, y ya pos s’enamoró d’ella solamente al verla porque era una preciosidá.
Pos nada, pensó de llevársela y casarse con ella pero claro, dise:
—¿Cómo voy yo a llegar a mi casa, un príncipe o un futuro rey, a decirle a mi padre que me voy a casar, asín, de golpe? –dise
—Mira, te voy a dejar aquí. A la orilla de un río había un árbol muy grande, -dise-, te voy a dejar aquí ensima del árbol y tú no te bajes mucho porque cualquier alimaña o algo te puede hacer daño. Tú ahí encima del árbol y yo voy y l’explico a mis padres las cosas, preparo las cosas y enseguida te llevo y nos casamos.
Total que la chica allí se queda y nada, pos
allí está; y el chico se va, el príncipe. Y abajo
pos pasaba un río y venía tos los días una gitana
mu fea y muy negra con una cántara a por agua al río, se ponía en el río y cuando se ponía a cargar la cántara pos se veía tan negra y tan fea, y la cántara sabemos que las cántaras son blancas, desía:
—Cántara, cantarera, tú tan blanca y yo tan negra… ¡rómpete cantarera!
Y así la gitana. Hasta que un día la otra que la estaba observando pues esta la vea través del agua, la ve a la qu’estaba en el árbol, dise:
—¡Aoh, qué guapa! ¿Quién eres tú?
Y antoses la chica l’explica lo que había pasao,
qu’el príncipe había ido y tal. Claro, y ella, la gitana, pensó y entoses:
—¡Anda, bájate, bájate que te voy a peinar! ¡Verás qué guapa te voy a dejar, queyo sé muy bien peinar con ese peine de oro que tienes! ¡Bájate que te voy a peinar!
Entoses se bajó y se puso a peinarla y entoses
le clavó un espetón en la cabeza ala chica y se convirtió en una paloma. Y entoses pos na, cuando llegó el príncipe lagitana pos se subió al árbol y hiso el papel de la otra, cuando llegó el príncipe
dise:
—¡Tú no eres la muchacha que yo me pienso casar!
—¡Hombre, claro que soy! Lo que pasa es que me has dejao aquí tanto tiempo que m’e puesto más negra, de tanto sol pues m’e puesto muy negra.
Bueno, ya claro, como coincidía to lo que decía y tenía el espejo, el peine, todo, na pos se la llevó,
pos na:
—Se habrá puesto fea del monte y del bosque.Y se la llevó y se la presentó a sus padres y na. Y claro, pos ya aquella noche hisieron una recepción, un banquete pa festejarles, y cuando estaban en el banquete posaparese una paloma y venía y en el plato del prínsipe comía y en el de la gitana cagaba, y en el del prínsipe comía y en el de la gitana cagaba.
Dise la gitana, le dise a él:
—¡Oye, dile a tus criados que vengan y maten a este bicho, que mía qué asqueroso que es!
Desía él:
—¡Ay, pero no, pero si es una paloma! ¡Mira qué bonica que es!
entoses coge la paloma, dise:
—¡Si es presiosa!
Y ella:
—¡Déjala qu’es asquerosa! ¿No ves que se caga, no ves qu’es una asquerosa?
Claro, no quería que la cogiera porque sabía quién era. Y antoces pues él la coge, empiesa a pasarle la mano y dise:
—¡Ay, mira que lleva un espetón aquí clavao
en la cabeza!
Y entoses se lo quitó y se convirtió otra vez en la chica, y entoses pos claro, la gitana la castigaron, la metieron en las mazmorras, y la muchacha pos ya se casó yvivieron felices y comieron perdices y a mí no me dieron.»
Comieron perdices y a mí no me dieron… Otro día comentaremos los recursos narrativos, musicales y, como puedo imaginar hasta los gestos del narrador, hasta podremos divertirnos con un análisis de los recursos dramáticos usados por la población.
En fin, que lo pasen ustedes bien esta noche, sean felices y, si pueden, cuéntense historias y traten de divertirse.
Feliz navidad.