Supongo que si mantengo un blog personal debería expresar en él lo que pienso a día de hoy sobre la Guerra de Ucrania. No creo que esto interese a nadie pues toda la población tiene su opinión sobre el tema pero, escribiéndolo, dentro de unos años —si es que la humanidad y yo seguimos existiendo— podré leerlo y saber cuán equivocado estaba.
Comencemos.
Yo no soy un experto militar ni tengo fuentes de inteligencia distintas de las absolutamente nada fiables informaciones que llegan a través de los medios de comunicación, pero sí parto de una posición inicial: la agresión rusa a ucrania carece de justificación suficiente.
En un entorno donde la guerra total es inviable pues conduce a la destrucción mutua asegurada, una potencia nuclear ha agredido a un estado que carece de armas nucleares y cuyo arsenal es muy inferior al del agresor. La derrota militar del agredido, pues, parece clara a corto o medio plazo.
En ese contexto muchos países están enviando armas convencionales a los soldados ucranianos que han decidido luchar esta guerra perdida y España ha enviado dos aviones cargados básicamente de lanzagranadas RPG y ametralladoras ligeras.
Leo las opiniones que traen las redes sociales y, como casi siempre en España, las mismas suelen responder a la adscripción política de quien las emite, nada distinto de lo que ocurre en el parlamento de forma que trataré de huir de esas bases y expresar mi propia opinión.
Debo insistir en que mi planteamiento de partida es el de que la agresión rusa a ucrania carece de justificación suficiente y es a partir de ese criterio desde el que construyo mi opinión sobre el envío español de armas a Ucrania. Discúlpenme aquellos que creen que la agresión a Ucrania está justificada, sobre eso podemos dialogar otro día.
«Ríndanse para evitar mayor mortandad», «si se rienden redpetaremos sus vidas»… Estos suelen ser los mensajes de los ultimátums que, durante toda la historia, han enviado los sitiadores a los sitiados, los agresores a los agredidos y los que creen encontrarse en posición de ventaja al enemigo en desventaja que, aunque inferior, aún puede infligir daño.
Sí, este y no otro suele ser el mensaje del agresor para que los agredidos se rindan y no dificulten su agresión ni le causen bajas y, ese mismo mensaje, se puede emitir —y de hecho se ha emitido— de otras muchas formas: «si váis a perder ¿para qué queréis armas?», «prolongar la resistencia solo causará más muertos: negociad», «hay que trabajar por la paz, no por la guerra, dejad de combatir»… Todas estas formas de expresar la primera idea son sinónimas: ríndete y no te resistas. Nadie negocia cuando tiene una pistola apuntándole a la sién, cuando eso pasa nada hay ya que negociar y en las guerras pasa eso.
La naturaleza nos ha enseñado que para defenderse no es preciso ser el más fuerte y que los términos «victoria» o «derrota» son relativos. Un animal herbívoro, para defenderse, no necesita ser capaz de derrotar a un agresor en combate , para defenderse le basta con ser capaz de causar a su agresor heridas o un daño que este no pueda asumir. Una leona puede matar a casi cualquier herbívoro pero, si sufre una pequeña lesión que le dificulte la carrera en la caza siguiente o alguna herida de cuerno que la merme físicamente, su vida entera estará comprometida: ya no podrá cazar con eficacia y morirá. Por eso en la naturaleza las agresiones por la comida suelen ser desproporcionadas, la leona ataca sobre seguro salvo que el hambre la impela a realizar una imprudencia.
En la vergonzosa y animalesca esfera de las guerras humanas la situación es parecida y sobre todo en un contexto donde ya nadie puede usar la totalidad de la fuerza de que dispone porque asegura su propia destrucción. Así pues, en este contexto, ¿de qué sirven dos semanas más de resistencia en Ucrania?
A mi juicio de mucho.
En primer lugar y aunque es casi impensable, este tiempo podría dar margen a que la oposición interna rusa pudiese estructurarse; sí, ya sé que es casi imposible, pero al dirigente que ha ordenado la agresión y a su círculo ese «casi» les preocupa y preferirían no sentirse amenazado por él. Si las posibilidades aumentan reconsiderarán la agresión y buscarán la forma de ponerle punto final.
En segundo lugar permite que las sanciones económicas occidentales se dejen sentir y muchos oligarcas rusos teman por su riqueza. El poder del líder agresor se apoya en dos puntales: una indudable popularidad por un lado y el apoyo de un importante grupo de oligarcas, pero en estos, a diferencia del pueblo, la víscera más sensible de su anatomía es la cartera y prefieren mil veces una patada en el hígado antes que un golpe en sus cuentas corrientes. Si la política del líder ruso amenaza a la riqueza de este grupo de oligarcas, la posibilidad de que el líder ruso caiga para que no caiga la riqueza de estos nuevos boyardos aumenta exponencialmente; y el líder lo sabe.
Sin duda algo de revuelo contra la guerra en las calles ayudaría a este golpe palaciego y es precisamente por eso por lo que el líder agresor está implementando leyes que manden a la cárcel a cualquiera que discuta su decisión. La dureza de las leyes miden el nivel de su miedo.
En tercer lugar, y más importante, las guerras no se pierden o se ganan hasta que todos los agredidos pierden la voluntad de combatir y se rinden y esa lección —que ningún poderoso parece entender— la aprendió Napoleón en España, Nixon en Vietnam y la Unión Soviética y Estados Unidos en Afghanistán. La guerra la pierde quien pierde la voluntad de combatir y eso suele ocurrirle a la población del bando agresor cuando empieza a experimentar sufrimiento a causa de un conflicto al que no encuentra sentido. Los soldados americanos muertos volviendo en bolsas de Vietnam a causa de una guerra que nadie entendía («ningún vietnamita me ha hecho nada malo» dijo Muhammad Ali cuando fue llamado a filas) provocaron que el pueblo americano exigiese la salida de Vietnam y lo mismo ocurrió a la Unión Soviética y después a Estados Unidos en Afghanistán.
El ejército regular ucraniano será con toda posibilidad derrotado pero, aunque esto sea así, la guerra de Ucrania no acabará ahí si los habitantes de Ucrania deciden seguir peleando aunque sea en forma de ataques terroristas o en guerrillas sean estas de la naturaleza que sean.
En ese sentido —debo decirlo— las armas mandadas por España a Ucrania son especialmente adecuadas. Un lanzacohetes RPG es un arma portátil que puede ser manejada con toda facilidad por casi cualquier persona y con él, desde un adolescente a una abuela, pueden destruir desde tanques a helicópteros. El RPG ha sido casi un icono para las guerrillas del mundo: un pastor afghano o una adolescente ucraniana pueden destruir con él blindados de muchísimos cientos de miles de dólares. Este tipo de armas son muy aptas para atacar el principal objetivo estratégico en cualquier conflicto: la voluntad de seguir peleando en la población adversaria.
La guerra de Ucrania no acabará con la destrucción de su ejército regular —cosa altísimamente probable en las próximas semanas si no días— la guerra de Ucrania seguirá mientras queden ciudadanos en en ese país dispuestos a causar daño a los soldados agresores. Eso ha pasado en todos los países del mundo y hay abundante doctrina militar sobre esta forma de combate (incluso Mao escribió sobre el tema) y, conforme a esas doctrinas, las armas que ha enviado España no sólo son apropiadas para que las use un ejército regular, sino que son armas particularmente aptas para que las use una guerrilla o un grupo de personas decididas a no rendirse y eso, aunque resulte triste decirlo, imagino que está tras la elección del tipo de material enviado.
La guerra de Ucrania, como la de Vietnam o Afghanistán, la perderá el bando que antes pierda la voluntad de pelear y —por lo que veo hasta ahora— esa voluntad de continuar la lucha es clara en el bando ucraniano y mucho más que dudosa en el bando agresor (me resisto a llamar Rusia al bando agresor, Rusia es un grandísimo país lleno de hombres y mujeres buenas a quienes admiro) por lo que, a mi juicio, la ocupación efectiva de Ucrania a día de hoy es imposible para el agresor y, si lo hace, solo será a costa de un terrible número de bajas que la población rusa se ha mostrado incapaz de aceptar incluso en el caso de conflictos con países mucho menos armados que Ucrania como Afghanistán. Al igual que para la leona el precio de la «victoria» para los agresores será antes o después inasumible.
Seguramente el líder del bando agresor ya se ha dado cuenta de esto y está empezando a sentir, como la leona, que la caza no va bien, que es mucho más arriesgada y costosa de lo que pensaba y que a lo único que puede aspirar ya es a encontrar una buena forma de salir de este lío antes de resultar él mismo herido.
Y a eso, a encontrar una puerta de salida, aunque sus acciones sean moralmente incalificables, sí que creo que debiéramos ayudarle.
Siento si molesto a alguien. Creo que ucranianos y ucranianas tienen derecho a oponerse al agresor si así lo desean y que recomendarles que hagan lo contrario en nombre de la paz no es más que alinearse en favor del crimen de guerra y los intereses del agresor y creo que no deberíamos permitir, hasta donde la razón lo permita, que este sienta que puede agredir impunemente.
Para defenderse no es preciso que muera la leona, sólo es preciso que sepa que, si sigue atacando, puede sufrir un daño que no podrá asumir.
No es tanto por Ucrania como por la seguridad de todos. Si hoy Ucrania se rinde «por la paz» mañana no quedará en el mundo otra razón que la fuerza. Cuando el delincuente apunte con su arma a la víctima, en lugar de decirle el clásico «la bolsa o la vida» podrá decirle: «déme todo lo que tenga en nombre de la paz».
Y siento si molesto a alguien, créanme, en este punto, más que en ningún otro, estoy dispuesto a ser convencido de la validez o superioridad de cualquier otra opción.
No seré yo quien lleve la contraría, puesto que estoy de acuerdo con las posiciones de partida y el razonamiento que se expone a continuación, que espero no sea optimista sino realista.
Tan solo manifestar mis deseos de que el futuro que se dibuja en el post se aproxime a la realidad, puesto que caben otras salidas a la situación: agrandamiento o escalado del problema si el sátrapa se ve en peligro, por ejemplo.
Por eso es importante darle una puerta de salida, como sería mantener Ucrania como país neutral (¿porqué no?, ya esta bien de armas y amenazas) siempre con un status garantizado por la OTAN, por si al imperio zarista se le vuelve a ocurrir otra locura, pero sería necesario que se mantenga la integridad del territorio y se vuelva a la situación anterior a la guerra.
MI reflexión: ¿se conformará el imperio ruso con esa puerta de salida digna para los ucranianos o pretende (sería otra explicación a este dislate) una batalla final contra el actual status mundial?