Ando estos días experimentando con inteligencias artificiales y —cómo no— una de las primeras cosas que les he pedido es que me hagan una imagen de los abogados y abogadas de España.
Las inteligencias artificiales no copian ni modifican imágenes preexistentes, lo que sí hacen es estudiar tantos cuantos bancos de imágenes tengan disponibles —en eso internet es un filón inagotable— para entrenarse y así abstraer las características que definen los conceptos que se le piden.
Antes de que nadie lo pregunte aclararé que ninguna de las personas que aparecen en la imagen son reales; son rostros ficticios construidos por la inteligencia artificial a partir de lo que ella entiende que son rasgos característicos de quienes ejercen la abogacía en España. No sufran por tanto por derechos de imagen ni nada parecido aunque, eso sí, inquiétense por la capacidad que las inteligencias artificiales tienen para fabricar rostros humanos indistinguibles de los reales.
Con mi consulta he obtenido bastantes imágenes pero esta que ven abajo me ha impresionado más que las demás porque, lo que en ella se ve, creo que se ajusta bastante bien a la realidad de la abogacía española. Un grupo de mujeres jóvenes, profesionales cargan expedientes con rostro preocupado. Es llamativa la falta de sonrisas en la foto —se ve que en los bancos de datos de la inteligencias artificial las abogadas sonríen poco— y es palpable el rostro de preocupación de los tres personajes, sobre todo el de la derecha.
A las Inteligencias Artificiales aún les queda un largo camino que recorrer hasta que, en el futuro, cuando yo haga esta misma consulta, en lugar de personas la inteligencia artificiale muestre algoritmos; pero lo que es indudable es que el papel de las inteligencias artificiales será cada vez más preponderante en nuestro campo profesional y eso nos lleva a la gran cuestión.
Las inteligencias artificiales son algoritmos costosos de construir, programar y entrenar lo que significa que, con seguridad, serán herramientas en manos de un determinado tipo de abogados y no de otros y que estarán al servicio de un determinado tipo de clientes y no de otros.
Y esto no es ninguna particularidad de la justicia, el problema de que las inteligencias artificiales dominen al ser humano no es el riesgo real, el riesgo real es el de quiénes serán los que controlen las inteligencias artificiales, porque esas personas, en el futuro, como ocurrió con las armas en el pasado, constiturán una peligrosa élite de control.
Todas estas cuestiones son problemas que los juristas debemos plantearnos y resolver y no sólo porque en ellos vaya implícito nuestro futuro profesional sino porque de su resolución dependerá que la libertad y la igualdad aún sean posibles en los estados y las sociedades futuras.
Reblogueó esto en El diario de Lena.