Justicia: #NoSoloTasas

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Faltan trece días para que concluya el mes de enero, menos de dos semanas para que concluya el plazo que el “dialogante” ministro Catalá se dio para presentar una reforma de la ley de tasas pactada con la abogacía institucional.

No parece que vaya a cumplir con este su primer compromiso pues, a falta de trece días, ya no tiene tiempo material de llegar a acuerdo alguno con la abogacía institucional salvo que imponga un “diktat” a la misma.

Catalá, ese ministro al que, en palabras del académico Andrés de la Oliva, hasta hace poco «no se le conocía ni una mala palabra ni una buena acción» empieza a ser conocido ya por sus malas acciones (Ley Mordaza, escuchas en la LECrim) y por sus clamorosas inacciones.

Catalá debería saber que la ley de tasas está descontada y que, si no la deroga él, será derogada en diciembre por quienes le sustituyan en el cargo. Lo único que puede hacer a estas alturas el minstro es elegir entre ser él quien derogue una ley inicua recuperando así algunos votos para su partido o no derogarla y marcharse a su casa con oprobio y sin votos en diciembre.

Pero, aunque derogue las tasas, es más que dudoso que este ministro vaya a recuperar la mínima credibilidad necesaria para recuperar algún voto porque el desastre en el que está sumida la justicia en España no sólo tiene que ver con las tasas.

Tiene que ver en primer lugar con las maniobras de su antecesor para conseguir un control político de la justicia española. Su antecesor, el infausto Gallardón, en contra de lo comprometido en el programa electoral del Partido Popular, hizo que todos los miembros del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) fuesen elegidos por las Cámaras de forma que los partidos pudieron jugar al juego del reparto de sillas. Tan descarado incumplimiento de sus promesas electorales y de las recomendaciones europeas irritó a todos los operadores jurídicos y no es difícil encontrar expresiones del descontento de jueces, fiscales, secretarios y funcionarios judiciales a poco que se investigue.

“Cuando un responsable político no respeta la Independencia Judicial, pretende influir en los nombramientos judiciales, incumple su propia promesa electoral y quebranta los derechos y garantías esenciales de la ciudadanía, reviste el ejercicio de su poder de una absoluta indignidad.
La calidad de un sistema democrático se mide por un pilar fundamental, la independencia plena de Jueces y Tribunales. Cualquier influencia directa o indirecta del poder político en el ámbito de la administración de justicia, erosiona el núcleo de una democracia y pone en grave riesgo los derechos y garantías de la ciudadanía frente a un ejercicio arbitrario del poder, que no estaría sujeto a método de control alguno.” [Hay Derecho (post)]Manuel Ruiz de Lara (Magistrado-Juez)

El Informe 2014 del Grupo de Expertos del Consejo de Europa sobre la corrupción en España [(Informe Greco)] a la hora de valorar a nuestros jueces y fiscales, reconoce su alta calidad y la realidad de que, con la excepción de casos aislados, no hay evidencia de corrupción de jueces o fiscales. Sin embargo, sí se preocupa por el funcionamiento de la justicia. Esta no es todo lo efectiva que cabría esperar, los tribunales están sobrecargados, lo que vuelve la administración de justicia más lenta de lo deseable.

La otra preocupación fundamental del GRECO se refiere a los riesgos de influencia política. Si bien la independencia e imparcialidad de los jueces y fiscales individuales es poco discutida, se pone en tela de juicio la independencia estructural de los órganos de gobierno de la justicia y fiscalía, y el riesgo de que los intereses partidarios, penetren los procesos de toma de decisiones judiciales.

Pues bien, si no preocupó al anterior ministro incumplir impúdicamente sus compromisos electorales, mucho menos le preocuparon las recomendaciones europeas en la lucha contra la corrupción y recuperar la independencia judial, primer y principal requisito para poder tener un sistema judicial susceptible de poder funcionar dignamente. Este objetivo, recordémoslo, promesa electoral explícita del PP, no se encuentra tampoco en la agenda de Catalá. Si las tasas impiden a los españoles el acceso a la justicia la falta de independencia impide a la justicia española ser digna de tal nombre en un estado democrático.

Y, si la independencia judicial no preocupa al ministro salvo para mantener su eliminación, tampoco parecen preocuparle la absoluta falta de medios y la inanición y anemia crónicas en que vive la Administración de Justicia española. Los señalamientos de juicios con retrasos de dos, tres y cuatro años son moneda común (véase ilustración), en los expedientes de extranjería o matrimonio no es extraño que se den citas a un año vista, al igual que en las medidas provisionales en procesos de familia, que deberían verse a la mayor brevedad…

La administración de justicia es una catástrofe con y sin tasas y, recordémoslo, el único antídoto de la corrupción es esta administración de justicia a la que se mantiene en coma vigil por razones que dejo que ustedes imaginen.

Por eso, independientemente de que este ministro derogue, maquille, mantenga o incremente las tasas judiciales, la justicia española va a seguir agonizando. Por eso en #T sabemos que la retirada de las tasas no sería el fin, ni siquiera sería el principio del fin sino que apenas si podríamos decir que sería el fin del principio.

Este es año electoral, tres o quizá cuatro elecciones nos esperan, es pues nuestro momento, es el año de la ciudadanía, es el año de la Justicia.

Vamos.

Constituciones y mordazas

20130928-115144.jpgEn el momento de aprobarse la constitución de los Estados Unidos (1787) apenas un 60% de la población de ese país sabía leer y, sin embargo, apenas dos años después (1789), se aprobaba la primera enmienda a dicha constitución que, entre otras cosas, proclamaba:

«El Congreso no hará ley alguna (…) que coarte la libertad de expresión o de la prensa…»

Con un 60% de población analfabeta cuesta trabajo pensar que el derecho a la libertad de prensa fuese una aspiración fuertemente demandada por los estadounidenses; mucho más aún cuesta pensar que esa demanda se elevase a la categoría de derecho fundamental constitucionalmente protegido. Y, sin embargo, la consagración de ese derecho colocó a los USA a la cabeza del mundo, permitió la democracia tal y como hoy la conocemos y sirvió de ejemplo al resto de los países que en siglos sucesivos la fueron estableciendo también; y esto lo hicieron con un 60% de población analfabeta y cuando, del 40% restante, apenas una ínfima proporción leía la prensa. Los USA se adelantaron a su tiempo, fueron creativos y entendieron que esa nueva tecnología tenía enormes implicaciones políticas. La historia premió su audaz creatividad; en España la libertad de prensa no llegó de verdad sino en 1978; es decir 189 años después que en los USA, y este retraso en este y otros campos aún lo estamos pagando y lo pagaremos en el futuro.

Hoy que en España tenemos un sistema político en descomposición, ahora que se reclaman modificaciones de la Constitución y los estatutos de autonomía uno echa de menos esta creatividad y audacia de que hicieron gala los constituyentes norteamericanos hace 215 años. Nos empeñamos en mantener debates de hace 150 años: Discutimos cansinamente el «ser de España», la «independencia» de viejos reinos de hace 500 años, el papel de los jefes de estado… Pero no hacemos el más mínimo esfuerzo para ser audaces y creativos y somos incapaces de detectar que hoy la tecnología tiene implicaciones mucho más importantes y acuciantes que en 1789.

Si en 1789 apenas una ínfima parte de la población leía la prensa y consideraron fundamental el derecho a la libertad de la misma ¿qué diremos en 2013 de la enorme trascendencia que tienen las tecnologías de la información?

Hoy esas tecnologías permiten opinar a casi cualquier ciudadano sobre las cuestiones que le incumben; hoy esas tecnologías permiten a casi cualquier ciudadano participar en la elaboración de las normas que le afectan; hoy esas tecnologías permiten que los representantes políticos contacten de forma inmediata y habitual con sus representados, y permiten la transparencia, y permiten que los datos públicos sean verdaderamente públicos, y permiten, en suma, aprovechar intensivamente la mayor riqueza que tiene un país, es decir, su capital humano, los hombres y mujeres que lo integran.

Hoy tenemos cosas que los constituyentes de 1789 ni se atreverían a soñar pero nos faltan justo esas calidades humanas que ellos sí tenían: Creatividad y audacia.

Porque hoy que podemos expresar e intercambiar opiniones, en lugar de proteger como derechos fundamentales el acceso y uso de las tecnologías las restringimos y penalizamos; porque hoy, que todos disponemos de un móvil capaz de documentar injusticias y violaciones de la ley, lo que hacemos es penalizar el uso de esos dispositivos e incluso castigar a quien tome fotografías de la realidad; porque hoy, que podemos coordinar grupos humanos con eficacia a través de las redes, miramos con recelo y dificultamos acciones que no son más que manifestaciones de la expresión de los ciudadanos, porque hoy usamos más esas tecnologías para espiar y controlar a los ciudadanos que para aprovechar toda la enorme potencialidad que los ciudadanos tienen.

Hacemos como hizo la vieja inquisición con la imprenta: tratar de controlarla y ponerla al servicio de quienes detentaban el poder. En lugar de darnos una constitución moderna tratan de ponernos mordazas antiguas.

Y uno se pregunta: ¿No puede España por una vez en la historia ir por delante del resto? ¿Es que siempre habremos de llegar 189 años tarde?

Hace falta una nueva constitución pero no para seguir debatiendo los viejos tostones de siempre sino para hacer de este país un lugar de hombres libres, iguales y felices, un lugar en donde todos quieran vivir y de donde nadie quiera irse. Un lugar donde los derechos sean grandes y las mordazas no existan.

Vale.

Cuando no se quiere arreglar la Justicia.

A la vista de los espeluznantes informes del Consejo General del Poder Judicial la asociación Jueces para la Democracia propuso la creación de 565 nuevos juzgados en 5 años para solucionar el problema y hacer funcionar la justicia en España.

Pueden parecer muchos juzgados pero, teniendo en cuenta que instalar un nuevo juzgado cuesta de media 300 mil €, el coste total de la creación de esos 565 juzgados costaría unos 175 millones de €.

No se ha creado ninguno en estos últimos años y, sin embargo, cada uno de los años que la Ley de Tasas ha estado vigente se han recaudado por el estado más de 300 millones de € anuales; es decir podrían haberse destinado esos euros a crear esos 565 juzgados y aún sobraría para instalar 1.500 más.

Sin embargo no se ha hecho: ni se ha destinado el dinero de las tasas a justicia gratuita como ordena la propia Ley de Tasas ni se ha destinado el dinero a ninguna otra cosa relacionada con la Justicia; simplemente se lo han llevado a otro lado.

Y el nuevo ministro ha hecho exactamente lo mismo que el anterior; es decir: incumplir la ley de tasas, llevarse el dinero a otro lado y no solucionar el atasco judicial de España.

No hay nada nuevo, es lo de siempre, es lo de todos los ministros y lo de todos los gobiernos. Y aún nos piden que les creamos.

Ondas

Resulta difícil saber qué es un ser vivo y, por lo mismo, resulta difícil también saber qué es un ser humano.

Si aceptásemos que los seres vivos son poco más que un fugaz triunfo del orden sobre la entropia, un corto pero intenso momento donde la homeostasis vence al desorden, nuestra visión de los seres vivos y del ser humano se convertiría en la percepción de una especie de vórtice donde la materia se va incorporando y se va expulsando hasta crear una fascinante apariencia de individualidad. Algo así como las olas, perfectamente identificables como individualidad pero jamás compuestas de la misma agua.

Quizá esa naturaleza de onda sea nuestra auténtica realidad y esa percepción produce efectos perturbadores sobre la imagen que tenemos de nuestra propia individualidad hasta covertirla en poco menos que una ficción, quizá necesaria pero ficción.

Una concepción informacional de los seres vivos y de las personas parece novedosa pero, bien mirado, probablemente budistas, hinduistas o jainitas estarían muy de acuerdo con ella.

No sé.

Personas Jurídicas. ¿Dije «personas»?

Es bueno llamar a las cosas por su nombre; entre otras cosas porque, al no hacerlo así, a menudo acabamos creyendo que las cosas son lo que las llamamos y no lo que son. Pasa esto con las «personas jurídicas» un término que los juristas inventamos para nombrar a meras acumulaciones de dinero a las que las leyes dieron la facultad de actuar «como si fuesen personas» pero que, evidentemente, no lo son.

Leo hoy que ciudadanos de Murcia denuncian que Acqualia, la empresa que les suministra el agua, corta el suministro en cuanto se impaga un recibo porque esta empresa, esta «persona» jurídica, no tiene en su ADN el menor atisbo de esa empatía, piedad, compasión o solidaridad con que todas las personas de verdad (las humanas) vienen al mundo equipadas de serie.

Para esas ficciones jurídicas, esas «personas» fantasmagóricas que los juristas hemos creado, la existencia no tiene más justificación que la obtención de dinero: no son más que dinero y no quieren más que dinero y así está escrito en su ADN; no cabe esperar otra cosa de ellas.

Si una persona de las de verdad (las humanas) no tuviese otro objetivo en su vida que ganar dinero y le fueran ajenos el resto de los principios que mueven el obrar humano sería diagnosticada inmediatamente como «psicópata» y se le encuadraría entre los sujetos peligrosos con quienes la sociedad debe tener especial cuidado. Y sin embargo, a día de hoy, estas entelequias a las que llamamos «personas jurídicas» y que no tienen de personas más que el nombre, gobiernan nuestras vidas, poseen la mayor parte de la riqueza del mundo y se encargan de proveernos de la mayor parte de los bienes de primera necesidad. Vivimos rodeados de psicópatas, estamos en sus manos y no nos damos cuenta; quizá porque nos hemos acostumbrado a tratar como «personas» a cosas que no son más que acumulaciones de dinero en busca de dinero.

Es hora de llamar a las cosas por su nombre: personas a las personas y psicópatas a los psicópatas. Es hora de saber que la ley se hizo para proteger a las personas de verdad y a no a los ectoplasmas jurídicos.

Si usted debe dinero al banco usted tiene un problema, porque tendrá que trabajar para él hasta que le pague o hasta que se muera (art.1911 del Código Civil). Pero si el banco le debe dinero a usted el problema también es de usted porque cuando se agota el dinero la «persona» jurídica muere. ¿Qué clase de igualdad es esta en que el problema siempre lo tienen los mismos? Esta convivencia entre personas «humanas» y entelequias psicópatas ha llegado ya demasiado lejos. Quizá es ya el momento de llamar a las cosas por su nombre.

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Los primeros vecinos de la ciudad

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Esta vivienda que ven en la foto (no la batería de cañones sino la cueva) bien podría ser la casa número «1» de Cartagena y con toda probabilidad lo sea.

Es conocida popularmente (y no sé por qué) como «la cueva de los aviones» pero antes, hace unos 50 mil años, fue el domicilio de una familia de neanderthales que, al marchar, dejaron allí olvidado parte de su ajuar doméstico en forma de conchas decoradas con una pigmentación roja producida por un material identificado como hematita (oligisto), el mismo material que usaron los habitantes de las Cuevas de Altamira en sus pinturas. Los expertos que las han examinado sostienen que estos bivalvos han de interpretarse como «adornos personales». Dice la wikipedia que estos pigmentos rojizos se originaron con seguridad a una distancia de entre 3 y 5 kilómetros de distancia, en la zona noroeste de la Sierra Minera de Cartagena-La Unión, un colorante que se extraería posteriormente en la Antigüedad junto al oro y la plata.

Así pues, caben muy pocas dudas de que esta es la vivienda número uno de la ciudad, si bien, por aquella época la cueva no estaba inundada como ahora por el mar, pues la línea de costa se hallaba a varios kilómetros de distancia; el final de la glaciación hizo subir el nivel del mar y quién sabe si fue esto lo que determinó el abandono de la cueva. El problema de las humedades y el cambio climático, como vemos, viene de lejos.

Neanderthales y Cro-Magnones se sabe que convivieron en la península ibérica y las últimas investigaciones en materia de ADN parecen confirmar que ambas especies se mezclaron y que los europeos conservamos restos del ADN de aquellos primeros vecinos de la ciudad.

Hoy que hace bueno y el sol acompaña me he decidido a darme una vuelta por la casa de los abuelos, es un lugar bonito y tiene todo lo que a los cartageneros nos gusta: Mar, una batería de cañones, bloques de escollera por los que saltar, norays para sentarse mientras se lanza la caña y cincuenta mil años de historia. Casi nada.

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Cáritas

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Hay tuits que emocionan. Hoy Cáritas ha tuiteado el que ven en la foto usando el hashtag #T que los abogados de «La Brigada» usamos para marcar nuestros mensajes… y me he alegrado en extremo. No puede dejar de alegrarme que una organización que lleva el nombre en latín de la caridad se acuerde de la justicia.

Ocurre que las palabras, a lo largo del tiempo, se cargan de significados del mismo modo que los cascos de los buques se cargan de pequeños animalitos que se van incrustando en ellos mientras navegan. Todas estas adherencias hacen que, al final, no entendamos de las palabras más que los significados más recientes y que no veamos del casco de los barcos más que la capa superficial de algas y animalitos que se han adherido a ellos. Esto pasa con caridad y Cáritas.

Porque Cáritas (caridad) no ha significado siempre lo que ahora entendemos que significa, sino que ha sido una palabra que ha atravesado los milenios conservando en su núcleo algunos de los mejores aspectos del alma humana y compartiendo su ADN con una extensa familia.

La «caridad» toma su ADN primigenio de la raíz protoindoeuropea *ka- (desear) de la que se fue generando una abundante descendencia que dio lugar, por ejemplo, al verbo caló «camelar» (querer, amar) o a la palabra latina «carus» o a la italiana «carezza» o a la castellana «caricia». En esta familia del querer, del deseo (sí, kamasutra también es hija de *ka-), del amor, del cariño y las caricias creció caridad, nuestra protagonista.

Pero caridad también se emparenta con palabras menos gratas como la latina «careo» (carecer) y así, entre cariño y carencias, se hizo mayor nuestra caridad.

Recuerdo ahora aquellas viejas explicaciones que, de niño, me daban en clases de religión (los curas consideraban la caridad poco menos que un patrimonio exclusivo de su religión) y en las que me enseñaban que, si bien el amor nace del corazón, la caridad es producto de la razón y que, por eso mismo, no puede exigirse el amor pero la caridad sí.

Por eso no me parece mal que Cáritas recuerde hoy que hay que exigir justicia para quienes carecen de medios; porque esa «caridad» que piden no es un acto de benevolencia o magnanimidad, es una pura exigencia de la razón; no es algo que ha de darse graciosamente, es algo que se está obligado a entregar a una población que carece cada vez más de medios y a la que están cobrando cada vez más por una justicia que es inaceptablemente cara (por escasa que no por querida), una justicia con la que se hace un infame comercio a través de las tasas.

Por eso hay tuits que emocionan, porque te traen a la cabeza y al corazón cosas como la caridad, las caricias, lo querido y lo caro, caritas y careo, historias sorprendentes como la de «la caridad romana» y hasta raíces protoindoeuropeas como *ka-; sonidos y significados humanos que se esconden incluso tras el nombre popular de la patrona de mi ciudad («La Caridad») o -quién sabe- si hasta en el de la ciudad misma.

Gracias Cáritas.

GitLaw: GitHub para leyes y documentos legales – un torniquete para la libertad en América

Hace un par de años que Abe Voelker (un graduado en informática por la Universidad de Wisconsin) escribió un post que alcanzó notable popularidad en las redes y que se titulaba GitLaw: GitHub for Laws and Legal Documents – a Tourniquet for American Liberty

Hoy he vuelto a leer ese post y he sentido lo mismo que sentí la primera vez: que debía traducirlo y publicarlo. Hoy voy a hacerlo, espero que les guste como me gustó a mí esta visión de un informático del mundo de las leyes. Le dejo la palabra a Abe Voelker:

No es ningún secreto que la mayor parte de los americanos odia a los miembros del poder legislativo [diputados y senadores]. Las encuestas demuestran que el 79% de los americanos no aprueban el trabajo que viene haciendo el Congreso (sólo el 14% lo aprueban). Sólo puedo hablar por mí mismo, pero el desdén que siento por el Congreso es debido a una combinación de sospechas de malversación, abuso de poder y omisiones pulposas. Simplemente no confío en ellos para que me representen y creo que el resto de los americanos tampoco.

¿Cómo podríamos restaurar la confianza pública en el Congreso? La primera solución que me viene a la mente probablemente daría lugar a que me arrestasen o me incluyesen en alguna lista negra del gobierno (coloquemos el sombrero de papel de aluminio en su lugar!), Así que me voy a  atener tan sólo a las soluciones no-revolucionarias.

Una cosa que creo que podría ayudar sería hacer del trabajo principal del Congreso -la creación y aprobación de leyes- un proceso más transparente. Resulta que el Congreso tiende a precipitarse sometiendo a votación proyectos de ley poco después de su presentación, sin dar una cantidad adecuada de tiempo para que el público -o incluso ellos mismos – puedan digerir su contenido. Si el Congreso no es capaz de cumplir correctamente con su deber más básico, ¿por qué no permitir que la población le ayude?

 

GitHub para leyes y textos legales

 

Imagine un sistema público como GitHub pero en el que, en vez de código fuente, lo que se está realizando es un seguimiento de documentos legales tales como proyectos de ley y que estos y las leyes son rastreados (y al igual que GitHub, versionado en git). ¿Se Imagina si, antes de que cualquier proyecto de ley se presentase al Congreso, sus contenidos se publicasen en este medio a disposición del público con tiempo suficiente antes de una votación?

¿Y qué pasaría si las enmiendas presentadas fuesen publicadas como una «pull request»?

¿Y qué pasaría si cualquiera pudiese presentar enmiendas a las leyes existentes, o incluso proponer nuevas leyes al Congreso (o presionar a su congresista para introducirlo) mediante una «pull request»?

¿Y qué pasaría si usted pudiese ver quién es el responsable de escribir cada línea de un proyecto de ley? Piense en lo fácil que sería para localizar a todos esos políticos populistas (por decirlo suavemente), especialmente si se puede conocer al verdadero redactor de la ley y no sólo a los patrocinadores en el Congreso del proyecto de ley (grr … lobbys).

Incluso algo parecido a los «GitHub issues» podría ser útil. Imagine que usted detecta una asignación directa de fondos o una exención de impuestos (o algo peor) en la línea 122 567 de un proyecto de ley. A continuación, podría usted abrir un tema con el número de línea específico y una descripción de lo que está mal. Luego podría usted apelar a su representante sobre el tema o usar las redes sociales para atraer la atención sobre él.

 

Control de versiones para textos legales

 

No tengo ni idea de cómo se almacenan los documentos legales digitalizados normalmente, pero el mejor formato para el control de versiones es algo de texto sin formato y que permita usar Diff; los formatos binarios no funcionan bien (por ejemplo, no Microsoft Word, Adobe PDF, etc).

Parece que hay un proyecto existente llamado Legal-RDF que se creó para agregar datos semánticos a los documentos jurídicos digitales, pero es XML y por lo tanto no es muy legible.

Yo, en cambio, me permito sugerir la creación de un nuevo lenguaje de marcado de documentos legales que funcionaría de manera similar a Markdown. Un proyecto interesante que he visto que adoptaba este enfoque DSL es Fountain, que es una sintaxis de marcado de guiones.

Por supuesto, un sitio como GitLaw no tendría que tener un formato para todo (lo mismo que GitHub soporta varios lenguajes de programación diferentes). Pero tener un formato de base legible, común y disponible para comenzar, disminuiría el esfuerzo necesario para empezar.

 

 

Efectos colaterales

 

más allá del Congreso

Todo lo anterior podría aplicarse no sólo al Congreso, sino que, básicamente, se puede aplicar a cualquier cuerpo legislativo – el gobierno estatal o local, o gobiernos internacionales. De hecho, a menudo los estados de EE.UU. duplican un montón de sus leyes (con pequeñas modificaciones), por lo que sería muy fácil para un estado como Wisconsin copiar esa nueva legislación de moda que a Texas se le ocurrió al bifurcar su repositorio. Este proceso también haría más fácil seguir los cambios que esos representantes brillantes de Texas hagan a su ley de forma que Wisconsin pueda si quiere aplicarlos a su propia copia.

Textos legales personales

Ser capaz de almacenar y compartir fácilmente cualquier documento legal sería bueno no sólo para organismos legislativos, sino también para las personas. Por ejemplo, si yo tuviera un testamento o un poder para el abogado, podría almacenarlos en un repositorio git privado que se pudiese abrir a mi fallecimiento o incapacitación. La seguridad del git DAG significa que si compartía la repo con un tercero (como un abogado), la integridad de la repo pudo ser verificada mediante la comparación de ellos (es decir, el SHA-1 a hacerla a prueba de manipulaciones). O, incluso si no confiara en nadie, si mis palabras fueron el SHA-1 también sería suficiente para la verificación de la integridad de la repo. 🙂

Disminución de la necesidad de contratar a un abogado.

Esto podría parecer un poco exagerado, pero la facilidad de compartir que git permite también podría hacer la necesidad que los individuos tienen de abogados para la creación de documentos legales. Por ejemplo, si la plantilla básica de un documento como un testamento pudiese ser extraído, a continuación, otra persona podría utilizarlo para crear su cuenta sin tener que contratar a un abogado, o al menos reducir la cantidad de tiempo que necesitaría un abogado para llevar a cabo la tarea haciendo un poco de trabajo de campo previo (al menos dentro de la misma área legal, por ejemplo, US estado). Esto no sería obviar la necesidad de abogados, sino que lo que es de esperar es que sean menos necesarios.

Me pregunto qué efecto tendría que las personas normales se involucrasen más en la redacción de documentos legales. ¿Se produciría una retroalimentación que haría los documentos legales más accesibles? – por ejemplo, inspirando una tendencia a una redacción más comprensible del inglés legal.

Conclusión

Este post, probablemente, ilustra mucho más lo mucho que amo Git y GitHub que mi deseo de proporcionar una estrategia de acciones concretas para mejorar el actual Congreso. No soy muy conocedor de los asuntos jurídicos, así que estoy seguro de que incluso un asistente legal podría rasgar estas lineas en pedazos. Pero es divertido para soñar.

Espero que el artículo les haya resultado tan encantador como a mí me resultó (a pesar de mi mala traducción) y, si es así, no les extrañará que Clay Shirky, profesor adjunto de la Universidad de Nueva York y experto en redes sociales, usase este mismo argumento para una de las archifamosas charlas de «TED» que aquí les dejo (no olviden seleccionar los subtítulos en español)

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Imaginando el futuro

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Esta fotografía estuvo colgada en mi habitación desde poco después de la llegada del hombre a la luna (por favor no me venga con teorías de conspiración) hasta casi que acabé mis estudios universitarios en que fue dada de baja de entre mis pósteres debido a su extremo grado de deterioro.

En aquellos años yo seguía con extremado interés la carrera espacial y soñaba -como todos mis compañeros de clase- que pronto el hombre alcanzaría los más remotos confines del universo. Y no éramos sólo los niños quienes imaginábamos este futuro, cineastas como Stanley Kubrick imaginaban que para el año 2001 los hombres ya habríamos establecido colonias en otros planetas y estaríamos viajando hasta remotas galaxias. Se equivocaron.

El futuro ha sido muy diferente de lo que soñábamos a finales de los sesenta, nadie soñaba con internet, nadie soñaba con un mundo donde los «intercomunicadores» fuesen teléfonos que incorporaban las funciones que por entonces ni se imaginaban en los no imaginados ordenadores personales. Es verdad que el mundo actual (los dispositivos y redes del mundo actual) estaban siendo soñados ya en los 60 por una escogida colección de pensadores pero sus sueños no eran compartidos.

Por eso hoy no suelo fiarme de los mundos soñados de políticos, cineastas y público en general; el mundo futuro lo están soñando científicos e ingenieros.