Déficit de vergüenza

Suelo decir a menudo que la crisis que nos aflige no se debe a un déficit financiero sino a un déficit de decencia. Nunca nadie me ha pedido que me explique -lo que me lleva a suponer que todos entienden lo que quiero decir- pero quizá no venga mal ampliar el concepto.

Ningún derecho ni ley sirve de nada si no existe un sistema judicial que permita defenderlo, por eso, antes que ninguna otra cosa, nuestra Constitución comienza diciendo aquello de

La Nación española, deseando establecer la justicia…

y coloca la Justicia en primer lugar porque, sin ella, proclamar derechos y libertades no sirve de nada.

Y sin embargo la clave esencial de la convivencia, la Justicia, agoniza en nuestro país víctima de todo tipo de estocadas y bajonazos y ya solo espera que alguien la apuntille para acabar definitivamente la farsa que estamos viviendo.

¿Alguien duda de que la crisis financiera se habría evitado si hubiésemos dispuesto de una justicia que hubiese controlado los desmanes de las entidades financieras?

¿Alguien duda de que la burbuja inmobiliaria y el caos urbanístico con la corrupción a él asociado se hubiesen impedido si hubiésemos dispuesto de una Justicia digna de ese nombre?

¿Alguien acaso duda de que toda la corrupción política no existiría si hubiésemos contado con una justicia independiente y eficaz?

No, creo que nadie lo duda, ni siquiera lo duda la mismísima Unión Europea que mira a nuestro estado con seria preocupación.

No es que tengamos una crisis financiera, inmobiliaria o política; lo que no tenemos es Justicia y, donde no hay justicia, la desvergüenza, la indecencia y la corrupción campan a sus anchas.

Sólo tenemos un trampantojo judicial que persigue ciudadanos individuales que cometen pequeños delitos pero que es absolutamente inútil para oponerse al crimen institucional organizado. Este crimen, el que destruye empleo, vidas e ilusiones de todos, no tiene más enemigo que la justicia y hoy por hoy esta última parece estar a punto de exhalar su último aliento.

No, la crisis no es financiera, el déficit no es de dinero, nuestro principal déficit es de vergüenza, decencia y Justicia y -si queremos sobrevivir como estado en el futuro- no nos quedará más remedio que darnos cuenta de esto y actuar en consecuencia, no con lamentos y protestas, sino con acciones concretas.

#Vamos Mueve #T

Pagando con la vida

Hace unos días me tocó presentar una charla sobre derechos humanos e hipotecas e improvisé la presentación echando mano de dos post de este blog, uno que escribí hace varios años y otro que redacté el año pasado, ambos sobre los deudores hipotecarios. Al final, aunque me lié con la antigüedad del Código de Hammurabi (unos 3.800 años) y hubo algún lapsus linguae con las personas físicas/jurídicas, resultó esto. No sé si está bien contado, pero la idea de fondo se entiende.

[youtube=http://youtu.be/F_-bTU2oi5c]

Empezando por el principio. #T

Las razones por las que un estado se dota de una constitución pueden ser diversas pero, en el caso de España, las primeras siete primeras palabras de su constitución dicen:

La Nación española, deseando establecer la justicia…

Y supongo que así debió ser en 1978 pero, por lo visto, en algún momento de entonces a acá olvidamos por qué y para qué nos dimos una constitución.

Sin justicia ningún derecho puede ser reclamado ni defendido y cuando la Justicia se vende o se restringe se venden y se restringen todos los demás derechos. Por eso estamos contra las tasas. Todos. Con #T.

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Juzgados de Orihuela: A vueltas con el interiorismo judicial valenciano

Ya he tenido ocasión de escribir con anterioridad sobre el peculiar diseño de los juzgados de la Comunidad Valenciana y sus ominosos dispositivos de «cuello de botella». Sus diseños rayan lo surrealista en el caso de la Ciudad de la Justicia de Valencia, post cuya lectura les recomiendo pues en él se encuentran todas las claves de este movimiento artístico que los expertos han dado en llamar: «El nuevo interiorismo judicial valenciano». En el caso del juzgado del que les hablaré hoy estos principios se mantienen a un nivel digno de mención. Les cuento.

Hoy me ha tocado trabajar en Orihuela y he podido comprobar que las cosas aquí no son mucho mejores que en Valencia o Benidorm, juzgados sobre los que ya he escrito; los diseñadores valencianos han vuelto a demostrar en este moderno edificio su afición al mostrador como «interfaz» entre la administración de justicia y los administrados y a la creación de ingeniosos dispositivos de «cuello de botella». Sin duda una solución tan «moderna» como las tabernas de Pompeya o las ventanillas del siglo XIX.

Lo que ocurre es que, decididos sin duda a mejorar tan atemporales soluciones, los diseñadores valencianos han incorporado a las mismas una serie de refinamientos encaminados a lograr la consecución de una serie de importantes objetivos, a saber:

-Que no pueda atenderse a más de una persona al mismo tiempo.
-Que no pueda atender más de un funcionario al mismo tiempo.
-Que la atención se produzca en las peores condiciones posibles y, si es posible
-Que los administrados hayan de esperar a ser atendidos en las condiciones más penosas de estrés e incertidumbre.

Veámoslo.

A fin de lograr que no pueda atenderse a más de una persona al mismo tiempo y a fin de impedir que pueda trabajar más de un funcionario en su atención los Juzgados Valencianos han sido dotados de un micromostrador que, la propia inercia del ecosistema judicial, ha convertido en nanomostrador que ejerce las deseables funciones de cuello de botella:

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Como pueden ver en la imagen, en un día de guardia -por importante que sea el número de detenidos- no hay a disposición del ciudadano o del profesional más que el mostrador que se observa. La inteligente disposición de unas elegantes columnas de expedientes a la izquierda reduce aún más el espacio disponible mientras que el cartelito de la derecha coadyuva eficazmente a que los administrados sepan con toda claridad la función última del dispositivo: «Defunciones». Todo un presagio acorde con ese humor negro tan del gusto de la administración de justicia valenciana.

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Tras él, un único funcionario atiende a cuantos ciudadanos demanden sus servicios, ya sean diez o diez decenas, formando unas interesantes y estéticas colas donde lo mismo está un abogado que va a defender un hurto que un señor que atraído por el cartel de «defunciones» va allí a defuncionarse en decúbito prono. De la interacción entre administrados y abogados nacen interesantes relaciones humanas que han de agradecerse en exclusiva a los diseñadores.

Gracias a estas angosturas el profesional y el ciudadano son incapaces de saber cuándo serán llamados y, dado que están citados todos a las diez de la mañana, pasan en amable hermandad toda la jornada acordándose de los ancestros de los geniales diseñadores, lo que es fuente de mucha solidaridad.

Es verdad que, cerca del mostrador, hay una habitación pomposamente rotulada «Sala de Consulta Profesionales», pero esto no es más que un hábil truco psicológico de los diseñadores: La puerta siempre está cerrada y hay quien sostiene que, en realidad, la tal sala no ha existido nunca y que la puerta es tan sólo un trampantojo destinado a provocar la ira en los administrados, emoción esta que parece producir un regocijo notable a las cabezas pensantes que diseñaron este original sistema.

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Investigando el tema he llegado a saber que hay personas que afirmaban que sí habían estado en esa sala pero que, dado que su uso podría producir algo de comodidad en los administrados, los diseñadores optaron por usarla como almacén y llenarla de expedientes.

Dispuesto a resolver el misterio me he introducido en los recovecos del edificio y ahora puedo afirmar que sí, que la sala de «Consultas Profesionales» existe y que la puerta no es un trampantojo si bien, para impedir su uso y el consiguiente desdoro, han sido apilados contra ella ingentes cantidades de expedientes de forma que la misma no pueda ser abierta y de este modo desvelado su secreto.

Prodigioso.

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Todo esto se complementa con una serie de inteligentes prácticas del tipo:

-No dar copia del atestado al letrado: «Es que solo tenemos copia para el fiscal».
-No informar siquiera de forma aproximada del momento en que se producirán las actuaciones judiciales: «Usted espere y ya le llamaremos».

En el momento de escribir estas lineas son las 12:45, me citaron a las 10:00 y las únicas palabras que he escuchado han sido las ya transcritas: «Solo tenemos copia para el fiscal» y «usted espere», si bien esta última ya me la han repetido tres veces cosa que, sin duda, debo agradecer.

Y aquí estoy, disfrutando del diseño de estos artistas, esperando y escribiendo; pues ese es uno de los benéficos efectos del interiorismo judicial valenciano: Que fomenta los hábitos literarios.

En Orihuela a las 12:45 del 11 de noviembre de 2013.

La Quer de las 27 letras

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Hoy me ha tocado desplazarme hasta Callosa de Segura, en la Vega Baja, a causa de un episodio más de esa interminable historia que hermana a los calés y a los Guardias Civiles y que García Lorca cantó de forma insuperable.

Al llegar me ha llamado la atención descubrir que el cuartel de Callosa responde al viejo patrón arquitectónico de las casas-cuartel: Medio edificio oficial, medio fortín o blocao.

Muchas de las viejas casas-cuartel estaban construidas en lugares absolutamente despoblados donde eran objetivo fácil para bandoleros o contrabandistas y por eso, esas viejas casas cuartel, contaban con garitas aspilleradas en los cantones que permitían a los guardias hacer un eficaz fuego de flanqueo si alguien las atacaba. No dejaban ángulos muertos bajo las garitas y todo el perímetro de la casas podía ser batido y defendido usando de dos o, a lo sumo, cuatro guardias. Mi padre nació en uno de esos cuarteles (el de Cabo Tiñoso) y pasó su infancia en otro de ellos (el de Boletes) y aún recuerdo a mi abuelo contando viejas historias de carabineros y guardias civiles sobre los hombres de Juan March, un contrabandista que no dudaba en usar del soborno o la violencia para conseguir sus fines. Más adelante los azares de la política hicieron de él diputado y más adelante aún uno de los hombres fuertes del régimen de Franco; de hecho fue él quien pago el alquiler del «Dragon Rapide», el avión que llevó a Franco de Canarias a Melilla dando comienzo a la guerra civil; como digo, viejas historias de guardias.

Hoy me ha llamado la atención que este edificio siga ostentando con toda dignidad el viejo nombre que estos puestos tenían:

«Casa cuartel de la Guardia Civil»

aunque, es justo decirlo, los calés no las llamaban así; porque en caló a esos edificios se les llamaba

«La quer de las veintisiete letras».

«Quer», como sin duda sabrán, significa «casa» en caló (de ahí la palabra «kely» que algunos «modernos» suelen usar para referirse a su casa) y el analfabetismo hacía el resto. Estos edificios eran las casas («quer») que tenían veintisiete letras en la puerta.

Como digo viejas historias y hoy, mientras hago tiempo esperando a que tomen declaración a mi cliente, me entretengo recordándolas.

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Video de mi intervención en el ICAM: No a las tasas.

Un amigo me ha facilitado el corte correspondiente a mi intervención en la mesa redonda sobre tasas judiciales que organizó el Colegio de Abogados de Madrid el pasado 31 de octubre. Desconozco si le interesará a alguien pero, para quien le interese, aquí está:

Padres de la patria

Hay imágenes que definen a la perfección el estado moral de un país. Este video de los diputados huyendo de su trabajo en el Congreso de una forma que ni el mismo Tejero hubiese soñado con lograr es un buen ejemplo.
Con uno de cada cuatro españoles parados quienes debieran trabajar por ellos huyen despavoridos ante la posibilidad de aguantar ni unos segundos más en su lugar de trabajo. No harán horas, ni minutos, ni segundos extras, su horror al trabajo es manifiesto y sólo muestran habilidades estimables a la hora de formular excusas cuando se les piden soluciones, a la hora de fabricar coartadas cuando se descubren sus enjuagues, o a la hora de justificar ingresos que han salido del sudor de la frente ajena o del trabajo de los demás.
Porque a la hora de hacer un solo esfuerzo extra pasa lo que ven en las imágenes del video.
Quizá la revolución política en España no venga de una manifestación o una barricada, quizá baste con pagarles a estos “soldados de la patria” lo que su trabajo vale o exigirles que trabajen lo que vale el dinero que se llevan de los bolsillos y el trabajo de todos. Hoy me he quedado estupefacto viendo este video. Creo que ilustra muy bien las razones de la postración de España. Véanlo.

#ICAMTasasNO

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Hay días que uno se siente bien y hay gente que a uno le hace sentir bien. Hoy ha sido un día de esos.
Sonia Gumpert, la decana del Colegio de Abogados de Madrid, me ha invitado a participar en una jornada sobre tasas judiciales en compañía de otros activistas anti-tasas en redes sociales. Carlos Carnicer, el presidente del Consejo General de la Abogacía, también ha asistido.
El salón de actos del Colegio de Abogados de Madrid estaba abarrotado e incluso bastantes personas se han quedado sin poder entrar.
Ver a tantos magníficos abogados escuchando y sintiendo que debían hacer algo contra esta tropelía es algo que reconforta. Yo poco les podía enseñar o decir pero notaba cariño y eso es mucho.
Y luego están Sonia y Carmen Pérez Andújar, dos abogadas que me hacen sentir cómodo y a gusto.
Sí, hay días que uno se siente bien y hay gente que a uno le hace sentir bien.

Podéis ver las jornadas íntegras aquí http://www.endirecto.ws/icam/ (podéis hacer avanzar el indicador de tiempo para ahorrar esperas innecesarias hasta aproximadamente el minuto 30)

Aseguradoras: Gana la casa.

Llevo muchos años trabajando en casos judiciales en los que está implicada una aseguradora; hasta el año 2000 defendiéndolas y desde ese año hasta ahora demandándolas. Creo que he vivido lo suficiente para saber lo qué pasa.

Si usted se acerca a un juzgado de instrucción un día de juicio verá con sorpresa cómo, en un porcentaje sustancial de los juicios, ellas son las denunciadas; hay días en que ellas son denunciadas en todos los juicios que se celebran ese día. No crea que le exagero, cuando quiera le acompaño.

Las compañías de seguros no son entidades benéficas, son entidades cuyo único fin es el lucro y usarán de cualquier medio a su alcance para alcanzar ese objetivo. Tienen además una tremenda influencia financiera y política… Y la usan. Déjenme que les explique.

En 1994 los jueces españoles solían indemnizar con unas 8.000 pesetas cada uno de los días de baja que un español sufría como consecuencia de un accidente de tráfico, pero las aseguradoras no estaban de acuerdo con los jueces en este punto y decidieron cambiar el criterio. Lo lograron: En 1995 el gobierno aprobó el baremo que reducía de 8.000 pesetas a 2.500 la indemnización por día de baja. Los ciudadanos hemos tardado 18 años en recuperar el nivel indemnizatorio de 1994. ¿Protestó alguien?

A pesar de la tremenda reducción en las indemnizaciones las compañías de seguros no se animaron a pagar con prontitud y los juicios de faltas de tráfico siguieron siendo la especie más frecuente en nuestros juzgados y las compañías elaboraron sofisticados sistemas jurídicos para limitar las opciones de los asegurados, a saber:

1º. Limitaron el derecho a la libre elección de abogado rebajando la garantía de reclamación y defensa de varios miles de euros a los pocos cientos que son lo común hoy día.

2º. Fijaron baremos de honorarios ínfimos a sus propios abogados y elaboraron sofisticados protocolos para que los asegurados acudiesen a ellos con preferencia a un profesional independiente.

3º. Dieron amplia cobertura a cualquier mínima irregularidad de los asegurados y se hicieron pasar por víctimas de una población que presentaron como altamente querulante.

4º. Presionaron a la baja los criterios médicos para indemnizar…

Pero siguieron siendo las principales protagonistas de los juicios de faltas, siendo condenadas en la generalidad de los casos o pagando en el último momento cantidades inferiores a las debidas, transaccionando con el perjudicado que suele aceptar ante el panorama de un proceso judicial que puede ser largo.

Sí, las compañías de seguros no dejan de discutir ni un céntimo y son con mucha seguridad las principales usuarias de nuestro sistema judicial.

Ahora el gobierno pretende eliminar los juicios de faltas de tráfico. Esto tiene una serie de consecuencias inmediatas:

1º. El informe médico-forense, que hasta ahora era gratis y de alta fiabilidad por su imparcialidad, ya no estará al acceso del perjudicado que deberá pagar a su propio perito médico.

2º. El perjudicado, demandante en el 100% de los casos, habrá de pagar las tasas mientras que las aseguradoras disfrutarán de ver caer este coste del lado del ciudadano.

3º. Dados los gastos anteriores y a la vista de las ridículas cantidades garantizadas en la garantía de reclamación y defensa ¿quien podrá elegir libremente abogado? Caerán en manos del abogado de la compañía y perderán este derecho fundamental y con mucha seguridad sus informes médicos los elaborará también un médico a sueldo de la compañía.

Hay que reconocer que han tenido éxito: Los gobiernos dictan leyes a la conveniencia de ellas, siendo las principales usuarias del sistema judicial disfrutan viendo como los ciudadanos pagan las tasas y, encima, han logrado hacernos creer que los ciudadanos son unos malvados.

¿Pasará esta vez como en 1995 y nadie alzará la voz? ¿Pagarán los ciudadanos su insaciable hambre de dinero?

No espero mucho ya de nadie pero muchos abogados y ciudadanos se están jugando sus derechos para que ellas ganen más a costa de todos.

Yo que usted protestaría.

Héroes de Cavite

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En Cartagena no hemos ganado jamás una guerra. Fuimos Carthagineses contra los romanos, romanos contra los godos, godos contra los musulmanes y musulmanes contra los castellanos. En 1873-74 fuimos cartageneros contra el mundo y en 1936-39 los últimos republicanos de la península. No, nunca hemos ganado una guerra, las hemos perdido todas, pero seguimos aquí desde hace varios miles de años.

Quizá por eso nuestros monumentos no cuentan victorias sino derrotas.

Suelo pasear a menudo por la Plaza de los Héroes de Cavite y me entretengo leyendo los nombres de aquellos que acabaron «dando la vida por España» según la terminología oficial, aunque sería más exacto decir que perdieron la vida por culpa de sus gobernantes.

Leo en esas lápidas nombres gallegos, vascos, catalanes, andaluces y muchos, pero que muchos, apellidos cartageneros; tantos que, a veces, me parece estar leyendo los antiguos registros de abogados de mi colegio. Los «Héroes de Cavite» le llaman mis vecinos al monumento aunque también está dedicado a los marineros muertos en Santiago de Cuba.

El monumento me transmite sensaciones contradictorias: tristeza por la muerte de tantos hombres e ira por la poca vergüenza de quienes les mandaron a morir. Oscuras historias de corrupción impidieron que esos hombres contasen con cañones en Bahía Subic, con torpederos submarinos, incluso el crucero Colón carecía de cañones en las torres…

La corrupción nunca sale gratis, a veces se paga en dinero y otras, como aquí, la pagaron españoles generosos con su vida.

Por eso cuando paseo por allí pienso en España, en sus gobernantes, en la corrupción y me pregunto si no acabaremos siendo todos unos desdichados «Héroes de Cavite».