Navidades ortodoxas

El tipo que lleva el bar es un sujeto rubicundo, activo y trabajador lo que, en conjunción con su notorio acento extranjero, me hace colegir que su origen está en el este de Europa.

El tipo está perfectamente integrado en la ciudad y tras la barra de su bar multitud de agradecimientos de agrupaciones de semana santa así lo acreditan; miro con atención alguna del San Juan Californio que, los Martes Santos, hace de la calle de La Serreta la patria del orden, las flores y la música del alma cartagenera por antonomasia.

Miro los adornos del bar y al pagar le deseo al rubicundo eslavo feliz navidad al tiempo que le pregunto…

—Aunque vosotros estos lo celebráis el seis de enero ¿No?

A lo que él me responde

—No, lo celebramos el 25 porque aunque nosotros somos ortodoxos somos católicos como ustedes…

Yo le interrumpo viendo que el eslavo ha caído en la trampa…

—Católicos son todos, lo que pasa es que aquí son católicos apostólicos «romanos» y vosotros sois católicos, apostólicos, ortodoxos, pero todos son católicos, de hecho buena parte de la culpa de la separación entre católicos ortodoxos y católicos romanos la tuvo un tío de aquí, un cartagenero llamado Leandro que…

Yo he notado cómo se me agolpaban en la memoria pugnando por salir los datos teológicos a propósito del «filioque», el tercer Concilio de Toledo, el Credo de Nicea, los Cuatro Santos de Cartagena y hasta el milagro de San Apapucio y ya me disponía a largarle al eslavo un tostón de 25 minutos cuando he notado, por su rictus de terror y su mano crispada sobre la terminal de la tarjeta de crédito, que me ha visto venir y en hábil maniobra ha salido disparado hacia la cocina alegando algo que no he entendido…

No he tenido tiempo de reaccionar y me he quedado pensando en lo bien que me quedaría a mí una conferencia a la comunidad ortodoxa de Cartagena explicándoles que Leandro, Isidoro, Fulgencio y Florentina (los cuatro santos de Cartagena) no son solo santos católicos romanos sino también católicos ortodoxos así como su intervención en la gestación de la cuestión del «filioque», causa última de la división entre ortodoxos y romanos…

Es verdad que en cuanto he comenzado a darme a mí mismo el discurso he entendido las razones de la despavorida huída del patrón de la taberna…

Lleno de empatía he tomado una foto a la barra del bar y me he ido a buscar peladillas de Alcoi para mañana que, por cierto, aún no he encontrado dónde comprarlas.