¡Viva México, cabrones!

Cada uno tiene sus momentos favoritos de la historia y, como no, yo también tengo los míos.

Uno de los que me resultan más inspiradores ocurrió el día 13-águila del año 1-caña (23 de septiembre de 1519) cuando los nobles tlaxcaltecas ofrecieron a Cortés cinco mujeres.

Nos han contado mal la historia. Quienes la cuentan de un lado pintan a los tlaxcaltecas como unos salvajes que entregaban a sus mujeres como si fuesen mercancía y del otro se subraya la verriondez de Cortés y sus extremados extremeños.

Sí, nos han contado mal la historia.

Del mismo modo que en España la boda de una reina (Isabel) y un rey (Fernando) unió dos reinos hasta entonces independientes en la impecable lógica tlaxcalteca la intención era la misma.

«Casaos con estas mujeres y a partir de este momento vosotros y nosotros seremos familia y los hijos que nazcan ya no serán extraños sino hermanos».

Y así fue, las cinco mujeres —previo bautismo naturalmente— se casaron con capitanes de Cortés y esos matrimonios fueron estables y felices, muy lejos del comercio carnal con que historiadores poco informados han querido pintar el asunto.

Esta idea de fundir ambos pueblos y hacer de las nuevas generaciones mestizas un pueblo de hermanos funcionó maravillosamente, tanto que hoy, si México es algo, es ese país afortunado donde europeos e indígenas comparten su sangre. Si existe una «raza cósmica» como pretendió algún nacionalista es esta que hace a todos los seres humanos iguales.

A partir de aquel momento Castilla y Tlaxcala formaron un equipo imbatible. Sí te molestas en leer los textos, cuando Cortés marcha a Tenochtitlán a encontrarse con Moctezuma viaja acompañado de miles de guerreros tlaxcaltecas que son quienes infunden el miedo a los mexicas. Moctezuma no tiene ningún problema en dejar entrar a Cortés y sus castellanos en Tenochtitlán pero no a los tlaxcaltecas. Cortés, que sabe que no es nadie sin ellos, presiona y presiona hasta conseguir que Moctezuma le permita ser acompañado por una guardia de varios cientos de imponentes guerreros de Tlaxcala.

Este patrón de conducta se repetirá en Cortés con otros pueblos de forma que, cuando Castilla y Tlaxcala atacan Tenochtitlán ningún pueblo indígena quiere ayudar a los mexicas. Totonacas, cempoaltecas, mayas… Todos pelean con Cortés, un Cortés que no quiere volver a la vieja España, que quiere vivir y morir allí entre esos que le propusieron un convenio que cambió la historia:

«Casaos con estas mujeres y a partir de este momento vosotros y nosotros seremos familia y los hijos que nazcan ya no serán extraños sino hermanos».

Hoy esa España 2.0, esa España Reloaded y con esteroides que es México es ese pueblo de hermanos que un día quisieron los tlaxcaltecas. Y con Tlaxcala y el resto de los indígenas de la mano los novohispanos tomaron las islas Filipinas (sí, las islas Filipinas eran una capitanía de México) y hasta dominaron comercialmente todo el oriente de Asia haciendo del «Real de a Ocho» o «Peso fuerte» la primera divisa internacional. Para 1800 sólo París o Londres podían compararse con la ciudad de México. Ese sueño tlaxcalteca de «mezclémonos y seamos hermanos» cambió el mundo y dio origen a esa nación admirable que hoy llamamos México.

Ahora yo tendría que ponerles el «Huapango de Moncayo» y hacerles gritar eso de «¡Viva México, cabrones!», pero sospecho que en España nada de esto interesa demasiado y en México tienen una visión inventada donde los tlaxcaltecas no pasan de ser unos traidores a la patria (¿a qué patria, a esa que asesinaba veinticinco mil personas al año?) y donde difícilmente se reconocerá que inspiraron una epopeya virtualmente inigualable entre los pueblos del mundo. Una epopeya nacida de una idea genial: seamos mestizos, seamos hermanos.

Hoy México es un país que comparte un 45% de sangre europea, un 50% de sangre indígena y un 5% de sangre afroamericana, un país que descubrió algo que el mundo aún no ha entendido, la genialidad tlaxcalteca.

Y ahora sí ¡Viva México, cabrones!

Faltan 9 días para el 12 de octubre y estoy seguro que todavía está casi todo por descubrir.

Dos historias de México

La historia puede escribirse de muchas formas pero ninguna suele ser neutral. Hagamos un experimento y probemos a resumir la historia de México, por ejemplo, de dos formas diferentes.

Primera. En mesoamérica existía una civilización floreciente con capital en Tenochtitlán que aún hoy día nos sorprende con sus logros pero unos europeos llegados en barco, apoyados por tribus de indígenas traidoras a su patria, cercaron y se apoderaron de Tenochtitlán acabado así con aquella civilización maravillosa.

Tras tres siglos de dominación europea en la que se exterminó a la mayor parte de la población indígena, mexicanos de verdad se levantaron contra los europeos y los expulsaron del país. Un buen ejemplo para la humanidad.

Segunda. En mesoamérica existía una civilización que sistemáticamente capturaba miembros de las tribus vecinas para asesinarlos. Hartas de la situación y aprovechando la llegada de un contingente de europeos estas tribus se liberaron del yugo azteca y atacaron su capital Tenochtitlán apoderándose de ella y librando al país de aquella tiranía.

Tras la victoria indígenas y europeos se mezclaron entre sí hasta hacer de México un país ejemplarmente mestizo donde las razas se aman y no se odian. Un buen ejemplo para la humanidad.

Un mexicano hoy puede sentirse heredero de los mexicas o asumir que es hijo de una civilización mestiza. Las consecuencias de elegir creer en uno u otro relato son decisivas no sólo para determinar cómo se relacionarán con el mundo y entre sí sino incluso su relación consigo mismos y su historia.

Por eso ten cuidado de qué libros lees y qué relatos asumes, los libros son la forma en que se programan los seres humanos. Y recuerda que donde escribí México puedes escribir España… Españoles y mexicanos no somos muy distintos y seguramente a nosotros también tratan de escribirnos una historia que nadie escribe con neutralidad.

Como a los mexicanos.

Hispano

Conocí a Jorge Fandermole, el poeta y cantor argentino, escuchando cantar su «oración del remanso» a la tuna.

(Sí, ya sé lo que me van a decir… y yo les responderé lo que dijo hace cinco mil años el sabio egipcio Ptahotep a su hijo: «escucha incluso al necio, porque sólo aprende el que escucha»).

Y, hablando de escuchar, creo que tiene mucha razón Jorge Fandermole cuando nos dice que

«Forma de mis pensamientos,
sonar de una madre patria,
de la terrible conquista
ibérica y transatlántica
que me da el decir, me funda
con la primera palabra
hasta el adiós que suspire
cuando del mundo me vaya.

(…)

Y entienden mi canto en Lima,
en Santiago y en Caracas,
y todo el mundo lo entiende
desde México a Granada.
De Madrid a Buenos Aires
y de Rosario a La Habana,
si debo decir "te amo"
mi amor es en lengua hispana».

Y siento que tengo suerte de que, desde mucho más al norte del Río Grande hasta casi tocar la Cruz del Sur, pueda escuchar y entender a tantas gentes distintas, con tantos acentos distintos, de tantas razas distintas y con un idioma común para entender, vivir, amar y aprender.

«Cantando al sur del río Bravo
con entonación tan bella,
por la Cruz del Sur se ha dado
a volar hasta las estrellas,
y va dibujando el sueño
de Macondo a un Llano en llamas,
y habla el hidalgo manchego
con el Martín de la Pampa».

Y es por eso que —aunque aquí nos empeñemos en no saber cómo llamarle a esa forma de pensar, de amar y de entender la vida— a esto, por el mundo, le llaman español y es un vínculo que permite que la fraternidad humana se vea mucho más cercana cuando oyes pronunciar palabras como «hermana» o «amigo».

En español.

Ahora también México.

Ayer les conté la historia del movimiento Cypherpunk y por qué nació Bitcoin y el resto de las criptomonedas. Del año 2010 acá las criptomonedas han pasado de ser una diversión de frikis a tener una capitalización inimaginable.

Ahora, en apenas tres días, estamos asistiendo a un fenómeno inusitado: anteayer la República de El Salvador anunció y presentó la ley que ha de convertir en breve al Bitcoin en su moneda oficial. Ayer fue Paraguay quien anunció movimientos en idéntico sentido y hoy es en México —un auténtico gigante con una población tres veces superior a la de España (127 millones de habitantes)— donde se anuncian movimientos políticos por parte de grupos del legislativo para convertir también a Bitcoin en moneda de curso legal.

Los países iberoamericanos saben bien cuál es el valor del dinero de papel que emiten los bancos centrales y conocen muy bien también qué le pasa a ese dinero cuando los gobiernos —como ahora el de Joe Biden— deciden darle fuerte a la manivela de la multicopista.

Con una cifra fija de monedas y gobernado sólo por el código que lo regula y no por cualquier gobierno que eventualmente decida cambiar las reglas del juego, Bitcoin se presenta como una solución muy deseable para todos esos países que, como los iberoamericanos, se han visto inmersos en la aparentemente indestructible lógica del dólar y del dinero fiat.

Lo que está pasando estos tres días sería el sueño que, hace apenas 11 años, soñaron los soñadores de quienes les hablaba ayer.

Pero ¿será posible? ¿acabará otra vez el dinosaurio con los soñadores?

Muy probablemente sí. Ninguna revolución triunfó a la primera, aunque en este siglo XXI las cosas van muchísimo más rápido que en ningún otro siglo de la historia. USA, China, la UE, ciertamente no van a tolerar que paises de su ámbito económico puedan hacer tambalearse su sistema de dominio económico pero…

Pero a veces los sueños son posibles.

Para quien sienta curiosidad le dejo aquí la proposición de ley que se ha presentado en la República de El Salvador. Puede ser un hecho aislado o puede ser la primera de muchas.

Lo veremos.

Isabel Zendal

Isabel Zendal nació en la parroquia de Santa Mariña de Parada, en La Coruña, quedando huérfana de madre a los siete años por culpa de la viruela.

Por aquellos años en que nació Isabel la viruela era el azote de la humanidad y era tan letal que, en algunas culturas antiguas, incluso estaba prohibido dar nombre a los niños hasta que contrajesen la enfermedad y sobreviviesen a ella. Su tasa de mortalidad llegó a ser hasta de un 30 % de los pacientes infectados.

Un par de siglos antes los españoles habían llevado la enfermedad a América y, si letal era para los europeos, mucho más letal se reveló para los indígenas americanos. Aunque no se sabe cuántos indígenas pudieron morir (no hay censos de población indígena en 1492 y las cantidades oscilan entre los 8,4 millones de personas de Alfred L. Kroeber y los 110 de Henry F. Dobbyns) es indudable que la mortandad fue tremenda sin que nada se pudiese hacer desde el punto de vista médico para detener aquella tragedia.

En 1796, durante la fase de mayor extensión del virus de la viruela en Europa, un médico rural de Inglaterra, Edward Jenner, observó que las ordeñadoras de vacas lecheras adquirían ocasionalmente una especie de «viruela de vaca» o «viruela vacuna» (cowpox) por el contacto continuado con estos animales, y que era una variante leve de la mortífera viruela «humana» contra la que quedaban así inmunizadas. Tomó suero de esta vacuna y consiguió inocular a James Philips, un niño de 8 años. El pequeño mostró síntomas de la infección de viruela vacuna, pero mucho más leve y no murió. El resto de los niños inoculados respondieron sorprendentemente bien.

Afortunadamente, por entonces, el copyright y las patentes de los medicamentos no estaban muy extendidas de forma que, aunque Jenner publicó sus estudios en 1798, para 1800 el doctor Francesc Piguillem i Verdacer ya estaba vacunando a los niños de Puigcerdá. Rápidamente el método de Jenner se difundió por Europa y Francisco Javier de Balmis tradujo al español el libro del francés Moreau donde se detallaba el procedimiento para vacunar. Fue por esos años también, 1803, que el propio médico español J. Balmis propuso a Carlos IV —cuya hermana había fallecido de viruela— organizar una expedición a América a fin de poder vacunar a toda la población americana y así poner fin a la sangría que ocasionaba la viruela. Todo ocurrió muy rápido; mucho se habla de la mortandad causada por las enfermedades llevadas por los españoles en América, de lo que se habla bastante menos es de que, en cuanto hubo un remedio para la viruela, la monarquía española fue la primera en preocuparse de ponerla al alcance de sus súbditos americanos en lo que había de ser la primera operación sanitaria mundial de la historia.

Carlos IV atendió inmediatamente la petición de Balmis y se apresuró a librar los fondos precisos para organizar aquella expedición pero ¿cómo se llevaría la vacuna a América? Tras pensarlo detenidamente se decidió que se inocularía la enfermedad en niños y la misma se iría contagiando de unos a otros hasta llegar a América, más de 20 niños serían necesarios y este es el momento en que volvemos a la mujer que da título a este post: Isabel Zendal.

A Isabel, tras quedar huérfana de madre, las cosas no le habían ido del todo bien para los estándares de la época; Isabel en 1796 había dado a luz un niño, Benito, y ahora era madre soltera lo que, en La Coruña del siglo XVIII, no era precisamente la mejor carta de presentación. Trabajo en el hospicio que había fundado Teresa Herrera y no debió trabajar poco ni mal porque, tras la muerte de la fundadora, llegó a ser su rectora, hasta que, en 1803, por orden del Rey, se dispuso que sería ella quien estaría a cargo de los 22 niños del hospicio a quienes se había de inocular la viruela. Entre los niños figuraba Benito, su propio hijo.

Se decidió que cada niño recibiría un hatillo que contendría: dos pares de zapatos, seis camisas, un sombrero, tres pantalones con sus respectivas chaquetas de lienzo y otro pantalón más de paño para los días más fríos. Aunque se ordenó que tras la expedición los niños fuesen devueltos a España lo cierto es que ninguno de aquellos rapaces regresó de su viaje.

A bordo del «María Pita», navío específicamente fletado para la expedición, Isabel y los niños viajaron a Canarias, Puerto Rico, La Habana, Nueva España (México) con expediciones subsidiarias a Colombia y Perú. La vacuna de la viruela había llegado a América y finalmente, exhausta y tras cumplir con su deber más allá de lo exigible, Isabel y su hijo Benito se avecindaron en Puebla de donde ya no regresarían nunca.

Balmis decidió continuar con su expedición salvadora hasta las Filipinas y, cuando hubo extendido las vacunas por las Filipinas, se dirigió a Macao y China donde prosiguió con su tarea de salvar vidas.

Edward Jenner, el propio descubridor de la vacuna, dijo de la expedición de Balmis

No puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este.

A día de hoy ya no muere nadie de viruela en América y es un buen momento para recordar que quizá los españoles hicieron muchas cosas mal aunque, ciertamente, no todas. Sueño que los descendientes de Isabel se han multiplicado y habitan en Puebla y en otras ciudades de la vieja Nueva España y pienso también en los 22 rapaces que salieron de la Coruña hace algo más de dos siglos y a los cuales la humanidad debe tantas vidas.

Y pienso que no, que decididamente no, no todo lo hicimos mal.