Sor Rosario

Sor Rosario era mujer de un único método pedagógico al enseñar y el mismo se fundaba en el uso certero y preciso del sólido estuche de su rosario.

Cuando una niña salía a la pizarra a ser examinada por sor Rosario el estuche del rosario permanecía siempre visible y al alcance de su mano.

—¿Cuántas son siete por ocho?
—Cre-creo que cincuenta y seis.

Rápida como el rayo sor Rosario agarraba su estuche y con un golpe preciso sobre la molondra de la examinada le introducía en la mollera los más precisos conceptos lógicos.

—¡Que siete por ocho son cincuenta y seis se sabe, no se cree! ¡se cree en Dios y en los santos, pero que siete por ocho son cincuenta y seis no se cree! ¡¡¡Se sabe!!! ¿Lo entiendes?
—Cre-creo que sí…
—(…)

Yo no presencié aquellas escenas porque por entonces niños y niñas vivíamos en ecosistemas separados pero, diversas propietarias de molondras estucheadas por sor Rosario, me han relatado el terror pánico que les producía aquella hermana cuando habían de salir a la pizarra. Algunas todavía no han superado el trauma y experimentan convulsiones cuando han de expresar su opinión sobre algún tema y se retuercen para distinguir lo que saben de lo que creen.

Le he dado vueltas muchas veces al método pedagógico usado por sor Rosario y creo que, dejando a un lado su perverso y aterrorizador uso del estuche, lo de distinguir aquello que se sabe de lo que se cree es un arte que está hoy día olvidado —sobre todo en nuestra clase política— pues tratamos como axiomas lo que no son más que opiniones y eso nos conduce a la intolerancia y a que, como sor Rosario, acabemos corriendo el riesgo de sacudirnos las molondras unos a otros.