Recuerdo cuando de niño, a finales de los 60 y todavía en pleno régimen de Franco, los profesores nos hablaban de los males de la democracia y negaban la capacidad del pueblo para tomar decisiones. Con frecuencia recurrían al ejemplo de lo que ellos llamaban «la primera decisión democrática» que no era otra que aquella que, supuestamente, promovió Poncio Pilato al pedirle al pueblo judío que decidiese sobre la vida y la muerte de Jesús o Barrabás. El pueblo eligió a Barrabás y con esto mis profesores daban por zanjada la cuestión.
El ejemplo me atormentó años.
La imagen del pueblo gritando a Poncio Pilato que liberase a Barrabás («Bar Abba» en arameo) me estremecía, hasta que un día aprendí que «Bar Abba» (el nombre del supuesto delincuente) significa literalmente en arameo «Hijo del Padre». Más tarde, manuscritos procedentes de Cesárea y del Sinaí aclararon que el nombre de ese tal «Bar Abba» no era otro que «Iessous», es decir: Jesús. Entonces comprendí la moraleja profunda de esa historia.
Cuando la multitud gritaba a Poncio Pilato que liberase a «Iessous Bar Abba» lo que estaba gritando, en nuestro idioma, es que liberase a «Jesús el Hijo del Padre».
Hoy se sabe con bastante certeza que probablemente la elección de que hablaban mis profesores jamás existió porque más que probablemente Jesús y Barrabás fuesen la misma persona.
Ocurre que la historia la escriben los poderosos y, cuando el cristianismo llegó a ser la religión del imperio, no quedaba bien que fuese la propia Roma la responsable de la muerte de quien ahora era su deidad oficial. El desconocimiento del arameo y unos cuantos retoques hicieron el resto: Fueron los judíos los responsables de la muerte de Jesús al elegir a un peligroso delincuente llamado Barrabás.
La historia es extremadamente moderna y tiene muchas moralejas. Hoy que cuando elegimos entre partidos -votemos lo que votemos- votamos siempre a los mismos; hoy que cuando el pueblo deja oír su voz el poder la manipula y tergiversa hasta hacerle decir lo que no dice; hoy que los Poncios Pilatos mandan a la Troika a quien el pueblo quiere salvar, la historia de Iessou Bar Abba cobra actualidad.
No; el pueblo no se equivocaba, su decisión fue desoída y posteriormente falseada para que los culpables pasasen por inocentes y el pueblo resultase culpable de los delitos de sus inícuos gobernantes: «Han vivido por encima de sus posibilidades».
Pero la verdad -entonces y ahora- estuvo siempre ante nuestros ojos, escrita en el nombre del delincuente que no lo fue: Barrabás.