Zarangollo
No creo que en la vecina ciudad de Murcia hayan tenido nunca problemas con el nominalismo ni les haya preocupado lo más mínimo el filosófico «problema de los universales»… y tengo para mí que la culpa de esto la tuvo el hambre.
Las tierras con río suelen dar mucha importancia a los nombres, «fijarse» si no en Egipto, donde fluye un río que es como el Segura, pero a lo bestia, aunque sin rueda de la Ñora (pobrecicos). Pues bien, allí pensaban que el dios «Ra» había creado el mundo por el sencillo expediente de ir nombrando lo que quería crear; así que el genares iba nombrando cosas y las cosas iban apareciendo hasta que nombró al hombre, lo creó, y se le quitó el tole-tole de crear cosas. Saber el nombre de las cosas permitía crearlas y destruirlas, por eso Ra guardaba en secreto su nombre, hasta que Isis lo engañó y Ra —que debía ser un poco belorcio— se lo dijo.
Yo creo que en Murcia, después de la guerra, pasaron mucha hambre y se acordaron más de una vez de Ra y si no explíquenme ustedes por qué un murciano iba a llamar a la coliflor «pava»… o «perdices» a un tipo de cogollos de lechuga. Yo creo que la culpa tuvo que tenerla el hambre: si no tienes cuartos para comprar conejo y hacerte un buen arroz pues le pones «pava» de esa que crece en el bancal de enfrente y comes «carne». Dicen que en los campos de exterminio los prisioneros soñaban sobre todo con las comidas de su infancia y creo yo que los murcianos se quitaron esos sueños recurriendo al dios Ra, no iban a dejar de comer pava o perdices por un quítame allá esos cuartos.
No sé por qué cuento esto, o sí. Sucede que hoy me estoy zampando un plato de zarangollo que está cojonudo —o eso o que yo voy con hambre— y he descubierto que la Real Academia de la Lengua hace derivar (¡como si en Murcia hablasen mal!) esa palabra de «frangollo», que es, en definición del académico diccionario, «cosa hecha deprisa y mal». Como ven en la Academia hay unos cuantos genares pero ninguno sabe que el zarangollo o se hace despacio y sin arrebatarse o no sale bueno.
El zarangollo, lejos de ser una cosa hecha deprisa y mal es un plato hecho despacio y que —bien hecho— está estupendo, es santo y seña de la gastronomía de la vecina ciudad de Murcia y lo pueden comer fieles de todos los credos: cristianos, musulmanes, judíos y veganos; seguidores estos últimos de una doctrina que les obliga a no catar la carne y que me pregunto yo si no tendrá su origen en Murcia u Orihuela, ciudades de la vega del Segura y de ahí lo de «veganos».
Al final he ido saltando de una cosa a otra, no les he dado la receta del zarangollo legítimo, me he ido a Egipto y al nominalismo y esto se enfría (¿les he dicho frío o tibio el zarangollo también está cojonudo?) así que vamos al tajo: este zarangollo tiene buena pinta y va a morir, todo sea por Ra.
La bodega Lloret
Me habían dicho que la taberna «Lloret» de La Unión estaba en venta y me he alarmado mucho pensando que su final estaba próximo.
Uno sabe que estas cosas, como la muerte, son inevitables, pero —como decían los periodistas de cuando Franco— son también temidas («no por esperada menos temida» era la muletilla que acompañaba inevitablemente la noticia de la muerte de Franco en la prensa del régimen).
Pues bien, al igual que la muerte de Franco, el cierre de la «Bodega Lloret» es un suceso tan esperado como temido. Esperado por que quien la regenta ya va teniendo una edad, temido porque toda la población de la comarca sabe que, si cierra la bodega Lloret, se acabará un mito; lo mismo que sabe que si la bodega Lloret cambia de dueños ya no será la bodega Lloret.
Los sitios auténticos no son como esas franquicias de plástico, todas iguales las unas a las otras, indiferenciables entre sí y perfectamente fungibles. Los sitios auténticos no tienen sucursales y, como los seres humanos, son todos distintos unos de otros. Starbucks o Burguer King son todos iguales, están hechos en serie (al fin y al cabo son meros productos) y usted podría instalar una tienda de esa especie sin problema alguno; lo que jamás va a poder hacer usted es pintar el original de «Las Meninas» o reabrir la bodega Lloret, porque esta es a las tabernas lo que Las Meninas son a la pintura y, aunque estas son arte mayor y el de la bodega es arte menor, como todo arte pequeño es artesano y está vinculado a la personalidad de su autor. Las personas dan personalidad a los negocios, eso escapa al ámbito económico de las franquicias.
En la foto tienen al regidor del negocio de que les hablo, ante ustedes el más centelleante extremo del Levante F.C. de la historia (si le pilla de buenas le contará incluso cómo en un sólo partido le encajó dos chicharros al Real Murcia con notable satisfacción) un genio creador de un nuevo estilo en el mundo de la restauración, los negocios y el derecho. Me explico.
La taberna Lloret trabaja mucho el género de la cerveza y, en lo tocante a los botellines, este genio de la hostelería instauró con anterioridad al resto de los comercios el sistema del self service, pues los parroquianos de este local entran con toda naturalidad tras la barra, abren el arcón frigorífico y se proveen ellos mismos de los botellines que desean consumir. Esta operación se producirá tantas cuantas veces sea menester y tras esto, cuando los clientes deciden abandonar el establecimiento, el centelleante extremo del Levante F.C. simplemente les pregunta cuantas cervezas han consumido. Los clientes responden a la pregunta del encargado con la cifra que mejor les pete, procediendo este, acto seguido y en justa reciprocidad, a cobrarles lo que se le antoja. A este aleatorio procedimiento de cobro le han dedicado muchas horas de estudio eminentes personalidades del mundo jurídico, no encontrando al mismo más explicación que el hecho de que la equivalencia de las prestaciones y la sinalagmaticidad propia de los contratos se ven afectadas en La Unión por las extrañas condiciones geológico-mineras del llamado «Espacio Jurídico Unionense».
Si aleatorio resulta el precio de la cerveza mucho más impredecible resulta el precio de la consumición si a las cervezas se añaden —como es de rigor— unas tapas de michirones o de patatas con ajo. Esta variabilidad irá en aumento en función del número y diversidad de artículos que usted solicite al encargado; si pide usted otras viandas distintas de las anteriores, la volatilidad de los precios de la taberna es solo comparable a la de la convertibilidad del bitcoin, fenómeno este que puede usted aprovechar para hartarse por cuatro duros o, en el peor de los casos, sufrir un estoconazo hasta las cintas en el hoyo de las agujas.
El bar no solo lo habitan personas sino que, en admirable demostración de ecologismo militante, bandadas de caverneras recorren el local pues en uno de sus extremos hay troncos y ramas para que se posen, comederos de alpiste con sus cañamones para alimentarlas y bebederos que supongo no sean de agua sino de vino minero porque —aunque nunca las he oído cantar— doy por hecho que las caverneras de la bodega Lloret, cuando se arranquen a cantar, se templarán por tarantas.
De la parroquia ya les hablo otro día, situada la bodega como está en pleno centro de La Unión por allí pasa todo el mundo, de forma que no hay mejor lugar (quizá solo la barbería colindante) para difundir una noticia a la que deba darse público y general conocimiento. Olvídese usted de Internet, de las redes sociales y hasta de la columna de necrológicas del «ABC»: en La Unión nadie está del todo muerto hasta que su esquela no orna las paredes de la Bodega Lloret, ustedes ya me entienden.
Esta mañana me he dejado caer por allí aprovechando que he ido al Juzgado de Paz de La Unión y he verificado que el negocio sigue en funcionamiento y que el centelleante extremo del Levante F.C. sigue en plenitud de facultades.
No me hago ilusiones, cualquiera de estos días se nos jubila el extremo y nos quedamos sin bodega Lloret. Si ustedes no han ido están tardando, este es un local irrepetible (como «Los Lebrillos» en Murcia o «Paco el Macho» —el de antes, no el de ahora— en Cartagena) y si no se acerca usted ahora que puede ya no lo hará nunca.
La Bodega Lloret es arte efímero, como todo el arte inmortal. Están ustedes tardando.