Hará unos 10 años, todavía algunos debatían en Europa la conveniencia de eliminar la letra «ñ» de los teclados informáticos, para “estandarizarlos” decían. Los Estados Unidos, en cambio, han tenido que estandarizar la «ñ» en sus sistemas gracias a la enorme población hispanohablante que habita ese país (58 millones de personas, más que en España) y, sobre todo, debido al empuje de personas como esta que ven en la imagen: Serena Auñón. Hija del médico cubano Jorge Auñón, Serena ha mantenido la «ñ» —y la tilde— en su apellido familiar que, además, ha decidido no perder, como es habitual en los USA, en favor del de su marido (Mr. Chancellor); de hecho, en la mayor parte de la ropa de trabajo de Serena, sólo figura su muy alcarreño apellido: «Auñón».
Serena Auñón es ingeniero y en estos momentos orbita la Tierra a bordo de la Estación Espacial Internacional (ISS) realizando experimentos médicos para un mejor tratamiento del cáncer.
Es, si mis datos no fallan, la primera «Ñ» que alcanza el espacio exterior. Gracias por todo Serena.
Visibilizar es palabra de moda. Ahora, cuando un colectivo o asociación organizan una protesta o manifestación, el término que se utiliza es visibilizar —y me parece bien— porque ese es el objetivo, poner a la vista de todos, gobernantes incluidos, la existencia de un problema.
El Consejo General de la Abogacía Española destina aproximadamente un millón de euros anuales que pagan todos los colegiados y colegiadas de España (véanse por ejemplo las cuentas de 2015) a una partida denominada «comunicación» que, se supone que entre otras cosas, debiera servir para «visibilizar» los problemas y las actividades de los abogados y abogadas.
Uno, por tanto, esperaría que, cuando muchos abogados y abogadas de toda España protestan por la situación del turno de oficio o por la imposible conciliación profesional y familiar, ese departamento de «comunicación» comunicase algo al respecto. Uno, esperaría, que —pagado por todos los colegiados— informase sobre la actividad de todos los colegiados y no sólamente sobre la de unos pocos escogidos.
El 19 de abril de este año se produjo la movilización de abogados más numerosa de la historia de España con toda probabilidad; tal movilización volvió a repetirse el 22 de mayo y ese departamento de «comunicación» que nos cuesta un millón de euros a los abogados de España no fue capaz de escribir ni un solo tuit sobre ello. Su silencio ominoso, aunque no me sorprende a estas alturas, es quizá la mejor ilustración de cómo funcionan algunas cosas en la abogacía española.
Cuento todo esto porque ayer un grupo de compañeros y compañeras decididas y audaces visibilizaron una vez más en Castellón los problemas de la justicia gratuita en España aprovechando la reunión que el Presidente del Gobierno de España y el President de la Generalitat Valenciana mantenían en dicha ciudad. Con extremada rapidez se reunió un grupo de compañeros y compañeras que desplegaron en el lugar de la reunión una pancarta denunciando los impagos de la Generalitat, pancarta que fue vista no solo por los antes aludidos presidentes, sino por el numeroso público allí congregado y hoy por la audiencia de muchos medios de comunicación.
Un recorte de la prensa de hoy
La acción de estos compañeros y compañeras no ha costado un euro a nadie salvo a ellos mismos. Con la decisión, la astucia, el esfuerzo y hasta el dinero de unos pocos se ha visibilizado un problema que es de todos. No sé qué les parecerá a ustedes, a mí me parece algo magnífico.
Sin embargo, leo hoy las cuentas de tuíter del Consejo General de la Abogacía Española y de su presidenta (cuentas de «community manager» y equipo de comunicación) y sus tuits se dedican a recomendar lecturas para el verano o informar de determinados actos sociales pero no veo que hablen de lo ocurrido ayer en la capital de La Plana.
Y al igual que pienso que en Castellón el esfuerzo y el dinero de unos pocos sirvieron para visibilizar un problema de todos me da la sensación de que, por lo visto hasta ahora, con el dinero que todos pagamos al Consejo tan solo se «visibilizan» unos pocos.
Hace apenas dos días, tras una conferencia improvisada que di en Sabadell sobre informática y derecho, hubo tertulia en un bar cercano con varios de los asistentes a la charla entre los que se encontraba Manuel Cachón, catedrático de derecho procesal en la Universidad Autónoma de Barcelona y hombre de enciclopédica cultura y fina sensibilidad.
La conversación corrió distendida por temas relativos a la propiedad intelectual y la no siempre razonable forma en que los estados la regulan. Se habló de las patentes de ADN, se habló de agricultura, se habló de los organismos genéticamente modificados y se habló, naturalmente, de los efectos que los mismos tienen o pueden tener sobre nuestro hábitat.
Yo, por mi parte, hablé a mis contertulios del «Roundup», un herbicida capaz de acabar con todas las plantas a excepción de aquellas que habían sido modificadas genéticamente para ser inmunes a él. Soja, maíz y muchos vegetales han sido modificados genéticamente por una conocida multinacional norteamericana (Monsanto) para que sean «RR» (Roundup Ready) y hasta hay noticias de trigo que podría estar modificado genéticamente.
El uso intensivo y sofisticado de herbicidas, el uso de semillas modificadas genéticamente en países pobres y las consecuencias socioeconómicas de toda esta agricultura hipertecnificada dieron para un breve rato de amena charla.
Sin embargo, si algo recuerdo de aquella conversación, fue una observación que hizo Manuel Cachón: «Viajando por Castilla cada vez se ven menos amapolas en los campos».
Y pensé que tenía razón, que la amapola no es para el agricultor más que una mala hierba que suele crecer en los cultivos de cereal y que, con tanto herbicida hipertecnificado, no solo estábamos acabando con las malas hierbas sino con las amapolas y hasta un poco con la lírica.
Lo escribo hoy para no olvidar la observación sobre la modernidad y la poesía, debo volver algún día sobre este tema aunque solo sea porque, de niño, me gustaba aquel poema —creo que de Juan Ramón Jiménez— que empezaba…
Novia del campo, amapola
que estás abierta en el trigo;
amapolita, amapola
¿te quieres casar conmigo?
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