Por qué hemos de hacerlo en enjambre (#J2)

No hay en ningún país ni en ningún grupo humano otra riqueza que la de los hombres y mujeres que lo componen y esta afirmación, que es válida para cualquier comunidad humana, es especialmente cierta para esa extraña hermandad que forman los abogados y abogadas de España.

En efecto, en la república de los abogados y las abogadas de España la igualdad de todos sus miembros es radical y, de la primera al último, todos son una cosa y lo mismo, abogados, personas expertas en resolver problemas y con amplios conocimientos de la ciencia jurídica. El trabajo de todos y cada uno de estos abogados y abogadas es valiosísimo (trata de calcular los honorarios de mil abogados trabajando en un asunto) y por eso, tratar de que todos ellos sean dirigidos o representados por una sola persona es reducir la inteligencia colectiva del grupo virtualmente a cero.

Piensa en el Consejo General de la Abogacía Española el cual, por más que diga representar a más de cien mil letrados y letradas, ve reducido su cociente intelectual al de su presidenta y unas cuantas personas más de su sanedrín que, si algo han demostrado, ha sido su capacidad para gastar dinero ajeno (su gasto en inútiles «inventos» tecnológicos ya debe superar los 11 millones de euros) y no dar cuentas ni de las cuantiosas dietas que se embolsan a costa de abogados y abogadas, sus iguales.

Piensa ahora en la naturaleza, en las bandadas de pájaros o en los cardúmenes de peces, grupos donde todos los indivíduos, sin que nadie les dirija, parecen moverse en la misma dirección cual si de la coreografía de un hipnótico ballet se tratase. Esta forma de autoorganización en las sociedades humanas es perfectamente posible si, como sucede en el campo de la abogacía, todos sus miembros tienen claro cuál es su objetivo y cuentan con los conocimientos precisos para llevar adelante medidas adecuadas para conseguir el fin que todos persiguen.

Esta forma de funcionar moviliza todo el músculo y el conocimiento del grupo, aprovecha las miles de conexiones y contactos que los miembros del grupo disponen, les permite actuar a una velocidad tal que, cuando en otras formas organizativas aún están deliberando, aquí la acción ya se ha realizado.

Mientras que en una organización centralizada se preguntan cuánto les costará hacer que otros trabajen para ellos, en un enjambre nos preguntamos cuánta gente está dispuesta a trabajar gratis por la causa, mientras que en una organización centralizada el músculo y el cerebro se corresponden con las pocas personas que están en su dirección, en un enjambre el músculo y el cerebro del grupo es mucho más que la mera suma de todos, es una emergencia donde el resultado final es superior a la mera suma de los miembros.

Quizá esto os resulte extraño al principio pero lo que estoy seguro que no os ofrece ninguna duda son los hechos: durante años han existido asociaciones y un CGAE pero hasta que no se ha producido un movimiento en enjambre como #J2 la situación miserable de los mutualistas alternativos de España jamás había alcanzado los parlamentos autonómicos y jamás había estado entre los problemas que los equipos de campaña de los principales partidos consideraban (me consta). Y tenemos precedentes también en el tema de las tasas, aunque existían asociaciones y existía CGAE fue finalmente la Brigada #T la que, con un movimiento en enjambre, llegó de parlamento autonómico en parlamento autonómico hasta las Cortes de Madrid donde los grupos parlamentarios les reconocieron públicamente (a ellos y no a ninguna otra asociación o grupo incluido CGAE) su lucha para cambiar aquella injusta situación.

El funcionamiento en enjambre es sencillo de entender, tan sencillo como simplemente trabajar por aquel fin a que aspiras y si esto te resulta extraño no te preocupes, funciona y vamos a ganar porque lo que perseguimos es justo, porque somos muchos más y porque estamos mejor desorganizados que ellos. Confía y adelante.

Para funcionar en enjambre es preciso que sepas unas cuantas cosas y apliques unos pocos y sencillos principios que, si no te importa, podemos repasar:

  1. El primer principio es que nuestro mayor recurso son las personas dispuestas a trabajar por la causa y es por eso que, si esa es nuestra principal riqueza, tu primera obligación es extender la red, concienciar a nuevos abogados y nuevas abogadas para que se unan al grupo y trabajen por sus fines.
  2. Podemos conseguir todo lo que nos propongamos —créeme— y por eso tu segundo principio es no dudar de que lo vamos a conseguir y transmitir esa convicción al grupo. Costará más o menos pero no dudes que esta guerra la ganamos.
  3. Confiamos mutuamente los unos en los otros y en el trabajo que cada uno realiza.
  4. Quienes hacen cosas por la causa deben ser recompensados incluso aunque no acierten. En #J2 no podemos temer al error ni a que otras personas se enfaden con nosotros. No criticamos a quien hace algo y no le sale bien: el único error, el mayor error, es no hacer nada.
  5. Si recibimos críticas de parte del público y de gente influyente es señal de que vamos por buen camino. Celebrémoslo.
  6. Si algo en algún momento sale mal el grupo lo asumirá y no se entrará en búsqueda de culpables, el grupo aprenderá con ello y seguirá adelante. Si algo funciona tremendamente bien, se lo copiará y se mezclará por todo el enjambre con nuevas variantes para hacerlo mejor incluso.
  7. Comunica tu visión a todos, y deja que los demás trasmitan tu visión con las palabras que mejor encajan con su contexto social concreto. No elabores un mensaje estándar que todos se tengan que aprender.
  8. Para electrizar a una persona háblale a su corazón.
  9. Si sientes que necesitas hacer una pausa en tu activismo, seguro que parar es lo mejor que puedes hacer. siempre es mejor tomarse un descanso para poder volver, que quemarse y amargarse. Siempre habrá algo que hacer cuando regreses: no debes preocuparte de que el mundo se quede sin algo malo que arreglar mientras tú estás fuera. Esta regla interiorízala, muchos de nosotros vamos a tener problemas de salud o de trabajo o de familia que en muchos momentos pueden hacer difícil nuestro activismo, no te quemes, para y solventa tus problemas porque te necesitamos. Confía en el grupo y en cuanto estés en disposición vuelve a la acción, ten la seguridad de que aún quedará pelea para ti.

El #EnjambreJ2 ha tenido un éxito inmenso, en muy pocos meses un problema tremendo para muchos abogados y abogadas de España ha pasado de ser un gran olvidado al primer plano de la actualidad jurídica y política y eso lo ha conseguido en enjambre, todos vosotros, no ninguna asociación. Es por eso que ahora aparecerán muchas personas hablando de organización, cargos y jerarquías. Guárdate de ellas, quienes se expresan en esos términos muy probablemente buscan protagonismo a costa del trabajo del enjambre o, peor aún, desactivarlo.

En #J2 sois (somos) miles de abogados y esa es una fuerza imparable que solo puede ser desactivada tratando de escindirla, tratando de reducir las voces y los esfuerzos de todos a las voces de unos pocos pero eso no lo van a conseguir.

Es por eso que este movimiento ha logrado hacer tambalear posiciones de poder en apenas meses y es por eso que antes temprano que tarde pondrá fin a la situación de vergüenza e injusticia en que unos cuantos quieren hacer vivir a los abogados y abogadas de España.

Tened confianza y seguid con lo que estáis haciendo: lo estáis bordando. Emocionáis.

Vamos.

Estrategias

«Ningún plan, por bueno que sea, sobrevive al primer contacto con el enemigo». La frase se atribuye al mariscal de campo alemán Helmuth Von Moltke e ilustra a la perfección lo que ocurre con nuestros planes en cuanto son puestos en marcha y empiezan a obtener los primeros resultados. Si se esperaba un resultado de cien y se produce un resultado de mil ya puedes envolver tu plan y guardarlo pues tendrás que planificar de nuevo y volverá a pasarte lo mismo.

Entonces ¿es mejor no hacer planes y dejar que todo ocurra a la buena de dios?

No, lo que hace falta es, sobre todo, inteligencia.

Gran parte del éxito táctico alemán en las guerras mundiales se debió a no considerar a sus soldados máquinas de cumplir órdenes (aunque las películas nos los presenten así, disciplinados y cabezacuadradas) sino como unidades inteligentes. Desde la época de Ludendorff se fue imponiendo la idea de que un soldado, para poder actuar eficazmente, debía poder tomar decisiones por sí mismo pero, para que esas decisiones fuesen correctas, debía conocer con precisión qué es lo que se esperaba de él. Un soldado, según esta doctrina, debía conocer, al menos, las intenciones de sus jefes hasta dos grados por encima de él. Así podría tomar por sí mismo decisiones que contribuyesen al interés general aunque estuviese aislado y sin posibilidad de recibir órdenes.

Si hay un ejemplo universal de ejército desorganizado (en apariencia) pero eficaz fue la guerrilla española. Tan eficaz resultó esta forma de organización que, dos siglos después de su aparición, en casi cualquier lugar del mundo es posible encontrar grupos armados que se denominan «guerrillas», incluso en inglés esta palabra se pronuncia en castellano. Mientras que los vistosos cuadros de infantería napoleónica y las cargas de caballería resultan antediluvianos comparados con los invisibles y mimetizados cibersoldados actuales, la guerrilla es perfectamente reconocible en sus formas de actuación hace dos siglos y ahora. La estrategia de los ejércitos ha cambiado pero la de la guerrilla no, desde Juan Martín El Empecinado a la última guerrilla de sudamérica pasando por las guerrillas chinas de Mao Tse Tung, esta forma de hacer la guerra ha seguido plenamente vigente.

Desde un punto de vista mucho más pacífico el economista de Harvard Jochai Benkler en su libro «The wealth of networks» pone a la guerrilla como ejemplo de una forma de economía social. Los guerrilleros españoles no eran soldados a tiempo completo; es verdad, sí, que contaban todos con unas herramientas susceptibles de ser usadas para la guerra (la faca o el trabuco) pero lo decisivo era la voluntad de la población de usarlas en defensa de una causa. Durante la guerra contra los franceses todos los guerrilleros y guerrilleras (que las hubo) tenían un objetivo común (la vuelta del miserable de Fernando VII y la expulsión de los franceses) y, con ese objetivo en mente, sabían perfectamente lo que se esperaba de ellos: causar tantos daños al francés como fuese posible y, para esto, se organizaban localmente en función de sus posibilidades o incluso de sus necesidades laborales y de tiempo. La mayoría de los guerrilleros eran insurgentes de noche y honestos labradores de día. Eran soldados a tiempo parcial.

Para Jochai Benkler, en la sociedad de la información se da una situación parecida a la de aquellos guerrilleros: hoy ya no tenemos trabucos y facas de Albacete pero disponemos de ordenadores en todas las casas. Movidos por un ideal común muchos ciudadanos y ciudadanas son capaces de coordinar sus esfuerzos en función de sus disponibilidades de tiempo; son muchas las personas que, en la actualidad, dedican una parte de su tiempo a pelear por una causa y lo hacen igual que lo hacían los viejos guerrilleros: peleando de noche tras acostar a los niños y trabajando de día para sacar su familia adelante y poder dedicar unos minutos de su vida a pelear por esas causas en las que creen.

¿Qué estrategia se le puede señalar a esos guerrilleros digitales?

Simplemente ninguna. La única estrategia posible es confiar en ellos y saber que operarán con inteligencia. Que, como las bandadas de pájaros o los cardúmenes de peces, la existencia de un objetivo, de una causa querida por todos, les hará volar o nadar juntos como si fuesen dirigidos por alguien, aunque, en la realidad, nadie les señalará el camino sino que ellos mismos lo elegirán.

Para una acción filantrópica, política, humanitaria o profesional importante en la sociedad de la información el mayor capital es la inteligencia y la seguridad de que nadie te dirá lo que tienes que hacer. Si quieres pelear eficazmente por una causa no esperes que nadie te diga lo que has de hacer (no hay planes estratégicos generales que resistan al primer choque con el enemigo) lo que has de hacer es aquello que tu inteligencia te dicte que has de hacer y que puede resultar útil a la causa.

Quizá no te parezca mucho pero Napoleón aprendió que no se podía acabar con ellos y los Estados Unidos acabaron marchándose de Vietnam simplemente porque no pudieron derrotar a las Guerrillas del Viet-Cong. Mujeres, como esta que se arregla con coquetería el pañuelo (no va a ir una a matar rusos sin arreglar) en un bosque de Chechenia, defendieron a sus hijos a tiros mientras sus maridos buscaban cómo causar más daño al ejército ruso.

Tan antiguo como el sitio de Zaragoza y tan moderno como Internet.

Y ahora estoy yo pensando ¿por qué les habré contado yo a ustedes esto?