Felices pascuas

Cuando llegaba la navidad mi padre «cantaba» villancicos aunque, más propiamente y conforme corresponde a un intérprete musical aunque fuese de corneta, los «ejecutaba» y lo hacía con tal eficacia que no quedaba uno vivo.

Los villancicos que mi padre cantaba, obviamente, ni estaban en inglés ni en latín, eran villancicos del terreno, de los que se cantaban en esta tierra cuando él era niño y que, con ligeras variaciones, lo mismo se cantaban en Isla Plana, que en Murcia o en Cartagena. No es de extrañar que la mayoría de los villancicos que se cantaban en la Diócesis Cartaginense fuesen parecidos pues todos derivan de una misma composición musical que fue muy famosa en los dominios europeos de la monarquía católica en los siglos XV y XVI, la romanesca conocida como «Guárdame las vacas».

Está canción nos cuenta la historia de una pastora bastante desenvuelta que, decidida a disfrutar de las atenciones de un pastor, le propone el siguiente trato:

«Guárdame las vacas, carillejo,
y besarte he;
sino bésame tú a mí
y yo te las guardaré».

A quien le resulte extraña la expresión «carillejo» (a veces la he visto escrita con mayúsculas como si fuese el nombre del pastor) le diré que es un diminutivo de «carillo» (cariño) según nos aclara el diccionario de autoridades de la Real Academia con cita, precisamente, de esta misma canción.

La canción fue tan popular que se embarcó camino de América con los marineros que zarpaban de España y al llegar allí siguió evolucionando hasta dar lugar a piezas importantísimas del folclore americano como, por ejemplo, el Polo Margariteño en Venezuela. Si tienen dudas sobre cómo una romanesca del siglo XV llega a convertirse en un Polo venezolano busquen en YouTube que hay magníficas explicaciones al respecto. En nuestra península la canción de la pastora descarada al llegar al sureste se acabó convirtiendo en villancico y eso era lo que cantaba mi padre aunque él no lo supiera.

Hoy, como todos los lunes, me ha tocado grabar un podcast para la Cadena SER y considerando que ya era tiempo de desear felices pascuas a los oyentes, he buscado alguno de estos villancicos para poner música a la felicitación y, como casi todos los años, he acabado recayendo en esta versión grabada por los Parrandboleros y el cantaor flamenco Curro Piñana, una versión que a mí me suena a gloria bendita, a rollo de pascua y a caldo con pelotas de Pozo Estrecho.

No sé si Facebook me penalizará el vídeo por la cosa del copyright pero creo que merece la pena intentarlo, así que aquí les dejo mi felicitación de este año.

Felicitaciones hipócritas

Cuentan que en los hospitales, cuando te reaniman de la anestesia, te llaman por tu nombre «¿Qué tal José?».

Nombrar a las personas, pronunciar su nombre, es un acto parecido a una caricia y es un acto que, desgraciadamente, cada vez practicamos menos. Estos días se llenará tu timeline de whatsapp de felicitaciones estándar en las que aparecerán todos los motivos navideños imaginables pero en las que no aparecerá tu nombre.

Esa repugnante costumbre de mandar felicitaciones masivas a todo el mundo es, seguramente, la mejor forma de decirte que le importas un carajo al remitente, que no va a gastar ni un segundo de su tiempo en escribir las tres letras de Ana, las cuatro de José o las cinco de María.

Llama a los que quieres por su nombre y deséales feliz navidad si es que se la deseas, pero no inundes las redes sociales de bienquedismo hipócrita.

Aunque, bien mirado, es bueno recibir estas felicitaciones anónimas siquiera sea para saber a quién no importas nada, a quien le da exactamente igual si tu navidad es feliz o no.

Hoy me han mandado una felicitación sin trampa y con buen cartón, manuscrita, como debe ser y llena de fondo en las formas. Y me ha hecho una ilusión enorme, hay algo en la palabra escrita que hace de estas felicitaciones una forma de arte, arte pequeño, arte sano.

Lo bueno de estas felicitaciones no es que te deseen felicidad es que ellas, por sí mismas, te la proporcionan. No hace falta que me deseen felicidad, con recibirla ya lo soy.

Hoy es un día feliz, ahora me toca dar las gracias, por supuesto, también de forma manuscrita.