Aseguradoras: Gana la casa.

Llevo muchos años trabajando en casos judiciales en los que está implicada una aseguradora; hasta el año 2000 defendiéndolas y desde ese año hasta ahora demandándolas. Creo que he vivido lo suficiente para saber lo qué pasa.

Si usted se acerca a un juzgado de instrucción un día de juicio verá con sorpresa cómo, en un porcentaje sustancial de los juicios, ellas son las denunciadas; hay días en que ellas son denunciadas en todos los juicios que se celebran ese día. No crea que le exagero, cuando quiera le acompaño.

Las compañías de seguros no son entidades benéficas, son entidades cuyo único fin es el lucro y usarán de cualquier medio a su alcance para alcanzar ese objetivo. Tienen además una tremenda influencia financiera y política… Y la usan. Déjenme que les explique.

En 1994 los jueces españoles solían indemnizar con unas 8.000 pesetas cada uno de los días de baja que un español sufría como consecuencia de un accidente de tráfico, pero las aseguradoras no estaban de acuerdo con los jueces en este punto y decidieron cambiar el criterio. Lo lograron: En 1995 el gobierno aprobó el baremo que reducía de 8.000 pesetas a 2.500 la indemnización por día de baja. Los ciudadanos hemos tardado 18 años en recuperar el nivel indemnizatorio de 1994. ¿Protestó alguien?

A pesar de la tremenda reducción en las indemnizaciones las compañías de seguros no se animaron a pagar con prontitud y los juicios de faltas de tráfico siguieron siendo la especie más frecuente en nuestros juzgados y las compañías elaboraron sofisticados sistemas jurídicos para limitar las opciones de los asegurados, a saber:

1º. Limitaron el derecho a la libre elección de abogado rebajando la garantía de reclamación y defensa de varios miles de euros a los pocos cientos que son lo común hoy día.

2º. Fijaron baremos de honorarios ínfimos a sus propios abogados y elaboraron sofisticados protocolos para que los asegurados acudiesen a ellos con preferencia a un profesional independiente.

3º. Dieron amplia cobertura a cualquier mínima irregularidad de los asegurados y se hicieron pasar por víctimas de una población que presentaron como altamente querulante.

4º. Presionaron a la baja los criterios médicos para indemnizar…

Pero siguieron siendo las principales protagonistas de los juicios de faltas, siendo condenadas en la generalidad de los casos o pagando en el último momento cantidades inferiores a las debidas, transaccionando con el perjudicado que suele aceptar ante el panorama de un proceso judicial que puede ser largo.

Sí, las compañías de seguros no dejan de discutir ni un céntimo y son con mucha seguridad las principales usuarias de nuestro sistema judicial.

Ahora el gobierno pretende eliminar los juicios de faltas de tráfico. Esto tiene una serie de consecuencias inmediatas:

1º. El informe médico-forense, que hasta ahora era gratis y de alta fiabilidad por su imparcialidad, ya no estará al acceso del perjudicado que deberá pagar a su propio perito médico.

2º. El perjudicado, demandante en el 100% de los casos, habrá de pagar las tasas mientras que las aseguradoras disfrutarán de ver caer este coste del lado del ciudadano.

3º. Dados los gastos anteriores y a la vista de las ridículas cantidades garantizadas en la garantía de reclamación y defensa ¿quien podrá elegir libremente abogado? Caerán en manos del abogado de la compañía y perderán este derecho fundamental y con mucha seguridad sus informes médicos los elaborará también un médico a sueldo de la compañía.

Hay que reconocer que han tenido éxito: Los gobiernos dictan leyes a la conveniencia de ellas, siendo las principales usuarias del sistema judicial disfrutan viendo como los ciudadanos pagan las tasas y, encima, han logrado hacernos creer que los ciudadanos son unos malvados.

¿Pasará esta vez como en 1995 y nadie alzará la voz? ¿Pagarán los ciudadanos su insaciable hambre de dinero?

No espero mucho ya de nadie pero muchos abogados y ciudadanos se están jugando sus derechos para que ellas ganen más a costa de todos.

Yo que usted protestaría.

Héroes de Cavite

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En Cartagena no hemos ganado jamás una guerra. Fuimos Carthagineses contra los romanos, romanos contra los godos, godos contra los musulmanes y musulmanes contra los castellanos. En 1873-74 fuimos cartageneros contra el mundo y en 1936-39 los últimos republicanos de la península. No, nunca hemos ganado una guerra, las hemos perdido todas, pero seguimos aquí desde hace varios miles de años.

Quizá por eso nuestros monumentos no cuentan victorias sino derrotas.

Suelo pasear a menudo por la Plaza de los Héroes de Cavite y me entretengo leyendo los nombres de aquellos que acabaron «dando la vida por España» según la terminología oficial, aunque sería más exacto decir que perdieron la vida por culpa de sus gobernantes.

Leo en esas lápidas nombres gallegos, vascos, catalanes, andaluces y muchos, pero que muchos, apellidos cartageneros; tantos que, a veces, me parece estar leyendo los antiguos registros de abogados de mi colegio. Los «Héroes de Cavite» le llaman mis vecinos al monumento aunque también está dedicado a los marineros muertos en Santiago de Cuba.

El monumento me transmite sensaciones contradictorias: tristeza por la muerte de tantos hombres e ira por la poca vergüenza de quienes les mandaron a morir. Oscuras historias de corrupción impidieron que esos hombres contasen con cañones en Bahía Subic, con torpederos submarinos, incluso el crucero Colón carecía de cañones en las torres…

La corrupción nunca sale gratis, a veces se paga en dinero y otras, como aquí, la pagaron españoles generosos con su vida.

Por eso cuando paseo por allí pienso en España, en sus gobernantes, en la corrupción y me pregunto si no acabaremos siendo todos unos desdichados «Héroes de Cavite».

Españolizar

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Cuando yo era niño mis primos y yo éramos hinchas de la selección de fútbol de Brasil. Recuerdo aquellas vigilias durante el mundial de México-70 esperando a que, de madrugada, TVE nos ofreciera los partidos de la selección carioca, esa que jugaba con Félix en la puerta y que, de ahí para adelante, alineaba a diez genuinos magos del balón.

Mis primos y yo soñábamos con tener una camiseta amarilla y, en cuanto saltaba Brasil al campo, se nos pasaba el sueño, jaleábamos a gritos con infantil estupor las acciones de Pelé y nos sonaba a poesía épica aquella delantera prodigiosa que rimaba como riman los versos de Os Lusíadas: Gerson, Jairzinho, Tostao, Pelé y Rivelinho.

España no se clasificó para ese mundial y durante los cuatro años siguientes los niños españoles soñamos con las camisetas amarillas de la canarinha. Sí, en lo que al fútbol respecta, en aquel lejano año 70, los niños queríamos ser brasileños.

Ahora, cuarenta años después, tras dos eurocopas y un mundial ganados por España, uno no tiene dificultad para encontrar niños con camisetas rojas en casi cualquier parte del mundo con los nombres de Iniesta, Xabi o Villa escritos en ellas. Los niños ya no son todos brasileños.

No ha hecho falta «españolizar» a esos niños, no ha sido preciso hablarles de las virtudes patrias para que hayan querido formar parte de la selección española; ha bastado con ofrecerles la ilusión de un equipo que toca con la precisión de un reloj suizo, que hace que el balón parezca de su exclusiva propiedad y que, llegado el caso, tiene de su lado esa fortuna que es patrimonio de los campeones.

No es muy distinto el caso de las naciones: Los hombres se marchan de los lugares donde no encuentran la libertad que buscan, de los países que no les ofrecen el futuro que desean y se enfundan la camiseta de aquellos lugares que les ofrecen la ilusión, real o ficticia, que su país les niega.

Hemos visto venir a España seres humanos de todos los lugares del planeta huyendo de la esclavitud, la guerra y el hambre; hombres que querían ser españoles porque aquí vivía la ilusión de un futuro mejor para ellos y sus hijos, la esperanza de ser atendidos en un hospital si caían enfermos y la seguridad de que sus hijos tendrían educación y que cualquier injusticia que se les hiciese podría ser remediada gracias a leyes y jueces justos.

No hubo que españolizarlos, bastó con ofrecerles un lugar donde vivir una vida casi digna. Pero era sólo una ilusión: la España de 2013, hoy, nos muestra todo aquello que la prosperidad económica no dejaba ver a esos hombres que un día vinieron. Un lugar donde no pueden, y en muchos casos ni quieren, vivir los propios españoles.

Hablan de españolizar y tratan de confundir el color de la camiseta con la calidad de los jugadores: Ni por ponerse una camiseta amarilla se es Pelé ni se es Blas de Lezo por agarrarse a una bandera española.

Si queremos españolizar hagamos de este país un lugar donde los gobiernos sean honestos, donde la riqueza y la pobreza se compartan por todos con justicia, donde los hombres vivan libres e iguales y donde la felicidad de todos sea posible. Un lugar en donde todos quieran vivir y de donde nadie quiera marcharse.

Y cuando eso pase, quienes nos gobiernan, podrán levantar con orgullo la bandera, como Blas de Lezo, como Ramón y Cajal, como Cervantes, como Prim… Aunque para entonces ya no hará falta españolizar a nadie porque, a esas alturas, ya todos querremos jugar en este equipo.

Dos abogados más asesinados en Colombia ¿Hasta cuándo seguirá este genocidio profesional?

Sin reponernos de la noticia por la muerte de dos Abogados en Armenia, se nos acaba de informar en la Fiscalia General de la Nacion, del Asesinato de DOS ABOGADOS MAS, CUATRO EN DIAS, HORAS, MINUTOS.

En Belen de Umbria Departamento de Risaralda aparecio asesinado y semi enterrado el abogado Eladio de Jesus Arenas quien ejercia como Personero( Representante del Ministerio Publico) de esa localidad.

Y en el Departamento del meta fue asesinado el Abogado Ricardo Rodriguez Cajamarca, Defensor de Derechos humanos.

Un hombre de consenso

Hay que reconocer que tiene mérito. Gracias a él todos recordamos que la justicia no es una mercancía con la que negociar y descubrimos que coincidíamos en eso. Gracias a él todos recordamos que la justicia es para las personas y no para entelequias aprendidas en «El Parvulito» y las «Enciclopedias de Álvarez». Gracias a él recordamos que el poder judicial es uno de los tres poderes del estado y que es fundamental que sea independiente…

Hay que reconocer que ningún político había provocado consensos tan amplios con tanta rapidez. Ha logrado poner de acuerdo a la judicatura, a la abogacía y a los ciudadanos, algo que no recuerdo que haya pasado nunca en España.

Siempre se había pensado que la mejor forma de unir a las personas era hacerles compartir intereses. Él ha descubierto que «repartir dolor» (sic) también funciona.

Debe sentirse orgulloso.

Óscar Cortés Baena y José Luban Duque Jiménez: In memoriam.

La muerte sigue golpeando a nuestros compañeros abogados en Colombia, es difícil saber a estas alturas a cuántos han asesinado pero pasan de los ochocientos (sí 800) los abogados que han sido vilmente asesinados sin que se haya condenado a nadie por esos crímenes en la práctica totalidad de los casos.

Hoy lloramos a los Abogados Colombianos, Oscar Cortes Baena y Jose Luban Duque Jimenez. Abogados como nosotros; seres humanos como nosotros.

La noticia me ha llegado en un correo que me manda el abogado Sr. Don Feisal H. Buitrago, colombiano como ellos y miembro de la Federación Iberoamericana de Abogados. En un país donde hasta los psicólogos tienen colegiación los abogados mueren sin una organización que los defienda. Este genocidio profesional debe cesar y las autoridades deben localizar, detener y juzgar a los criminales: Es su responsabilidad. La nuestra es que las naciones civilizadas se lo exijan.

Les dejo con el correo de Feisal H. Buitrago.

Óscar Cortes Baena y Jose Luban Duque Jimenez: In memoriam.

«Colegas y amigos

Nuevamente informo a ustedes del asesinato, en menos de quince horas, de los Abogados Colombianos, Oscar Cortes Baena y Jose Luban Duque Jimenez, en la Ciudad de Armenia, Quindio.

No sabemos hasta cuando sera esta masacre y quien o en que Ciudad sera el próximo. Ya se ha informado que en la ciudad de Cali en solo siete meses del 2013, asesinaron a 11 Abogados y en Armenia, sino me equivoco van cinco en este Año, sumados a los de Bogota, Antioquia y el resto del país.

A la gravedad de estos hechos se suma que no tenemos Colegiatura Obligatoria, y menos aun un Colegio o Asociación de Abogados fuerte, seria y respetable, que tenga peso y representación para hacer estas denuncias y ser oídos en todas las instancias del Gobierno central. La gran prensa apenas registra estos hechos en sus paginas Judiciales.

Por ello a titulo individual lo hacemos a nivel Nacional e Internacional.

A solas y con dolor en el alma, seguimos escuchando a Beltorl Brecht

Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó. Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó. Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero tampoco me importó.
Más tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual, tampoco me importó. Después siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó. Ahora vienen a por mí, pero ya es demasiado tarde. (Bertolt Brecht)

Hasta pronto amigos, si en que en esta Patria ensangrentada y en esta noble y Universal profesión aun podemos decirlo. Ejercemos bajo la amenaza permanente del tableteo de las ametralladoras

Feisal H Buitrago

«

Repartir dolor

Quizá no leí los libros adecuados de niño, quizá no vi las películas correctas, quizá los héroes de mis tebeos jamás existieron en la vida real. A lo mejor todo aquello no era más que un engaño.

Gracias a esos libros, a esas películas y a esos tebeos yo tuve la oportunidad de combatir en Cartagena con Don Blas, un españolazo de Pasajes que se había dejado medio cuerpo al servicio de su patria; también estuve en Trafalgar enrolado en el Bahama y allí vi cómo una bala de cañón le volaba la cabeza a nuestro capitán, un hombre que además de marino era científico y de los buenos: Don Dionisio Alcalá Galiano; vi también a Don Casto Méndez Núñez aguantar a cuerpo limpio el bombardeo de El Callao después de decirle a americanos e ingleses que no le tocasen las narices o se vería obligado a echarlos a pique por la cosa de la honra…

Los héroes de mis libros y tebeos eran tipos previsibles: Si la tropa pasaba hambre ellos pasaban hambre con la tropa; si el barco había de combatir ellos se plantaban en el puente en uniforme de gala y no colocaban a sus hombres en más peligro de aquel en que ellos mismos se colocaban; si, en fin, el barco se iba a pique, ellos eran los últimos en abandonarlo y eso siempre y cuando no les diese la petera de hundirse ellos con él.

Lo que nunca vi ni leí es que esos hombres comiesen caviar mientras la tropa ayunaba, mandasen sus hombres a la muerte mientras ellos huían o agarrasen el primer bote salvavidas cuando el barco amenazaba con irse a pique. Esas acciones no eran propias de estos hombres, esas acciones las llevaban a cabo los villanos, los malvados, los infames y repugnantes sujetos que ilustraban todo aquello que los niños debíamos odiar.

Hoy mientras trataba de dormir pensaba en estos hombres de mis novelas y en los españoles del año 2013. Hoy nos ordenan racionar nuestra comida capitanes abotargados de langostinos y jamón de Jabugo, nos reducen la soldada comandantes que se quedan con la caja del batallón y nos vacían la bolsa coroneles que no darían una sola moneda por la tropa.

Gobernar es repartir dolor ha dicho alguno de ellos.

Los hombres de mis libros no repartirían un átomo de dolor entre la tropa sin tomar ellos su parte antes que nadie, porque, de no hacerlo así, la tropa sabría inmediatamente que estaba ante uno de aquellos infames y repugnantes sujetos que, según aquellos libros, ilustraban todo cuanto se debía odiar.

Parece que en 2013 las cosas no son así, quizá no lo fueron nunca, quizá no leí los libros adecuados de niño, quizá aquellos héroes no existieron jamás; a lo mejor, en fin, todo aquello no era más que un engaño.

O a lo mejor no y un día nos damos cuenta de lo que hay.

El ministro incumple la ley de tasas

Vaya por delante que no soy un experto fiscalista, pero sé leer, y leyendo encuentro que el artículo 11 de la Ley de Tasas Judiciales dice lo que sigue:

Artículo 11. Vinculación de la tasa.
La tasa judicial se considerará vinculada, en el marco de las disposiciones de la Ley 1/1996, de 10 de enero, de Asistencia Jurídica Gratuita, al sistema de justicia gratuita en los términos establecidos en la Ley de Presupuestos Generales del Estado de cada ejercicio.

En 2013 el presupuesto para justicia gratuita era de 34 millones de euros, en 2014 la recaudación prevista por tasas judiciales es de 365 millones de euros y el gasto en justicia gratuita… Los mismos 34 millones.

Me basta con leer eso para saber que el Ministro incumple la ley, poco me importan las bizantinas sutilezas entre «vincular» o «afectar», sé lo que nos dijeron, sé lo que dice la ley de tasas y sé lo que dicen los presupuestos. Ni un céntimo de lo que se vaya a recaudar por tasas va a ir a justicia gratuita y esto tiene un nombre: mentir. Si la infracción legal merece un castigo a imponer por los tribunales ellos habrán de ser quienes lo decidan, para eso hay abogados más capacitados que yo.

La Patrona

Si usted no ha vivido en un cuartel de la guardia civil quizá no comprenda el puntito entrañable que tiene el «día de la patrona». En mi infancia viví 17 años en un cuartel que constituía un pequeño microcosmos: Había una escuela a la que yo iba, economato, barbería, bar, carpintería… Uno podía vivir prácticamente sin salir de allí. El cuartel, situado en un por entonces todavía pantanoso Almarjal, fue el ecosistema donde transcurrió mi infancia.

Este microbarrio también tenía sus fiestas y esas se celebraban tal día como hoy: El día de la Patrona. Cucañas, piñatas, verbena con baile y cerveza «El Azor».

La guardia civil ha cambiado mucho de entonces a ahora, el cuartel ha sido absorbido por la ciudad y las costumbres han hecho que ya no haya cucañas ni piñatas ni verbenas el día de la Patrona. Los guardias civiles ahora son hombres mucho más cultos y leídos que los de entonces. En esos tiempos no era infrecuente que, al cantar el himno de la guardia civil y llegar a la parte que dice «por ti cultivan la tierra», más de uno y más de dos guardias se sonrieran irónicamente, pues ellos sabían que muchos habían ingresado en el cuerpo huyendo de las duras condiciones del trabajo en el campo: «desertores del arado» se decían con la boca chica. En aquel entonces, también, si le preguntabas a un guardia qué significaban las letras «PGC» que aparecían y aparecen en las matrículas de los vehículos del cuerpo, en el 99% de los casos la respuesta era la misma: «Pocos Garbanzos Comemos».

Eran tiempos duros para los guardias: Tenían prohibido vestir de paisano e iban incluso a la playa con tricornio y sahariana, realizaban correrías interminables a pie y pasaban infinitas horas de servicio. De la vida y la estampa de aquellos guardias de tricornio, capa verde y mosquetón mauser a la espalda a la presente de teresiana, chaleco reflectante y pistola de polímero va una vida.

Hoy he recordado todas estas cosas y otras muchas mientras me dirigía, por aquello de que soy decano y me han invitado, a la misa del día de la patrona. Porque soy hijo de ese extraño cuerpo al que llaman la Guardia Civil.

La Benemérita.

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La ciudad de la justicia de Murcia en silla de ruedas

Esta mañana he tenido ocasión de visitar con cierta relajación la ciudad de la justicia de Murcia -usualmente voy con prisa- y me he entretenido paseando por ella observando cómo, al igual que otras ciudades de esta especie, parece estar más bien pensada para desconcertar al ciudadano que para servirle. No profundizaré en ello pues hoy he preferido tratar de explorar estas instalaciones no desde el punto de vista del profesional de la justicia sino desde el punto de vista de un ciudadano con algún tipo de minusvalía. El resultado ha sido desalentador.

Tras entrar en el primero de los edificios (esta «ciudad» está compuesta de sólamente dos edificios) he decidido hacer un experimento y tratar de alcanzar la sala de vistas que me correspondía -situada en la planta sótano del segundo de los edificios- pensando cómo podría hacerlo en una silla de ruedas. El principio ha sido el que cabría esperar, la confusión propia de estos edificios, cierta desorientación, pero nada a lo que ya no esté acostumbrado. Visto que para llegar al segundo edificio había de bajar a la planta sótano y que en silla de ruedas no podría hacerlo por las escaleras del «hall» me he decidido a usar un ascensor no sin antes preguntarme cómo huye un usuario de silla de ruedas de un edificio en llamas sin usar ascensores, artefactos cuyo uso en caso de incendios es poco menos que suicida.

Tras alcanzar el sótano he salido a un espacio abierto y al tratar de acercarme al segundo edificio he descubierto con horror que llegar a él en silla de ruedas era imposible: Aunque había espacio más que de sobra para hacer una rampa de acceso allí tan sólo había una escalera y esa no era una opción practicable.

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No sin cierta estupefacción he mirado a mi alrededor buscando una solución al problema o una razón que explique tal desatino y entonces la he visto. Estratégicamente situada en ese espacio abierto estaba la solución del enigma.

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Fundida en metal deliberadamente oxidado ahí estaba ella, una ¿escultura? que claramente representaba un plano inclinado y que, debidamente observada, nos ponía de relieve que la falta de rampas no era debida a falta de conocimientos constructivos o a que no se hubiesen percatado de su necesidad. Los diseñadores conocían sobradamente de la existencia de los planos inclinados y su necesidad pero, sin duda debido a superiores exigencias inalcanzables para los ciudadanos, habían decidido no ponerlas allí. La escultura no es más que un mensaje oculto de los diseñadores: Sabemos que hace falta pero va a ser que no.

Desazonado he vuelto sobre mis pasos, he vuelto a subir al «hall» y allí, tras varias exploraciones de reconocimiento y preguntar a diversas personas, he recibido una respuesta casi tan críptica como la escultura: «Vaya usted al juzgado de guardia».

Lo de tener que ir al juzgado de guardia me ha producido cierta desazón pues, aunque moverse en silla de ruedas no es agradable, jamás pensé que fuera algo delictivo o que exigiese comparecer a la judicial presencia. Mientras me dirigía al juzgado de guardia preguntándome si era para ser detenido yo o para denunciar al autor de la ¿escultura? he bajado un momentito al sótano nuevamente pensando que por allí encontraría un acceso y ¡tate! montado en mi imaginaria silla de ruedas me he topado con una salida de emergencia que he decidido aprovechar para echar un cigarrito en el exterior -porque uno también tiene sus vicios- agradeciendo de paso a los diseñadores las cautelas tomadas para el caso de que hubiese de evacuar de urgencia el edificio en caso de incendio u otra catástrofe similar, sin embargo… Sin embargo al llegar a la puerta de emergencia el autor de la escultura ha salido a mi encuentro de nuevo.

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Porque, como podrá comprobar el amable lector que esto leyere, la salida de emergencia está dotada por todo sistema de escape de una escalera «en voladizo» que salva un desnivel de casi un metro. Enfrentado a la tarea de evacuar el edificio en silla de ruedas las opciones que se me presentaban eran dos: O bien tomaba por la escalera cayendo por ella en una grácil serie de elegantes batacazos o bien me lanzaba hacia el precipicio arrostrando la inevitable y subsiguiente «costalada» o «legonazo». Llegados a este punto he observado con verdadero deleite que, el autor del ingenioso dispositivo de evacuación, en lugar de poner bajo el mismo un blando suelo arenoso ha dispuesto sabiamente un lecho de cantos rodados, piedras o «ñuscos» que, si bien no amortiguarán el golpe, evitarán que el mismo produzca el siempre indeseable efecto que le es propio y que en esta región se llama «porsaguera»; un molesto polvillo que suele levantarse por efecto del viento o, en este caso, de la costalada.

Una vez he comprobado que la fuga era imposible por esa puerta sin menoscabo físico, he decidido seguir mi camino hacia el Juzgado de Guardia a los efectos procesales pertinentes y allí, nuevamente, me he visto obligado a reconocer la habilidad del diseñador del sistema porque, tras cruzarme con múltiples personas de interesante biografía, he observado tras otra puerta un nutrido grupo de personas fumando, he emergido al exterior y he visto a mi frente un puentecillo o pasarela que conducía a mi objetivo.

Loado sea Vitrubio.

De los retretes, baños e instalaciones auxiliares ya les hablaré otro día. Por hoy vale.