Requiem por el Mar Menor

¿A quién pertenece el paisaje? ¿A quién pertenece el mar? ¿Dé quién es la fauna que habita los mares y la tierra?

La materia prima del turismo es el paisaje y, cuando este se deteriora en beneficio de unos pocos y en perjuicio de todos, se debería ser extremadamente cuidadoso en su administración.

La mayor parte de la humanidad no tiene una segunda vivienda en la ribera del Mar Menor ni tiene explotaciones agrícolas o industriales que viertan en él residuos; los pocos afortunados que disponen de ellas disfrutan de un lugar único en el mundo a costa de estropear su paisaje y su ecosistema y quienes cultivan en sus riberas se lucran a costa de estropear el patrimonio de todos.

¿Y qué ha hecho el derecho y la justicia en todo esto?

Nada.

La justicia del hombre moderno se funda en principios propios de un derecho forjado hace catorce siglos en Constantinopla y este no contempló nunca un poder tan tremendo del ser humano sobre la naturaleza. Tribunales consuetudinarios como los de los regantes de las huertas de Valencia o Murcia se han revelado más eficaces en la defensa del procomún que cualquier moderna institución jurídica y, sin embargo, hasta esos tribunales y su trabajo han sido despreciados.

La catástrofe del Mar Menor es una oportunidad única para hacer progresar los principios jurídicos, científicos, urbanísticos, paisajísticos y económicos así como, «last but not least» la conciencia de los seres humanos sobre la gestión del procomún.

El reto de la humanidad es aprender a gestionar la atmósfera, los mares, los recursos, las basuras, el hábitan de todas las especies animales del mundo incluída la especie humana… Pero lo dejaremos —ya lo estamos dejando— pasar entre sietemesinas luchas políticas y mezquinos apetitos de ridículo poder para decidir quién manda en el basurero.

Aprender a salvar el Mar Menor es aprender a salvar el mundo pero la mirada de quienes nos gobiernan y de quienes aspiran a hacerlo está tan limitada por su ronzal ideológico-interesado que no cabe en ella algo tan grande como el Mar Menor.

Siento vergüenza.

La luna, el agua y la Región de Murcia

Leo que han detectado agua en la luna y no puedo evitar sentimientos encontrados. Me alegro, mucho, sí, soy un trastornado de la carrera espacial y es este un viejo sueño largamente acariciado pero, según me alegro, miro a mi alrededor y me invade la melancolía.

Vivo en un región sedienta de agua, vivo en una región donde Portmán y el Mar Menor nos gritan a la cara todos los días que somos unos inútiles. Somos capaces de alegrarnos de que el ser humano encuentre agua en la luna pero no somos capaces de movilizar a los muchos y buenos científicos que tenemos para, no sólo remediar, sino establecer procedimientos de recuperación del procomún en casos como los dichos de Portmán y el Mar Menor.

En la Región de Murcia la hemos cagado bien cagada, pero, con todo y con eso, la mayor cagada la estamos cometiendo en este momento, demostrando que somos incapaces de movilizar todos nuestros recursos para dar una esperanza al mundo en este tiempo de cambio climático y tragedia del procomún.

Tenemos una causa digna del esfuerzo de la humanidad en su conjunto y en el Paseo de Alfonso XIII son incapaces de liberarse de sus sietemesinas vendas políticas y pensar en grande, como seres humanos parte de una humanidad en peligro.

Sí, me alegra leer que han descubierto agua en la luna, pero, al mismo tiempo, me entristece saber que en el Paseo de Alfonso XIII esos hombres y mujeres a los que los partidos nos dicen que votemos son incapaces de encontrar la forma de ponerse de acuerdo.

Quizá sea ya tiempo de hacer algo.

La resiliencia climática y el Mar Menor

La resiliencia climática crea riqueza: aumenta el empleo, ahorra dinero y, por cada dólar invertido, se pueden ahorrar seis. No lo digo yo, lo dice la ONU: la capacidad de las comunidades para volver a su estado de origen tras una catástrofe natural proyecta un impacto económico positivo.

Si quienes nos gobiernan no perciben esto ni perciben la magnífica oportunidad que para los hombres y mujeres de la comarca del Mar Menor puede suponer esta crisis, todo estará perdido y jamás solucionaremos la catástrofe.

Va a hacer falta un esfuerzo científico importante, pero no sólo un esfuerzo científico.

La ONU, en Marco de Senday 2015-2030, insta a luchar contra los factores subyacentes entre los que están, como ejemplos, la urbanización rápida y no planificada, la gestión inadecuada de las tierras, los arreglos institucionales deficientes, las políticas formuladas sin conocimiento de los riesgos y la falta de regulación e incentivos para inversiones privadas.

Todos estos factores subyacentes no pueden ser arreglados por «científicos», necesitaremos economistas, juristas, politólogos, sociólogos… Por que en la catástrofe del Mar Menor están presentes todos los factores subyacentes citados por la ONU y alguno más.

Walter Scheidel, catedrático de historia en la Universidad de Stanford sostiene que sólo las grandes crisis han corregido desequilibrios en las sociedades y probablemente tiene razón.

Podemos aprovechar esta crisis y hacer de la necesidad virtud para crear conocimiento, empleo y riqueza. O podemos seguir echándonos las culpas unos a otros y ahogarnos todos en la ciénaga del Mar Menor.

Yo optaría por lo primero.

Hemos matado el Mar Menor ¿y ahora qué?

En la Región de Murcia ya somos campeones mundiales del desastre ecológico; al punto más contaminado del Mediterráneo —la Bahía de Portmán— le acabamos de añadir el ecocidio del Mar Menor. No ha sido fácil, créanme: muchos gobernantes durante muchos años han tenido que emplearse a fondo para alcanzar tan ominoso récord. Y no culpemos en exclusiva a los gonernantes, nadie puede engañar a todos todo el tiempo, los habitantes de la Región sabíamos que nos estábamos cargando el Mar Menor, lo hemos ido viendo degradarse cada año, pero preferíamos creer las mentiras que se nos costaban. De no haberlas creído hubiésemos tenido que acercarnos hasta el Paseo de Alfonso XIII en Cartagena y haber mandado a paseo a cuantos ocupaban el feo edificio de la Asamblea Regional.

Bien, la hemos cagado, eso es indudable y no tiene discusión ¿y ahora qué?

No cuenten con los políticos que tenemos, carecen de ninguna ideología que no sea aquella que les ayude a ganar votos. Primero discutirán quién ha sido más culpable, luego pedirán ayuda externa y culparán a los de fuera por no habernos ayudado, si la población está enfadada se hablará de proyectos de recuperación pero mientras tanto, en voz baja y con sordina, se contentará a los agricultores prometiéndoles que se hará lo que se pueda, a los promotores diciendo que las urbanizaciones no han tenido nada que ver y que se puede construir más y a los propietarios de casas bañándose en las aguas muertas y afirmando que el Mar Menor está como nunca y que para bañarse es perfecto. Todos los votos cuentan y perseguirán los votos de todos. Ni siquiera los nuevos partidos se salvan, llevan cuatro años ya en la Asamblea y no parece que sus mensajes sean sino una parodia regionalizada de las letanías de sus líderes estatales.

Pronto se dirá que, dado que el asunto no tiene remedio, habremos de acostumbrarnos a él y, haciendo de la necesidad virtud, igual a alguno se le ocurre construir un campo de golf en medio del Mar Menor, o unas pistas de tenis o unas urbanizaciones para atraer turismo y tal. Alguno ya lo ha dicho.

La Región de Murcia es el laboratorio más perfecto donde estudiar una de las peores enfermedades que afectan al género humano: la tragedia del procomún.

La humanidad durante siglos supo administrar los recursos comunes; la premio Nobel de Economía Ellinor Ostrom estudió, precisamente en Murcia y Valencia, cómo las sociedades alcanzaban complicadas regulaciones para gestionar, por ejemplo, la escasez de agua. Sin embargo, la moderna economía de mercado, considerando viejas aquellas formas de gestionar lo comunal, abrazó el principio del beneficio individual y, confiando en la mano invisible del mercado, llenó de estériles Portmán mientras vaciaba de vida el Mar Menor.

Ahora tenemos ante nosotros el reto de demostrar al mundo que en esta Región somos capaces, no sólo de mostrar cuál puede ser su final (el Mar Menor no es más que un ensayo general de lo que puede ocurrir en la Amazonía, los océanos o la atmósfera) sino también de demostrar cómo se puede poner remedio a lo que parece la imparable marcha de la humanidad hacia la destrucción de su hábitat.

Ya hemos demostrado cuán eficaces somos a la hora de cagarla, ahora demostremos que somos capaces también de limpiarla. Porque si destruir el Mar Menor ha sido un ensayo general de cómo puede morir el mundo, salvarlo será escribir la receta de también cómo los ecosistemas del mundo pueden salvarse.

Tenemos montada la tormenta perfecta: agricultores cuya forma de ganar dinero pasa por deteriorar un bien comunal (el Mar Menor), propietarios que ven bajar el precio de sus propiedades conforme el Mar se degrada, una industria turística que se hunde, vecinos de esta Región y de España a la que la avidez de unos pocos han hurtado un paisaje, un ecosistema y unos recursos naturales que eran de todos.

Para regenerar el Mar Menor no sólo va a hacer falta el trabajo de biólogos y científicos, va a ser precisa también la colaboración de economistas que encuentren salidas creativas a los problemas económicos generados, juristas que imaginen normas que permitan el aprovechamiento por todos de un recurso que es de todos, inversiones para llevar todo eso a cabo y la paciencia y el tesón precisos para no desfallecer en medio de la tarea.

Todo esta acción no sólo regenerará el Mar Menor sino que generará riqueza en forma de conocimiento aplicable al mayor problema que enfrenta en este momento la humanidad, profesionales formados para implementar los procedimientos y el know how descubierto y, finalmente, riqueza, porque recuperaremos un ecosistema que nuestra burricie y estólidez ha echado a perder.

Arreglar el Mar Menor es mucho más que reparar el mal hecho: es una ventana de esperanza para Cartagena, la Región de Murcia y la humanidad.

Quienes nos han traído hasta aquí no serán quienes nos saquen. Los encargados de hacer nuevamente de esta Región el lugar que admiraban los Premios Nobel de economía no están dentro de la Asamblea Regional del Paseo de Alfonso XIII; esos son los que nos han traído aquí, no son ellos quienes nos sacarán.

Por eso prepárate, porque es el momento de demostrar al mundo de lo que somos capaces en esta Región o de perder toda esperanza. Es el momento de la sociedad civil debidamente organizada, es el momento de los ciudadanos, no de políticos mercenarios.