No entiendo como a estas alturas aún se sigue discutiendo sobre códigos abiertos y códigos cerrados en el software. Tal discusión, aplicada a cualquier otro campo de la industria, resultaría ridícula. ¿Admitiría algún consumidor que se le diese a su hijo para merendar un bocadillo con una sustancia negruzca dentro que no se supiera qué es ni qué componentes tiene?
Los fabricantes de cremas de cacao y los gobiernos lo tuvieron claro desde siempre y por eso fabricaron una GNUcilla que se sabía (y se sabe) que está hecha de leche, cacao, avellanas y azúcar. A nadie se le ocurrió jamás fabricar una MSNocilla que no se supiese de qué estaba compuesta.
Sin embargo lo que es evidente para cualquier producto no parece serlo para el software. Los gobiernos no parecen tenerlo claro aún y, lo que es más sorprendente, los consumidores tampoco. ¿Cuánto tardarán todos en darse cuenta de que no se pueden vender productos que no se sabe de qué están hechos ni qué efectos producen?
Si Windows Vista fuese un chocolate no podría venderse en ninguna tienda europea, ni siquiera regalarse, simplemente estaría prohibida su distribución. Pero es un programa de ordenador y, los que mandan, prefieren dejar que otros se enriquezcan a saber lo que, de verdad, se están comiendo.
¡Qué buen símil!