Una de las evidencias más importantes que debemos tener en cuenta para entender las protestas actuales en relación con el disparatado sistema legal de propiedad intelectual que nos gobierna, es la de reconocer que el conocimiento (la información) es uno de los más importantes recursos naturales con que cuenta la humanidad. La información, es fácil comprenderlo, es la materia prima con la que se elaboran todas las grandes obras, construcciones y creaciones del género humano.
Las investigaciones del famoso economista Paul Romer mostraron claramente que la información, el conocimiento, como recurso, son los que generan el crecimiento económico de los hombres y las naciones. Una vez que uno percibe y asimila esta realidad, las preguntas sobre la naturaleza y funcionamiento de este increíble recurso natural comienzan a amontonarse.
Pensemos, por ejemplo, en cualquier otro recurso natural distinto de la información o el conocimiento: ¿No estaríamos todos de acuerdo en que lo mejor para la humanidad sería disponer de una cantidad ilimitada de ellos?
Si no existiese escasez de cereales en el mundo lo consideraríamos, sin duda, algo positivo; si dispusiésemos de fuentes de energía inagotables sin duda también lo consideraríamos un factor positivo para la humanidad. Es cierto que la superabundancia de alimentos o energía podría tener efectos colaterales perniciosos en algunos casos, pero, indudablemente, el hecho de que la humanidad dispusiese de tantos cuantos alimentos o energía necesitase, sería, antes que nada, una bendición.
Sin embargo, cuando esta abundancia aparece en un sector donde antes sólo había escasez, los problemas salen a la superficie. Déjenme que les ponga un ejemplo.
Quizá ustedes se hayan preguntado alguna vez cómo era posible que, desde la más remota antigüedad, se consumiesen helados o se tratasen enfermedades y se conservasen los alimentos gracias al hielo. Es obvio que la tecnología del frío es muy reciente y cabe preguntarse cómo obtenían hielo en la antigüedad en zonas tan cálidas como Roma o Barcelona incluso durante el verano. El secreto estaba en unos pozos excavados en la tierra con muros de contención e incluso con techo, que disponían de aberturas para la introducción de la nieve y posteriormente la extracción del hielo. A esos pozos se les llamaba «neveras» (sí, como su frigorífico) y dieron lugar a una muy floreciente industria de producción y reparto de hielo. El gran desarrollo de esta industria tuvo lugar entre los siglos XVI y XIX, y ha sido utilizada hasta mediados del siglo XX, cuando, con la aparición de los primeros frigoríficos su uso devino innecesario. Sobre 1890 aparecieron también las primeras fábricas de hielo y, hasta que la electricidad no fue un recurso común en todas las casas, la industria de las neveras dio trabajo a muchos hombres y mujeres.
Yo recuerdo perfectamente la primera nevera de que dispusieron mis padres, era poco más que un armario en el que se introducía un bloque de hielo que se compraba en la fábrica de hielo y que se repartía incluso a domicilio.
La aparición de los frigoríficos convirtió las neveras y la industria a ella asociada en manifiestamente obsoleta de forma que, de ella, ya sólo nos queda su nombre.
Sin embargo, cuando aparecieron los frigoríficos, nadie se planteó establecer un canon sobre ellos para evitar el cierre de industrias de hielo; tampoco nadie se planteo prohibir la fabricación doméstica de hielo o imponer restricciones a la venta de refrigeradores. Ciertamente el drama de los trabajadores y empresarios del sector no era diferente entonces del de las empresas e industrias que la revolución tecnológica ha convertido ahora en obsoletas. No tenía sentido entonces perpetuar artificialmente una industria obsoleta en perjuicio del común de los ciudadanos y no tiene sentido ahora defender privilegios sin sentido en contra del interés común.
La industria del frío, además, aunque cerró numerosas neveras y fábricas de hielo y mandó al paro a un buen número de trabajadores, abrió nuevos mercados y nuevas oportunidades de negocio. Hoy todos disponemos de frigoríficos cuya construcción genera un buen número de puestos de trabajo, la posesión generalizada de frigoríficos permite asimismo que todos dispongamos de productos congelados en casa, un producto que antes apenas se podía comercializar… En fin, les dejo imaginar el resto.
La aparición de los frigoríficos hizo que desapareciese la escasez de hielo, escasez que había permitido florecer durante dos mil años a una industria. Indudablemente la aparición de los frigoríficos fue un mal indudable para los empresarios del sector de las neveras pero, en pocos años, se puso de manifiesto que, en general, fue un avance para la sociedad en su conjunto.
El ejemplo anterior creo que ilustra suficientemente por qué, cuando aparece la abundancia en un sector económico donde antes había escasez, los problemas afloran. Siempre que existe escasez en un sector económico alguien construye un negocio sobre ella. En el ejemplo anterior eran los fabricantes de hielo, pero otros muchos ejemplos pueden ponerse, como por ejemplo el de la distribución de agua cuando no existían suficientes redes de canalización, el de los instrumentistas músicos cuando no existía la industria del disco o el de los amanuenses y copistas cuando la imprenta aún no estaba inventada. En fin, puede usted encontrar tantos cuantos ejemplos desee pero, allá donde exista escasez, siempre aparecerá alguien que construye un negocio sobre dicha escasez; de hecho, una de las definiciones más extendidas de la economía es aquella que la define como «La ciencia que se encarga del estudio de la satisfacción de las necesidades humanas mediante bienes que, siendo escasos, tienen usos alternativos entre los cuales hay que optar».
El concepto de «escasez» aparece siempre que hablamos de economía y la desaparición de esta escasez da lugar a fenómenos que merece la pena considerar.
Hace ya años que la mayoría de los economistas rechazaron la idea mercantilista de que los estados debían constituir monopolios que generasen escaseces artificiales a fin de lucrarse con ellos, porque se percataron de que, a largo plazo, un mercado competitivo resultaba mucho más ventajoso para todos. Es verdad que, para quienes disfrutaron del monopolio del comercio con las colonias de América, del monopolio del azúcar o de la sal, el fin de sus monopolios fue una noticia terrible y desagradable pero, para el resto de la población, el fin de los privilegios monopolísticos sólo trajo bienestar y riqueza.
Por lo que respecta a la información y al conocimiento, considerados como recurso natural, debemos decir que son recursos no meramente abundantes, sino que, simplemente, son infinitos.
Tal y como escribió Thomas Jefferson
«Si la naturaleza ha creado alguna cosa menos susceptible de ser poseída como propiedad privada que todas las demás, esta es ese resultado del poder del pensamiento al que llamamos «idea», la cual sólo puede ser poseída por un indivíduo en la medida en que la guarde sólo para él pues, en el mismo momento que la divulgue, la pone en posesión de todo el mundo sin que ninguno de quienes reciban tal idea pueda desposeer a quien la difundió de la posesión de la misma ni desposeerse ellos mismo de ella. La peculiaridad de las ideas es, también, que nadie pierde la posesión de las mismas porque las transmita a otro por completo. Aquel que recibe una idea de mí recibe instrucción para él sin que yo pierda la instrucción que le he transmitido, al igual que quien enciende su lámpara en una mina recibe su luz sin por ello oscurecernos a nosotros. Que las ideas puedan difundirse libremente de un lugar a otro del globo, para la instrucción y mejora de la condición moral del hombre, parece haber sido una pecualiaridad diseñada por la benevolencia de la naturaleza cuando las creó, como el fuego, que se propaga a todas partes sin perder su densidad en ningún punto, y como el aire en el que respiramos, nos movemos y vivimos, incapaz de ser confinado ni ser objeto de apropiación exclusiva. Las invenciones no pueden ser, por naturaleza, objeto de propiedad»
También en España la naturaleza perversa y errónea de la legislación en materia de propiedad intelectual fue denunciada desde los primeros momentos de su instauración, y no por pensadores aislados sino nada menos que por la Escuela Iusnaturalista de Salamanca, religiosos desde luego de reconocida autoridad en todo el orbe en el campo del Derecho Natural. Partiendo del concepto de Santo Tomas de Aquino de la suidad, la escuela de Salamanca circunscribió a mediados del siglo XVIII la protección a lo que luego se llamarán derechos morales, atacando frontalmente la equiparación del privilegio real con una forma de propiedad, dado que sobre las ideas, conocimientos y conceptos no puede reivindicarse propiedad con independencia del estado, ni la transmisión llevarse a cabo como un juego de suma cero como sí ocurre con la propiedad de las cosas. Además, no siendo la propiedad un derecho natural, difícilmente podría argumentarse su universalidad.
Sin embargo y a pesar de lo dicho por Jefferson, todavía hay personas que piensan que la información, el conocimiento, estos fascinantes recursos humanos, deben de ser limitados, encerrados, poseídos y sujetos a propiedad. Esto es así porque es mucho más simple darse cuenta de que el fin de la escasez (el fin del negocio del hielo) perjudicará a las personas que viven de dicha industria que darse cuenta de que, a pesar de esos aspectos negativos para unos pocos, el fin de la escasez permitirá la aparición de nuevos mercados y formas de negocio en forma de fabricantes de refrigeradores, distribuidores de productos congelados, fabricantes de aire acondicionado… cada uno de los cuales tratará de ofrecer mejores productos que beneficiaran a los consumidores y harán crecer los mercados, la riqueza y las nuevas oportunidades de negocio.
Ciertamente que resulta muy sencillo percibir que la industria de las fábricas de hielo se resentirá y que los oligarcas de estas empresas lo pasarán mal y parece que, cuando hablamos de información y conocimiento, nuestros gobernantes caen una y otra vez en esta percepción simplista, bien es verdad que eficazmente «ayudados» por quienes no quieren que su monopolio se acabe y prefieren que sigamos consumiendo su hielo a que dispongamos de refrigeradores.
En un post anterior ya les conté como Tim Berners-Lee, el creador del lenguaje html con el que funcionan todos los navegadores y webs de internet, en todas sus entrevistas siempre tenía que contestar a la misma pregunta «¿Por qué no patentó usted su invención y ahora sería millonario?». Berners-Lee suele contestar que las cosas son así en materia de conocimiento, información e internet. Nadie pagaría por usar su lenguaje, para que las personas hablen un mismo lenguaje el mismo debe estar a disposición de todas sin restriccciones y un lenguaje sirve de poco si lo usa un sólo interlocutor como un teléfono no sirve de nada si no hay otro teléfono al que llamar. Nadie crea nada desde cero. Como dijo Sir Isaac Newton para él sus descubrimientos eran perfectamente sencillos y naturales, porque los había realizado apoyándose en hombros de gigantes (Galileo, Copérnico, Kepler…). En materia de conocimiento es una obligación moral permitir que, al igual que nosotros nos elevamos sobre los hombros de quienes nos precedieron, aquellos que nos han de seguir puedan subir sobre los nuestros. Quizá si Tim Berners-Lee hubiese patentado alguna de sus invenciones podría ser ahora un poco más rico; lo indudable es que la humanidad en su conjunto sería ahora más pobre. ¿Qué interés deben, pues, defender quienes dicen que nos representan?
Así es como funciona la red o, al menos, así es como ha venido funcionando hasta ahora que han aparecido una serie de políticos que no entienden de moral y sí sólo de su interés y el de unos pocos fabricantes de hielo. Las industrias del entreteniiento y la propiedad intelectual, ahora, tratan incluso de lavarnos el cerebro para convencernos de que el conocimiento y la información son esencialmente poseíbles y apropiables. Por lo que parece lo están logrando en muchos casos, pues se permiten llamar ladrones y piratas a quienes simplemente copian información y hacen con ella aquello para lo que la naturaleza la creó. No saben nada, no entienden nada y no tienen otro norte que el de su propio beneficio.
El fundamento originario de las leyes sobre copyright y propiedad intelectual fue crear una ficción jurídica temporal para que, en cierto modo, determinados individuos pudiesen controlar el uso y distribución de determinadas obras o conocimientos.Se pensaba que, de este modo, se incentivaría la creación de las mismas y por ello, porque era bueno para todos, se aprobaron dichas leyes.
Sin embargo, con el paso del tiempo, esos derechos se fueron pervirtiendo, aumentando su plazo de ejercicio hasta límites intolerables, permitiendo que Su titularidad recayese sobre personas jurídicas (otra ficción) y, finalmente, a golpe de presión de la industria, han perdido todo el sentido que los hizo nacer. Los ejemplos de las infames consecuencias de esta legislación son, a día de hoy, innumerables y que incluso pueda responsabilizarse a dicha regulación de la pobreza y hambruna de grandes zonas del planeta. Trataré de ese tema en otro post, ahora simplemente piense usted que el cereal que alimenta a la mayor parte de la humanidad es el maíz, que llevó a los mayas miles de años de selección de plantas conseguir las mazorcas que usted conoce (las primeras mazorcas apenas contenían tres o cuatro granos de maíz) y que ahora… Ahora se modifica genéticamente y se patenta este maíz, de forma que se priva a pueblos de la tierra de la posibilidad de plantar y consumir una materia prima que ellos mismos crearon con su esfuerzo a través de milenios.
Si usted está pensando que la legislación sobre copyright y propiedad intelectual tan sólo tiene que ver con la posibilidad de que usted se descargue gratuitamente canciones o películas se equivoca. Quizá es eso lo que quieran hacernos creer quienes pervierten la regulación en esa materia, pero es lo cierto que sobre esas leyes se está construyendo un mundo absolutamente injusto en beneficio de unos pocos y en perjuicio de casi todos.
Estamos a tiempo de rechazar todavía esta economía del monopolio y de la escasez artificial. No es sólo megaupload.
PD. Este post es un remix de otros posts de diferentes personas, singularmente Mike Masnick, Falkvinge y otros diversos posts míos. Es así como funciona la red.
siempre que veo estas dos palabras unidas no puedo dejar de pensar en lo incongruente que resulta asociarlas.
un abrazo grande Pepe (con y sin comas)