La identidad y la memoria

Somos lo que recordamos. Nuestra identidad es nuestra biografía y ni siquiera íntegra, sino sólo lo que consciente o inconscientemente recordamos de ella. Si se borra la memoria de una persona su identidad se extingue, como en los enfermos de Alzheimer; si se cambia por otra la doble personalidad y la locura son la consecuencia.

Las personas sabemos quiénes somos porque recordamos nuestra biografía, que, al fin y al cabo, no es tan larga como para no poder recordarla en lo esencial. Es, pues, difícil que nadie pueda engañarnos respecto a quienes somos.

Los grupos humanos, las naciones, los pueblos o comoquiera que les queramos llamar, también son memoria aunque en este caso colectiva; lo que ocurre es que su biografía es más larga que la de los indivíduos y no la recordamos porque la hayamos vivido sino porque nos la cuentan. Es por eso que hay tanta competencia para escribir y reescribir la historia de los pueblos y naciones: porque si se cambia la historia recordada se cambia al mismo tiempo la identidad de ese pueblo y esta es la manera más sencilla de manejar a los grupos humanos.

Memoria individual y memoria colectiva definen nuestra identidad como individuos y como grupos y es por eso por lo que hay que tener tanto cuidado con quienes pretenden contarnos nuestra historia.

Hoy es 18 de julio, el aniversario de una rebelión y del inicio de una salvaje guerra cuya historia me han contado de muchas formas a lo largo de mi vida. Quienes la ganaron quisieron en mi niñez que la recordase de una forma muy determinada y, con posterioridad, dependiendo de la ideología de mis interlocutores, han tratado de contármela de muchísimas formas diferentes.

En realidad, quienes trataban de venderme su visión de esta guerra no me estaban hablando de historia, lo que estaban tratando era de interpretar a su gusto la historia por que así cambiaban, también a su gusto, la identidad de mi país y mis paisanos.

Por eso, cuando oigo a políticos hablar de historia, me pongo en guardia, porque no es que estén tratando de decirnos cómo fueron las cosas, lo que están tratando es de decirnos lo que debemos ser y, mucho más aún, están tratando de legislar lo que somos.

Si quieres que una ideología triunfe sobre las demás déjale contar la historia a su manera, no solo cambiará la realidad sino que, imperceptiblemente, nos cambiará a nosotros mismos.

Memoria individual y memoria colectiva, identidad personal e identidad colectiva, conceptos peligrosos si caen en manos de insensatos o de malvados.


Nota. El 18 de julio de 1936 las Cortes de la nación estaban formadas por 473 diputados, de los cuales 17 (3,5%) eran comunistas y ninguno (0%) falangista.

Infantería de primera instancia

Hoy el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) ha dictado una nueva sentencia que parece enmendar la plana a nuestro más alto tribunal: el Tribunal Supremo (TS).

El lector poco informado o sin conocimientos jurídicos puede pensar que esto es un deja vu, un proceso cíclico, una especie de eterno retorno en que los jueces de primera instancia y algunas audiencias valientes, a base de plantear cuestiones prejudiciales al TJUE, acaban por torcer la decimonónica jurisprudencia del TS, al tiempo que este, a su vez, en cuanto le llegan procesos adecuados a hombros de entidades financieras, vuelve a dictar sentencias que tratan de recortar todo lo posible el alcance de la jurisprudencia del TJUE.

Sí, esto es lo que cree el lego.

A veces, incluso, cuando alguna sección de alguna Sala del TS ha parecido romper este ciclo fatal, siempre ha aparecido oportunamente algún presidente que ha convocado a toda prisa algún pleno que ha cortado las alas de esos peligrosos magistrados díscolos.

Es normal, pues, que el lector poco informado o sin conocimientos jurídicos llegue a pensar que el TS es una especie de ángel de la guarda de bancos y entidades financieras a las que protege impulsado por algún alto móvil que la población ignorante, no alcanza a entender.

La sentencia de hoy vuelve a revivir fundamentalmente dos viejos debates: el de las comisiones de apertura en las hipotecas y el de las costas en favor de los consumidores.

El TJUE vuelve a inclinar en favor de los consumidores la posibilidad de reclamar las comisiones de apertura (posibilidad que los tribunales españoles venían negando) y ha recordado cuál debe ser el régimen de las costas en estos procesos, algo que no acaban de entender quienes fueron tomando todas las medidas precisas para volver antieconómicas las reclamaciones de los consumidores: alejar los juzgados, vincular las costas a la cuantía económica del procedimiento de forma cicatera y en perjuicio de la posibilidad de reclamar de los consumidores, etc…

Juzgados únicos provinciales lejanos y colapsados, abogados y procuradores trabajando por costas ridículas, bancos pagando abogados a 30€ el día independientemente de cuántos juicios hagan y con la casi exclusiva misión de oponerse sin razón en el 98% de los casos…

España entera pareciera estar danzando al son que tocan los bancos y algunos tribunales parecen estar bailando gozosamente ese vals mientras unos pocos jueces de primera instancia (cada vez menos, claro, que para eso se crearon los juzgados hipotecarios, para tener bien controlados a los díscolos) cambian el curso de la historia triste y gris que escriben esas entidades, sin otra gloria y premio que el de sentir que han cumplido con su deber.

Sí, hoy, para el lector poco informado o lego en leyes, aparentemente se ha escrito una página más de esa extraña lucha interminable que enfrenta al dinero con la justicia, a los valientes con los acomodados, a quienes cumplen con su deber con quienes pretenden ser cumplidos.

Sí, eso es lo que cree el lector poco informado y lego en leyes, pero no sólo él: porque esto lo cree también la mayoría de los ciudadanos, legos o no, y lo creen los abogados, procuradores y jueces de infantería que, conscientes de cuál es la jurisprudencia del TS, adecuan la jurisprudencia española al siglo XXI a golpe de cuestiones prejudiciales.

Esta va por ellos.

Altruistas y abyectos

Ted Landsmark era abogado y llegaba tarde a un señalamiento. Había tenido problemas para aparcar y ahora, preso de esa ansiedad que muchos de mis lectores conocen tan bien, caminaba a toda prisa y sin pensar demasiado en lo que ocurría a su alrededor.

Lo que ocurría a su alrededor era una protesta. El gobierno había decidido acabar con la segregación racial en las aulas aunque ello supusiera que muchos alumnos se vieran obligados a desplazarse en autobús a sus nuevos colegios.

Joseph Rakes, un joven de Boston participaba en aquella protesta.

Aquel día también Stanley Forman estaba allí aunque este en calidad de periodista cubriendo la protesta para el American Herald.

Ted Landsmark no llegó a darse cuenta de lo que pasaba hasta que fue demasiado tarde. Él era un negro en medio de una protesta de blancos y el resultado, desgraciadamente, estaba escrito: Ted Landsmark fue cobardemente agredido y allí estaba Stanley Forman para documentar una de las escenas de la agresión que se convirtió en una imagen icónica de aquellos años.

En contra de lo que pueda parecer Joseph Rakes no alcanzó a Ted Landsmark con la bandera (falló por muy poco) pero eso, a esas alturas, importaba poco. Ted Landsmark había sido agredido instantes antes y ya estaba sangrando cuando se tomó esta fotografía.

Tratar de comprender por qué el ser humano, capaz de dar la vida por sus semejantes, es capaz de conductas tan abominables como esta es algo que no deberíamos despachar simplemente con un lamento o una condena. Comprender y corregir el origen de esta barbarie es algo sin lo que no podremos habitar un mundo cada vez más interconectado.

Ni cartageneros ni murcianos: egipcios

A fin de sacar de su error a quienes aún reclaman un origen murcianocarthaginense del michirón, hoy me he determinado a preparar estas legumbres en la forma más difundida por el mundo, llamada universalmente Ful Medammes.

Los ingredientes a prevenir son:

-Michirones cocidos según el método bíblico de cocción. (O eso o los compras ya cocidos).

-Tomate finamente picado

-Perejil ad libitum

-Limón escurrido con toda la generosidad posible

-Comino en polvo usado sin miedo

-Pimentón dulce de La Ñora (si es de otro sitio sirve igual).

-Sal.

-Aceite de oliva del Huerto de Getsemaní. (Si es de Cafarnaún, de Andújar o de Baena, te saldrá más barato y hasta te sabrá mejor).

El michirón a usar en esta preparación conviene que sea un poco más pequeño de lo normal —aunque ello no tenga demasiada importancia— y es imprescindible que sea cocido siguiendo un escrupulosísimo método, probablemente fijado durante el reinado del rey asirio Senaquerib, abuelo de Asurbanipal, aunque no falten autores que, con poco fundamento, lo atribuyan al bestia de Asurnasirpal. El proceso de cocción tiene la particularidad de que ha de llevarse a cabo necesariamente en ollas de cobre pues otros metales no le dan el sabor exacto al michirón y ha de hacerse lentísimamente. El Talmud recoge (y esto no es coña) que estas ollas solían «enterrarse» en las cenizas y brasas del fuego de la noche donde se dejaban hirviendo hasta el día siguiente, de ahí que el plato, en su nombre más común, sea conocido como «Ful Medammes», un compuesto de la palabra egipcia «Ful» (haba) y la voz copta «Medammes» (enterrado).

Esta preparación (Full Medammes) es la comida nacional de los egipcios y es a los habitantes de El Cairo lo que el arroz a los de Pekin. Gracias a los michirones y al Full Medammes los egipcios no sólo construyeron un imperio hace 5000 años sino que incluso en la actualidad promueven disputas entre murcianos y cartageneros.

Pero que el Ful Medammes sea popular en Egipto no significa que sea una comida egipcia; su consumo en las riberas del Tigris y el Eúfrates o incluso en Canaán, está acreditado desde la noche de los tiempos.

Hoy me he decidido a prepararme un plato de Ful Medammes y, para ello, he consultado al mejor consejero aúlico que podía tener, mi amigo el sirio Nasán que, además de regentar una tienda de comestibles debajo de mi casa, es hombre que todos los días, incluso en Ramadán, se desayuna un plato de Full Medammes de forma que, como ven, está el hombre sano y rozagante cual si de un Nemrod o un Hammurabbi se tratase.

Por lo demás el método de preparación del plato es sencillo: se calientan levemente los michirones una vez cocidos y se le añaden el resto de los ingredientes en preparación mezclada, no agitada.

Y créanme, están cojonudos.

Un tratado de política e infamia

El hombre que corre tras el carruaje del Rey Jorge V de Inglaterra luce en su pecho condecoraciones ganadas en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial. El rey y su hijo Henry se dirigen a las carreras de Epsom y, por sus gestos, parece que ni ven al veterano de guerra convertido ahora en un mendigo que tiende su gorra esperando que aquellos por quien él peleó le presten, siquiera, atención.

Corre el año 1920 en el momento de tomarse la fotografía y es curiosa la falta de medidas de seguridad de la comitiva real (tengo algunas fotos del encuentro en Cartagena entre este mismo Jorge V y Alfonso XIII donde los niños corren alrededor del carruaje que les lleva) cuando, hacía apenas seis años, el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo detonó la espoleta de la Gran Guerra.

En los rostros de los aristócratas y en el del veterano está escrito uno de los mejores tratados de política y de infamia que he visto publicados.

No se trata de lo que dicen, se trata de lo que hacen

Mientras observo consternado la fotografía miro con repugnancia el rostro impasible de Derek Chauvin, la persona que asfixió a George Floyd mientras yacía esposado boca abajo en el suelo, y me pregunto qué habría pasado si el mundo no hubiese podido ver esta imagen. Aunque no nos tradujeran las palabras de los protagonistas de la escena su lenguaje corporal lo explicaría todo y es ese lenguaje corporal el que las imagenes captan para vergüenza del género humano. Un hombre está matando a otro hombre indefenso sin que aparezca en su cara siquiera un conato de mueca de compasión.

La captación de estas imágenes y su posterior difusión pusieron de manifiesto una realidad oficialmente negada, los ciudadanos que presenciaron los hechos llevaron ante los ojos de todo el mundo lo que sus cámaras habían captado y un grito universal de justicia y consternación recorrió el mundo.

Y, tras pensar en la tremenda fuerza de estas imágenes y el valioso servicio que han prestado a la sociedad, pienso en España.

Pienso en España porque recuerdo que en 2015 el gobierno aprobó una ley de seguridad ciudadana que provocó la protesta no sólo de los partidos de la oposición sino de un amplio sector de la sociedad e incluso de medios de comunicación y organizaciones internacionales.

Uno de los artículos más recordados de aquella ley era el que principiaba prohibiendo…

El uso no autorizado de imágenes o datos personales o profesionales de autoridades o miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que pueda poner en peligro la seguridad personal o familiar de los agentes, de las instalaciones protegidas o en riesgo el éxito de una operación, con respeto al derecho fundamental a la información.

Y me pregunto si, en España, la difusión de la imagen de Derek Chauvin asfixiando hasta la muerte a George Floyd sería legal o podría subsumirse en el precepto que les he citado.

Ciertamente no creo que Derek Chauvin diese su consentimiento a la difusión de su imagen al igual que creo que la difusión de su imagen puede muy bien considerarse peligrosa para su integridad (muchos ciudadanos del mundo se han indignado ante los hechos que recogen las imágenes).

Derecho a la información y prohibición, un dilema demasiado complejo para ser resuelto por un ciudadano que presencia un posible crimen.

El New York Times, un periódico conservador del país del cual es nacional Derek Chauvin y fue nacional George Floyd, opinaba respecto de la ley española lo que sigue:

«esta ley trae recuerdos de los peores días del régimen de Franco y no procede en una nación democrática».

En un artículo posterior, el NYT reflejó las opiniones al respecto tanto de Amnesty International como de Human Rights Watch, que consideraban que la ley suponía una «amenaza directa a los derechos de reunión pacífica y la libertad de expresión en España» citando expresamente al portavoz del principal sindicato de policías, quien también manifestó su preocupación respecto a algunos aspectos de la ley, entre otros, la falta del «necesario consenso político y social».

Esa ley sigue vigente en España y, a pesar de la feroz crítica de la entonces oposición, a día de hoy no parece que ya nadie la cuestione.

Y acordándome de esta ley (a la que quienes hoy gobiernan llamaron entonces «Ley Mordaza») me viene a la memoria también aquella otra ley que aprobó la mayoría que apoyaba al gobierno y que reducía los plazos de instrucción de las causas penales.

La entonces oposición tronó contra aquella abyecta ley y sus adjetivos aún pueden encontrarse en el diario de sesiones.

Y por acordarme me acuerdo de cuán beligerantes fueron los entonces miembros de la oposición contra la ley de tasas judiciales, aún hoy no derogada por completo, y así, sucesivamente, me van viniendo a la memoria todas aquellas leyes que, desde los bancos de la oposición, fueron acerbamente censuradas y que hoy, quienes ocupan el gobierno, parecen haber olvidado.

Permítanme que no ponga nombres a los partidos del gobierno y de la oposición en cada momento, simplemente no le veo sentido, sus nombres y programas no parecen importar —al menos en justicia— porque lo decisivo parece ser si son gobierno u oposición. Déjenme que les ponga un ejemplo.

El partido que gobernó antes de quienes ahora lo hacen, para acceder al gobierno, prometió en su programa electoral un cambio en la forma de elección de los vocales del CGPJ para adecuarlo a las recomendaciones europeas del CEPEJ y ventilar de este modo el politizado ambiente de nuestro máximo órgano del poder judicial. Fue llegar al gobierno y hacer justo lo contrario, ya usted ve.

Ahora, quienes en la oposición maldecían la limitación de los plazos de instrucción, o la ley mordaza, o la incompleta eliminación de las tasas judiciales, parece que ya han olvidado aquello que antes tan inaceptable lo parecía y están dispuestos a tragarlo ahora con total satisfacción.

Por supuesto ni antes se invertía en justicia ni se invierte ahora; la política de favorecer a bancos y entidades continúa aunque para ello haya de modificarse la planta judicial y el olvido de la administración de justicia y de los administrados se perpetúa.

En Justicia, al menos, los gobiernos no se suceden; si atendemos a sus acciones fundamentales un único partido parece gobernarnos desde hace lustros: el partido de la degradación y control de nuestra administración de justicia. Las caras cambian, las políticas permanecen, los discursos son distintos, los hechos son los mismos.

Y así, mientras los sucesivos gobiernos dictan leyes y más leyes, estos mismos gobiernos se cuidan muy mucho de dotar a la justicia de los medios y la independencia necesarias para que las leyes promulgadas puedan aplicarse en justicia y no como venga bien al siempre idéntico gobierno.

Por eso, cuando muchos juristas protestamos por este estado de cosas, desde las escolanías de los partidos se canta la palinodia de que ni con unos ni con otros estamos contentos.

Y no se dan cuenta de que en justicia, en el fondo, no existen ni los unos ni los otros, sólo una inmutable, absurda, suicida y abyecta única forma de hacer las cosas. Al menos en justicia.