La moraleja del submarino de Peral

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Hoy se cumplen 125 años de la botadura del submarino de Peral, el primer torpedero submarino del mundo.
Propulsado por un avanzado sistema de acumuladores eléctricos y con sistemas de navegación submarina precursores de la cibernética el submarino de Peral ponía en cuestión la supremacía naval británica, de forma que esta recurrió a una compleja estrategia de corrupción política en la que no fue difícil hacer caer a nuestros políticos de la época. Sobres contra torpedos: La victoria británica estaba cantada.

En 1898 España pagó el precio de tanta corrupción con mas derrotas navales de Santiago y Cavite y la subsiguiente pérdida de Cuba y las Filipinas.

Peral, decepcionado, conservó de su buque tan sólo la bandera, se negó a cooperar con ningún gobierno extranjero a pesar de las tentadoras ofertas que le hicieron y fundó una empresa de acumuladores eléctricos cuya sede social estaba, curiosamente, en Madrid, en la calle Génova número 13.

Hoy el submarino de Peral está en reparación, dañado su casco por el paso del tiempo y por hallarse a la intemperie. El ayuntamiento de Cartagena ha decidido, acertadamente, protegerlo a pesar de que es un icono casi totémico para los habitantes de la ciudad.

Hoy cumple 125 años el submarino, lugar de trabajo para muchos de mis vecinos de Cartagena. Felicidades a todos.

La historia del submarino de Peral es no sólo motivo de orgullo para los cartageneros sino también un claro ejemplo de lo que puede pasarle a un país gobernado por la corrupción y no por los principios que, más allá de la electricidad, hicieron posible el submarino de Peral.
No olviden la moraleja: La tienen esculpida en piedra en la plaza de los Héroes de Cavite.

Vale.

No me llames por teléfono: Escríbeme.

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¡No me llames por teléfono!

Sé que sabes escribir, que dispones de SMS, de WhatsApp, de email… ¿Por qué no los usas? ¿Por qué me llamas?

No sabes qué estoy haciendo cuando llamas, no sabes si estoy hablando con otra persona, si estoy rellenando una botella de aceite con un embudo, si me estoy cepillando los dientes o si estoy enmedio de una revisión médica…

Tú, que me llamas, no soportarías que -enmedio de una conversación conmigo- alguien hiciese sonar un timbre y nos interrumpiera. Tú, que me llamas, considerarías un signo de mala educación que alguien se dirigiese a mí mientras hablo contigo, te interrumpiese, y se pusiese a hablar conmigo de sus problemas como si fuesen más importantes que los tuyos.

Cuando me llamas por teléfono asumes que no tengo nada más importante que hacer en el mundo que hablar contigo, que debo interrumpir todas mis actividades y atenderte y que, si no lo hago, tienes derecho a enfadarte. Porque te enfadas si no contesto, y me lo recuerdas en la primera ocasión que tienes de hablar conmigo y así me ratificas en la opinión de que o eres un ególatra maleducado o un analfabeto que no sabe escribir.

No me llames: esa es la regla. Escríbeme.

Porque si me escribes no tendré que tomar notas a mano de las insensateces que me cuentes, nunca olvidaré nada, podré consultarlo en el futuro y, sobre todo, no decidirás por mí en qué debo emplear mi tiempo y cuando.

Escribe maldito. Sé que sabes hacerlo, sé que puedes hacerlo.

¿Quien te ha dado derecho a pensar que eres la persona más importante de mi vida? No me llames salvo que tu vida peligre, escríbeme.

Espero que en no más de cinco años se dé tormento a quienes hagan llamadas de voz sin haber cruzado antes dos mensajes escritos y su conducta se recoja como falta en el código penal. Que las llamadas a las 23:00 o a las 7:30 estén penadas como delito y que sólo el estado de necesidad objetivo pueda librar de la cárcel al infractor.

Espero también que en no más de cinco años aparezca un teléfono que valga para hacer todo lo que ahora hace un teléfono menos llamadas de voz.

Así que ya lo sabéis: Escribid malditos.

Entre el anís y la coñá

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Antes de que el coñac de Jerez le desplazase, España era un país que bebía anís mayoritariamente. Se le tenía por una bebida salutífera y se le atribuían toda suerte de beneficiosas propiedades. En 1884 los habitantes de la población de Monóvar (Alicante) quedaron milagrosamente a salvo de la epidemia de cólera que arrasó España y tal prodigio, por obscuros razonamientos, se atribuyó al consumo de anís por parte de los vecinos de aquella localidad; ello, naturalmente, disparó aún más el consumo. Tal fenómeno fue aprovechado por avispados comerciantes de licores que llevaron a cabo campañas de marketing verdaderamente pintorescas. La más recordada fue la llevada a cabo por el comerciante catalán José Bosch Grau quien, al observar que en las tabernas la clientela para pedir anís pedía simplemente “Mono” (apócope de Monovar), decidió incluir la imagen de un simio en la etiqueta. El simio en cuestión llevaba en la mano derecha un pergamino con la críptica leyenda “La ciencia lo dijo y yo no miento” en alusión, al parecer, al prodigio de Monovar. En la cara del mono, además, muchos han querido ver también la efigie de Charles Darwin (que por entonces fletó su teoría de la evolución) o de algún político de la época. Pero, sin duda, la mayor aportación de este catalán insigne fue el diseño de la botella diamantina, imitadísima luego, y que, por azares del destino, se ha convertido en un instrumento folclórico-musical de uso general, algo que Don José Bosch jamás habría imaginado.

Por desgracia la época dorada del anís concluyó con la difusión de los coñacs de jerez que comenzaron a desplazarle de tal manera que, hoy día, míticos aguardientes anclados en el inconsciente colectivo de los españoles ya no existen. Hoy ya nadie podría pedir“una copita de Ojén” porque el Ojén, aguardiente otrora famoso, ha pasado a mejor vida. Con el aguardiente de Cazalla ocurre otro tanto, cada vez es más difícil hallarlo en los comercios y hemos de certificar que este licor, famoso y recio, puede acabar sus días en breve de la misma forma que el Ojén.

Pero, como la moda y los gustos de los españoles son veleidosos, es ahora el coñac el que se ve arrinconado por el consumo de bárbaros aguardientes confeccionados, en el mejor de los casos, con hierbas de dudosa procedencia.

Aguardientes naturales procedentes de la uva (coñac) o caña de azúcar (ron), aptos para ser bebidos y disfrutados solos o en compañía se ven substituidos por la bárbara ginebra, un producto que nadie en su sano juicio podría beber sin mezclarlo antes.

Pues bien, en esta España de Gin Tonics barrocos y coloridos, yo prefiero atenerme al coñac, un producto natural, apto para ser bebido y saboreado sin mezclar con gaseosas ni aguas de litines; bebida que exige conocimiento y paladar y en la que, gracias a dios, todavía no corre uno el riesgo de encontrarse pepinos, trozos de lima o incluso algún trozo de los papeles de Bárcenas.

Nos quieren robar el sol

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Hace trece años en Cochabamba (Bolivia) una compañía multinacional (Bechtel) se hizo con la red de abastecimiento de agua de la ciudad. Poco después el agua subió de precio y, a fin de evitar que la población pudiese autoabastecerse y hubiese de consumir el agua de la compañía, se reguló y restringió incluso el consumo de agua de lluvia. Estas acciones -que el mundo contempló como uno de los más acabados ejemplos de la infamia- condujeron a violentos enfrentamientos que recibieron el nombre de «La guerra del agua», una de cuyas manifestaciones es la que se ve en la fotografía que abre este post.

Películas como «También la lluvia» o «La Corporación» se hicieron eco de estos sucesos y -en general- el mundo reprobó las abyectas prácticas de esta multinacional que, finalmente, hubo de renunciar al control del agua y desistir de las acciones legales que había iniciado.

Ahora compruebo con estupor que en España no ya el agua, sino el sol, el viento o cualquier fenómeno natural que pueda producir energía eléctrica para el autoconsumo de las personas, va a ser indirectamente gravado por el llamado «peaje de respaldo» que el gobierno piensa imponer por decreto a todo aquel que tenga la intención de autoabastecerse con energías renovables. Gran negocio, sin duda, para las eléctricas.

El gobierno español, que no es capaz de saber lo que hacen los tesoreros de su partido, se cree con derecho a impedir que los ciudadanos conviertan el sol o el viento en electricidad sin pagar. Parecen considerarse los señores de la creación y, llegados a este punto, ya no sé si frotar un bolígrafo en la manga del jersey para atraer papelitos no estará pronto sancionado. Siguiendo el enfermo razonamiento de los redactores del decreto quizá los agricultores hayan de pagar en un futuro por el transporte de electrones durante la fotosíntesis o quizá -genial idea- pueda cobrar el gobierno una tasa a todos los que -imprudentemente- se acerquen a tomar el sol en la playa.

Recuerdo que cuando vi los sucesos de Cochabamba pensé que eran cosas que sólo podían pasar en países subdesarrollados sometidos a la vileza de empresas criminales. Ahora que puede ocurrir en España ya no sé qué pensar. Pero nada bueno, se lo aseguro.

Los olvidados en la Ley de Planta

TagClouLeydePlanta

Se me ha ocurrido hacer un tag-cloud de la exposición de motivos de la Ley de Planta. Lo he hecho mientras paseo pero el resultado no me sorprende, la única etiqueta olvidada es la más importante, la que debería ser el centro de la ley y no lo es. Como pueden ver no aparecen ni una sola vez las palabras administrados, personas o ciudadanos. Esta ley, como se puede comprobar, no está hecha para ellos. Los redactores han pensado en todos menos en ellos. Si no sabías para quien está hecha la ley ahora lo sabes: No está hecha para ti.

Escribiendo en Lawyerpress (LPEmprende)

Me han ofrecido escribir un blog en LawyerPress de forma desinteresada y he aceptado. Este blog se unirá a los otros ocho (¡ay!) que ya vengo manteniendo. Pero no me han puesto límites ni cortapisas y me ha parecido útil. El primer post, no podía ser de otra manera, va dedicado a ese engendro que el Ministerio de Justicia ha llamado «Propuesta de Ley de Planta». Lo he titulado «La Justicia es para las personas», algo que algunos parecen no haber comprendido.

El grupo de gobierno (PP) del Ayuntamiento de Cartagena contra la desaparición de los juzgados

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Sólo un matiz, no es un «borrador de borrador» es una propuesta articulada a cuyos redactores el ministro de justicia acaba de condecorar por su texto.

Este posicionamiento del PP en Cartagena es importantísimo y ahora deben refrendarlo con un trabajo duro. Ese es el buen camino. Es tarea de todos, de gobierno, de oposición y de los ciudadanos.

Para que no te engañen con el proyecto de Ley de Planta Judicial

Oigo la radio, leo la prensa y les veo faltar a la verdad, con esas medias verdades que nacen del menosprecio a un pueblo que suponen iletrado.

Y escucho más que sus voces sus estruendosos silencios.

Este es el texto del proyecto de nueva Ley de Planta Judicial, esto es lo que ellos han escrito, consúltalo, sobre todo lls artículos 8, 9 y la disposición transitoria 5ª.2

Y sabrás si quien te habla de ella te está mintiendo o te está contando una media verdad.

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El PP de Vigo y el de Cartagena manifiestan públicamente su oposición a esta propuesta de Ley que los deja sin juzgados. Pregúntale tú también al PP de tu pueblo si apoya esta propuesta y luego no olvides, no olvides jamás.

La ciudad se muere entre banderas azules

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Hoy estoy en Vigo asistiendo en el Palacio de Congresos a una reunión de Juntas de Gobierno de los Colegios de Abogados de España. Antes de entrar a escuchar al presidente gallego Núñez Feijoo veo decenas de pesqueros amarrados, carteles de «Pescanova» en los tinglados del muelle; pienso en el tremendo golpe que el mal fin de esta empresa puede suponer para los trabajadores y los pescadores de Vigo.

Dentro del palacio los abogados claman por que, con una enloquecida Ley de Planta, el ministro de justicia va a dejar sin jueces a la primera ciudad de Galicia porque -para el ministro- los tribunales no son para las personas sino para las «capitales» de provincia.

El ministro no piensa en personas, mira a España y no ve a los españoles, ve solo un mapa de rayas y colorines.

Y así, devolviendo a Vigo al siglo XIX, quiere convencernos de que alejando la administración de justicia del drama de la injusticia es como se solucionan las cosas.

Carecen de empatía, carecen de sentido común, carecen de la mínima humanidad y carecen del más mínimo conocimiento de cómo funciona la administración de justicia. Creen que las enfermedades disminuyen con no anotarlas en las estadísticas, creen que los conflictos disminuyen si no se les deja entrar en los juzgados, solo miran las cifras, no ven a las personas y ya no entienden que la justicia es para ellas y no para una entelequia llamada provincia que solo sirve para llenar los bolsillos de los diputados provinciales y para falsear los resultados de las elecciones.

Cuando entro veo que el presidente de los gallegos, en Vigo, no habla de cómo le pueden robar la justicia a Vigo dejándola sin jueces y sin colegio de abogados. Habla de las banderas azules de las playas, de lo bonita que es Galicia y de lo bien que se está aquí.

Sí, se está bien, sin trabajo, sin juzgados, sin justicia y sin esperanza; y así, entre banderas azules, sigue su discurso hablando de naderías. Entre banderas azules entierra el futuro de Vigo y se marcha tan contento. Hablando sin decir nada.

Pienso en los pescadores de Vigo marchando a Pontevedra a reclamar sus despidos, gastando sus ahorros en cruzar Rande, en llevar hasta la «capital» a peritos y testigos y me salgo del Palacio de Congresos, a ver a la gente de verdad, harto de tanto teatro, porque es mejor ver la tragedia del vigués que la comedia azul de banderas que se representa dentro.

Y pienso en Cartagena. Pienso mucho en Cartagena. Y pienso que no podemos dejar que esto pase.