Topologías jurídicas residuales

Las topología de las redes subyacentes en cada sociedad y momento son una manifestación de la ideología de esa misma sociedad.

Es un ejercicio de la máxima utilidad el tratar de comprender las realidades sociales a lo largo de la historia a través de la topología de las redes que se tejen en cada momento sobre las tecnologías, actitudes, agentes, recursos, estrategias, relaciones, criterios de éxito y reglas de enfrentamiento para determinados tipos de competencia o lucha dentro de la esfera sociocultural. Éste «pensamiento topológico» o «aproximación topológica» a las realidades sociales de cada tiempo nos revela aspectos decisivos de la mismas, incluída su ideología.

Valga un ejemplo. Recuerdo que una de las lecciones de mis «apuntes» de derecho administrativo (mi catedrático aún no había descubierto la imprenta ni la fotocopiadora) comenzaba con la cita de un autor para mí desconocido: Timon Cormenin. Si la memoria no me falla -y creo que no- la cita decía algo parecido a lo siguiente:

En la máquinaria ingeniosa de nuestra administración las ruedas grandes impelen a las medianas y estas a las pequeñas.

Creo que a nadie que lea la cita se le escapará que la administración de que habla Timón Cormenin es centralista, con las consecuencias y posibles inferencias que ello lleva aparejadas. Bien es verdad que la cita también da para una jugosa reflexión sobre la tecnología como metáfora de las organizaciones humanas, pero a ello habrá lugar en otro artículo, no en éste. Por el momento me basta subrayar que, en su cita, Timon Cormenin dibuja una determinada topología de red -una red centralizada- y que eso responde a la ideología de la administración a la que él califica de «ingeniosa».

Otro ejemplo más. En España, la red de ferrocarriles comienza a dibujarse durante el reinado de Isabel II y posteriores. No nos cabe duda de la naturaleza centralista del sistema monárquico de aquellos años y la topología de la red de ferrocarriles, como manifestación de dicha ideología, adquirió la forma radial que llega hasta nuestros días, partiendo desde la sede del poder, Madrid, y conectándola con el resto de las provincias; cuestión esta que, aprovecho para decir, ha dado lugar a que sea imposible para un ciudadano de Murcia llegar a Granada en tren si no es pasando casi por Madrid (Alcázar de San Juan).

No me cabe duda alguna de que la topología de la red de comunicaciones telegráficas y telefónicas posteriores reprodujeron esta topología de red centralizada en tanto la ideología centralista subyacente a la misma estuvo vigente y que un estudio detallado de la topología de las redes públicas, comparándolas con las redes tecnológicas, financieras, políticas, etc. que coexisten en España en la actualidad, nos arrojaría mucha luz sobre el grado de centralización o descentralización real de éste país.

Internet vino a cambiar nuestra visión topológica de la modernidad, nos ilustró sobre las virtudes de las redes distribuidas frente a las jerarquizadas y una visión diferente, incluso de la forma en que debieran organizarse los recursos y la propia administración, comenzó a pedir paso.

Hoy la administración que propugnaba Timon Cormenin es tan antigua como los doscientos años que han pasado desde que su autor la alabase. Y, sin embargo, en la mentalidad de muchos de nuestros políticos ha quedado firmemente anclada esa concepción de administración como una tan idea residual como nociva.

Nicolai V. Krogius, psicólogo y Gran Maestro soviético, en su libro «La psicología en ajedrez» identificó un fenómeno llamado «imagen residual» como una de las principales causas de errores en el juego. Es un error, normalmente estratégico, que consiste, según sus propias palabras en «la traslación íntegra del avalúo de una posición anterior a la nueva situación creada en el tablero».

Tal error no es exclusivo del juego del ajedrez y cada vez con más insultante frecuencia lo veo producirse en las decisiones de nuestros políticos que, sin mayor reflexión, aplican ideas de hace doscientos años a los problemas actuales, cual si la evaluación de la situación actual fuese la misma que la existente hace dos siglos. Tal ocurre, por ejemplo, con una de las más persistentes ideas residuales que existen: la topología jerárquica centralizada y uno de sus productos más representativos: la provincia.

La provincia, en nuestro país, fue creada en 1833 como un sistema de división territorial destinado a servir al modelo de estado existente entonces (una monarquía centralista) que tenía en cuenta los muy deficientes censos poblaciones de aquellos años (el primer censo fiable de España se confeccionó en 1857) y el estado de las comunicaciones en 1833.

No necesito aclarar que ninguno, absolutamente ninguno, de los criterios que se tuvieron en cuenta en 1833 para establecer la división provincial perdura en nuestros días. Veámoslo.

Por lo que respecta al sistema político de monarquía centralista entonces existente nada queda del mismo tras la Constitución de 1978 salvo la filiación borbónica del rey.

En cuanto a los datos demográficos tenidos en cuenta en 1833 es obvio que no guardan parecido alguno con los actuales: la población de España en 2013 poco tiene que ver con la que pudiera existir en 1833. Los fuertes movimientos migratorios internos han provocado una distribución de la población muy distinta de la entonces existente por no hablar del tremendo aumento de la misma.

Por lo que respecta a las comunicaciones es obvio que 1833 y 2013 no se parecen absolutamente en nada. En 1833 el estado de las comunicaciones en España era medieval; no existía el ferrocarril ni tampoco el telégrafo, el correo viajaba a pié o a lomos de caballerías y la división provincial se realizó procurando que la capital no estuviese a más de un día de camino del pueblo más lejano.

Como puede observarse, ninguno de los criterios que se tuvieron en cuenta al crear la división provincial subsiste en la actualidad; es más, la España de 2013 está más lejos, cultural y tecnológicamente hablando de la de 1833 que esta lo estaba de la Hispania del año 0 de nuestra era.

Y sin embargo, la división provincial subsiste como un residuo ominoso de hace doscientos años; peor aún, la división provincial subsiste en las decimonónicas estructuras mentales de nuestros gobernantes, proyectando en el presente evaluaciones que hace tiempo dejaron de existir. Krogius no tendría duda: Nuestros políticos son víctimas de una imagen residual que les lleva a tener ideas que no puedo calificar sino de «residuales».

Lo lamentable del caso es que las provincias, residuo inútil de un mundo periclitado, no sólo ejercen su influencia en las mentes medievales de nuestra clase política, sino que, usadas como unidad de estudios estadísticos, dificultan la visión real del país y conducen a que en el siglo XXI aún se dicten disposiciones estratégicas que nacen tan muertas como la idea que les sirve de base. Es el caso, por ejemplo, de la repugnante idea de los juzgados hipotecarios con que decidió favorecer a la banca nuestro más que decimonónico ministro de justicia.

El, para nuestros males, ministro, decidió que la planta de los partidos judiciales de España fuera, para las hipotecas, provincial. Podría haber atendido a las necesidades de la población y establecer tribunales allá donde se concentran los asentamientos humanos y la actividad económica, podría haber atendido a los índices de litigiosidad y establecer tribunales allá donde fuesen más necesarios, podría haber atendido a una mínima racionalidad pero… El ministro decidió usar de una idea “residual” que ya no obedece a nada y establecer juzgados “provinciales”; una idea tan muerta como del gusto de políticos que, lejos de ser conservadores (es bueno conservar las ideas valiosas y en ese sentido soy conservador) lo que son es “momificadores” de ideas cadavéricas.

Gracias a esa idea, por ejemplo, lugares como Granollers (unos 300.000 habitantes) quedaron sin juzgado de hipotecas mientras que “provincias” como Soria (93.223 habs.), Teruel (144.607 habs.) o Segovia (164.169 habs.) sí disponen de este tipo de juzgados.

Quizá alguien debería explicar qué falta o delito han cometido los habitantes de Granollers, Cartagena, Jerez o Gijón para no merecer el mismo trato que los habitantes de Soria, Segovia o Teruel.

Entiéndaseme bien; no es que en Soria, Segovia o Teruel no hagan falta tantos cuantos juzgados sean necesarios (claro que hacen falta) es que en Gijón o Elche hacen MÁS falta y, por tanto, también debiera haberlos allí. Y cuando digo Gijón o Granollers, estoy hablando también de Santiago de Compostela, de Ferrol, de Talavera de la Reina, de Antequera, de Lucena, de Lorca, de Orihuela, de Alcoi, de Sueca, de Alzira, de Sabadell, de Terrassa, de Manresa, de Mataró, de Vic, de Sant Feliú de Llobregat, de Figueres, de Alcalá de Henares, de Estella, de Tafalla, de Tudela, de Lanzarote, de Santa Cruz de la Palma, de Reus, de Tortosa… De todos esos lugares que, sin ser «provincias» mantienen una población y una actividad económica superior a la de muchas «provincias».

Leo, sin embargo, que el ministro vuelve a sacar del sarcófago ideas como los malhadados tribunales de instancia, fuente de injerencias en la indepencia judicial, protocorralitos de jueces y salvoconducto «provincializador» de España y sigo leyendo que nuestra división en partidos judiciales es «antigua» cuando supone uno de los mejores ejemplos de red distribuida que imaginarse pueden. Nuestra división en partidos judiciales, de no estar administrada con ideas de hace dos siglos, sería una de los mejores regalos que la historia podía haber hecho a nuestro país. Darles todos los detalles necesitaría de un par de posts pero, si tienen paciencia y el tema les interesa, espero redactarlos en un futuro próximo.

En fin, déjenme concluir por hoy diciendo que, sin duda, Krogius tenía razón: las ideas residuales son fuente de errores (y de villanías, añado yo) y que espero que estos políticos “residuales” que tenemos, fruto de un sistema caduco, sean como sus ideas también “residuales” y, como residuos de un sistema muerto, acaben pronto donde merecen.

Tximeleta

Dicen que una mariposa en Brasil, batiendo sus alas, puede provocar un tornado en el Golfo de Guinea. Es posible, no lo sé.

Lo que sí sé con certeza es que una muchacha en Bilbao, levantando su cartel, puede provocar la felicidad de muchos abogados y abogadas de España.

Txapelduna, no te conozco, pero gracias en nombre de muchos. Gracias. Esa portada en «El Correo» ha llenado de felicidad a más gente de la que imaginas.

Sólo tenías que batir tus alas. Eskerrik asko, Tximeleta.

Comparezco y digo

«Jamás pedí a nadie que haga, lo que yo me puedo hacer.» (Pedro Crespo. “El Alcalde de Zalamea”. Pedro Calderón de la Barca)

A la profesión de abogado le corresponde el deber de representar a todos aquellos que están infrarrepresentados en la sociedad. Es trabajo de los abogados comparecer en representación de sus clientes y tratar en su nombre negocios, relaciones (incluso familiares), procedimientos administrativos y, por supuesto, procesos judiciales.

Corresponde a la abogacía convertir en real el artículo 14 de la Constitución y permitir que, ante una corporación, la administración o un tribunal de justicia, el más humilde de los ciudadanos pueda enfrentarse en pie de igualdad contra la mayor de las corporaciones; corresponde también a la profesión de abogado el seguir representando a cualquier persona, por humilde que esta sea, ante cualquier clase de tribunal, incluidos los más altos tribunales nacionales e internacionales.

Comprenderán que en esto de representar intereses ajenos los abogados y abogadas son auténticos especialistas, de forma que uno no entiende muy bien por qué hay quien se empeña en que ellos no se expresen por sí mismos sino a través de una oscura “cadena de mando” que no puedo evitar que me recuerde a los tiempos del servicios militar y al régimen disciplinario del ejército.

Miren, lo voy a decir con toda la claridad de que soy capaz: cuando yo puedo estar presente no necesito que nadie me represente. Cuando yo puedo hablar en mi nombre no necesito que nadie venga a hacerlo por mí; no, no necesito que nadie diga por mí lo que yo sé decir por mí mismo. Dejen de darme la lata con que me representan conforme a no sé qué decreto, costumbre o tradición alcanforada. A mí me represento yo mismo y para hablar de mí, de mi profesión y de los problemas que en ella percibo, no necesito que nadie venga a ofrecerme sus servicios ni su voz vicaria.

Yo, como Pedro Crespo, no quiero que nadie haga por mí lo que yo mismo me sé hacer, así que dejen de darme y de darnos la tabarra con representaciones o cadenas de mando. Dejen que la gente hable y, si algunos abogados o abogadas deciden tomar en sus manos su futuro y no dejar que otros se lo administren, respeten su decisión, porque son abogados y, en esta profesión, nadie es mejor que nadie ni está en condiciones de dar lecciones y mucho menos imponer tutelas.

Así pues, déjenlo ya, son abogados y abogadas, son profesionales y saben muy bien lo que hacen; dejen de decirles cómo y de qué manera han de llevar a delante el trabajo de representarse a sí mismos. Son expertos en eso.

La molesta abogacía

Los abogados a los que admiro no salen en las páginas salmón de la prensa económica. Los abogados a los que admiro no miden su éxito profesional en dinero. Los abogados y abogadas a los que admiro son los que saben que una de las obligaciones éticas de nuestra profesión es representar a las minorías, a los desfavorecidos, a las personas humildes, incluso a aquellos a quienes la sociedad desearía que no tuviesen quien hablase por ellos y mucho menos en defensa de ellos.

Los abogados a los que admiro hacen esas cosas que convierten a nuestra profesión en épica: litigan contra el estado en nombre de un particular, defienden los intereses de un consumidor contra todo un sistema de abusos bancarios y lo hacen caer… (¿alguien imagina a un gran despacho defendiendo a un inmigrante con hipoteca y llevando su caso hasta las últimas instancias europeas para hacer caer todo un sistema de abuso bancario?)

La abogacía a la que admiro es la compuesta de abogados y abogadas con despachos pequeños, a veces unipersonales; una forma de ejercicio profesional que ocupa al 85% de los abogados de España y contra la que se han ido dirigiendo de forma constante las reformas legislativas de los sucesivos gobiernos, buscando sustituirla por una abogacía-negocio aparentemente moderna pero en realidad contraria a cualquier principio ético que gobierne el ejercicio profesional de un abogado.

Hace años decidí escribirme a mí mismo un decálogo de cómo desearía yo que fuese el ejercicio profesional y el primer párrafo que escribí fue:

El ejercicio de la abogacia tiene como objetivo primero y primordial la defensa de los derechos ajenos. Una visión puramente empresarial del ejercicio profesional es incompatible con nuestra forma de entender la profesión.

Claro que, a renglón seguido, escribí también:

Quienes ejercen la abogacía tienen derecho a una retribución adecuada por sus servicios y esto es aplicable a la prestación de servicios en el Turno de Oficio.

Han pasado los años y pienso igual. Los abogados tenemos el deber ético de representar a los débiles frente a los poderosos, a los menos frente a los más, a los individuos frente al estado… y molestamos claro. Una abogacía amansada, docil y sometida es lo que desean quienes ven su superioridad económica o social amenazada por estos molestos abogados que se empeñan en defender la causa de los débiles frente a los fuertes, la de los que menos tienen frente a los que más tienen y a los ciudadanos frente al estado.

Y pienso que la abogacía es, por naturaleza, molesta para muchos, necesariamente molesta y también creo firmemente que, si no lo fuese, probablemente no sería abogacía o, al menos, no sería esa la abogacía por la que merece la pena vivir.

José el de la Manuela

Hoy he conocido a «Joselito el de la Manuela»; ha aparecido vendiendo su CD con sus últimas creaciones y hablando de Porrina, Juan Vallejo, Agujetas… y diciéndome que a él el camarón le gusta en tortilla. Es de Jerez y no he tenido más remedio que comprarle el CD. ¿Qué puede hacer uno ante un gitano legítimo que le cita a Cleopatra como antepasada suya? Se ha templado por fandangos caracoleros y, como quedaba poca clientela en el bar, se ha quedado hablando con nosotros. ¿Qué quieren que les diga? Hombres como José son una especie en extinción y a mí el cuerpo lo que me pide es protegerlos, España gitana, España Cañí. El CD probablemente ni se oirá, pero eso es lo que menos importa. Lo que importa es que aún quedan personajes como José, farsantes, sí, pobres sí, pero con toda la dignidad que cabe en el mundo. Denme gente así y quédense ustedes con políticos y demás fauna.

#flamenco #gitano #auténtico

Desvergüenzas y turno de oficio

‪Mañana Catalá anunciará por enésima vez que va a subir a los abogados de oficio del Territorio Común (sólo 5 Comunidades Autónomas de 17) un 30%. Dado que no se actualiza esa cifra desde 1996 y que el IPC ha subido un 59% desde entonces, lo que Catalá nos está diciendo es que a los abogados de esas cinco comunidades nos va a dejar en niveles retributivos no de 1996 sino de 1992.

Y os seguro que algún corresponsable de ese entuerto le aplaudirá‬ y tratará de convencernos de que la subida se debe a él/ella, olvidando los 22 años que llevan rascándose todo lo rascable.

Afortunadamente pueden engañar a la opinión pública pero no a unos abogados que están un 300% (sí, diez veces treinta) por debajo de compañeros de otras regiones.

Espero no tener que presenciar ni denunciar una desvergüenza semejante.

Marmitako

En la casa de comidas donde habitualmente alivio mi hambre meridiana, hoy, me han puesto por delante este plato al que han publicitado en la pizarra con el exótico nombre de «marmitako».

No me parece mal; el euskera, además de ser idioma cristiano, es flexivo como antes lo fue el latín y aún antes y en mayor grado el indoeuropeo. El sufijo -ko nos indica que la palabra «marmita» está en caso genitivo, por lo que, gracias a este morfema gramatical, podemos traducir el nombre de nuestro plato como «de la marmita».

Que a un plato de bonito se le llame simplemente “de la marmita” es algo tan poco descriptivo como llamar a un arroz a base de pescado roqueo «caldero», pero que entronca perfectamente con la costumbre común en España de bautizar a los guisos con el nombre del receptáculo donde se preparan. Así son legión las “ollas” y “cazuelas” e incluso esta ibérica afición a la metonimia hace que, el plato totémico nacional por excelencia, la «paella», también reciba su nombre del contenedor donde se prepara.

Finalmente, si algún vasco riguroso opusiese o proclamase la superioridad del marmitako confeccionado en el Golfo de Vizcaya por estar hecho con auténtico «bonito del norte», tendré que responderle que, lo que ellos llaman «bonito del norte» («Thunnus alalunga»), vive también en el Mediterráneo donde se cría fresco y sabroso desde que mis antepasados bautizaron hace milenios a esta familia y orden de pescados como «Scombridos, scombriformes» y, si alguna duda alberga mi euskériko interlocutor, puede venir por aquí, que le llevaré a la bocana del puerto de Cartagena y desde allí le mostraré la milenaria silueta de la antigua «Isla Scombraria» (Escombreras) capital y origen de cuantos peces sabrosos en el mundo hay.

Bueno, hoy también venía quemando el guiso, pero vamos a meterle mano ya al «marmitako» o les acabaré recitando hasta el «Gernikako arbola».

Elecciones, mentiras y turno de oficio.

Entramos en año electoral: para mayo de 2019 habrá elecciones municipales, europeas y con seguridad virtualmente total también elecciones generales. Comienza, pues, el tiempo de las promesas, de las maniobras presupuestarias y de las mentiras, herramientas que parecen inevitablemente unidas a nuestra clase política. Pero ¿cómo afectan estas promesas y estas mentiras al turno de oficio? Si me lo permiten déjenme antes explicarles cómo se presta la asistencia jurídica gratuita en España y quién la paga. Vamos a ello.

La asistencia jurídica gratuita en España se presta a través de dos vías:

A. La primera vía es la asistencia jurídica propiamente dicha que se presta a través del trabajo de los abogados del turno de oficio.

B. La segunda vía es la tramitación de las solicitudes de los ciudadanos que desean asistencia jurídica gratuita y esa se presta a través de los colegios que pagan y mantienen los abogados.

Obsérvese que, por lo que respecta a esta segunda vía, los abogados mantienen con sus cuotas obligatorias una red de 83 Colegios de Abogados en España cuyo primer y principal trabajo es atender a los ciudadanos y ciudadanas que solicitan justicia gratuita. Los colegios de abogados contribuyen con sus locales (pagados por los abogados), sus trabajadores (pagados por los abogados), sus medios materiales (fotocopiadoras, ordenadores, impresoras, escáneres…) y hasta jurídicos (el SOJ) a la prestación de un servicio que debiera prestar el estado. Aparentemente un muy mal negocio para los abogados, ¿no?. Pues ¿por qué demonios tendrían los abogados que pagar con sus cuotas obligatorias (si no te colegias no eres abogado) este servicio que ha de prestar el Estado o la Comunidad Autónoma?

La injusticia es manifiesta y para paliarla el estado (o la CA en su caso) establecieron un sistema de compensación a los colegios para compensar los medios que los abogados pagaban. Para que lo entiendan les pondré el ejemplo de la Comunidad Valenciana.

En la Comunidad Valenciana la consejería de justicia, además de pagar a los abogados por su trabajo en el turno de oficio entregaba a los colegios un 8,5% de la cantidad pagada a los letrados para compensar el gasto que los colegios (en realidad los abogados a través de sus cuotas) hacían en turno de oficio. Así fue funcionando la cosa hasta que la Consejería de Justicia de la Comunidad Valenciana decidió no pagar ese 8,5% sino una cantidad fija por expediente tramitado, decidió no pagar o discutir el pago de determinados expedientes y el final fue que los colegios recibieron unos 300.000 euros menos de lo que recibían con aquel 8,5%. Naturalmente la falta de esos 300.000 euros provocó desequilibrios económicos en los colegios de forma que, por ejemplo en el Colegio de Alcoi, ahora cada colegiado soporta 111 euros más de lo que soportaba con anterioridad porque la realidad es que, le quites a los abogados o les quites a los colegios, el resultado es que siempre le quitas a los abogados que son quienes, o no cobran decentemente sus servicios o tienen que pagar a su colegio para mantener un servicio público.

La consejería de justicia de la Comunidad Valenciana anunció que subiría un 20% el turno de oficio hasta alcanzar los niveles de 2005 (en España y en Turno de Oficio viajar al pasado es “avanzar”) con esto pretendió darse un baño de masas pero lo que provocó fue una iracunda reacción de los decanos que vieron el anuncio como una tomadura de pelo, pues, al retirarles 300.000€ de sus presupuestos se enfrentan a la posibilidad de tener que subir las cuotas a los colegiados para que estos —siempre estos— acaben pagando los platos rotos de los juegos malabares de la consejería.

Creo que con este ejemplo ya podemos entender como funciona la asistencia jurídica gratuita en España, un sistema que falle por donde falle siempre tiene un único pagano: el abogado o abogada.

Muchas más cosas pueden contarse del ejemplo valenciano como el deseo de introducir en el turno de oficio a estudiantes de derecho (sí, sí, pueden verlo en la foto del final del post) o que el mismo partido que redujo un 40% el turno de oficio ahora se apunte a denunciar las devergüenzas ajenas y pedir dimisiones. Parece que con el turno de oficio todo vale y que, si se trata de usarlo como arma política, los políticos no parecen sentir el menor pudor en decir cualquier cosa pensando que la población no tiene memoria.

Y si este es el ejemplo valenciano ¿qué pasa en el resto de España?

Pues en las Comunidades que dependen del ministro de justicia pasa otro tanto, como es año electoral es año de promesas y se anuncian con aparato y estrépito de logros geniales miserables subidas presupuestarias. Veámoslo.

Catalá lleva anunciando varios meses la subida de un 32% en turno de oficio en zona ministerio, lo que calla es que desde 1996 ni siquiera se ha actualizado la retribución de los abogados del turno de oficio conforme al IPC anual.

Desde 1996 a 2018 el IPC ha subido un 59%. Dicho de otro modo 100 euros del año 1996 serían, este 2018, 159 euros si se hubiese ido actualizando el IPC desde el lejano 1996. Con la subida de Catalá (130€) en vez de alcanzar las retribuciones de 1996 (159% en euros constantes) tendremos menos poder adquisitivo que en 1996.

Si los decanos valencianos respondieron virulentamente —y con razón— al regreso al pasado (2005) de la Consejería de Justicia ¿qué le dirán al ministro que, con su subida del 30%, aun no ha sido capaz ni de regresar a 1996?

Conozco el paño, lamentablemente conozco el paño, mucho me temo que los decanos con el ministro van a ser mucho más pacíficos y dóciles, me gustaría equivocarme pero creo que no me equivoco; pronto vamos a poder comprobarlo.

El día 18 de mayo, en menos de una semana, el ministro de justicia ha sido invitado a asistir al pleno del Consejo General de la Abogacía Española, un órgano extremadamente proclive a ovacionar al ministro. Allí, no lo duden, anunciará su “fabulosa” subida del 32% y allí, espero equivocarme, alguien tendrá la barra de felicitarle y felicitarse por su gestión. Espero que en ese pleno de reuniones secretas los decanos valencianos muestren con el ministro la misma ira que con la Consejería. Y cuando digo valencianos digo los decanos de toda España porque el «avance» ministerial de más de 22 años hacia el pasado no merece sino la más enérgica reprobación.

38 millones de euros recaudó en 2017 el Gobierno en tasas judiciales, esas que —conforme al artículo 11 de la ley de tasas— están vinculadas al sistema de asistencia jurídica gratuita pero que en los años pasados jamás fueron a ella. Si el gobierno cumpliese con la letra de la ley que este mismo gobierno redactó, esos 38 millones debieran engrosar las cuentas del turno de oficio pero, ya verán ustedes, como ni un céntimo va a turno de oficio y nadie rechistará en ese pleno de reuniones secretas donde ningún abogado sabe lo que han dicho quienes reclaman vehementemente su condición de representantes de la abogacía.

Espero equivocarme pero sospecho que no voy a hacerlo, salvo que el coraje vuelva al lugar de donde nunca debió irse.

Así pues, este es año electoral, se anunciarán avances al pasado, se quitará de aquí para poner allá, pero no te engañes abogado, sea cual sea el resultado de estos triles políticos el final de la historia es que la cuenta siempre la pagas tú.

Podría poner en ejemplo de Andalucía, o de Madrid, o de muchos otros sitios donde los «avances» no son más que regresos al pasado, avances hacia atrás y ataques en retirada.

No hay nada que aplaudir, compañero, y sí mucho por lo que ponerse en pie y señalar a todos estos que creen que, porque este es año de elecciones, pueden engañarnos tratando de hacernos olvidar años de infamia, tratando de conformarnos con juegos de manos y palabras.

Por eso guárdate muy mucho de aplaudir antes de que la función termine a ningún político, ponte en pie y el 22 de mayo acude a la puerta de tus juzgados a gritarles que tú eres abogado y a ti no te engañan.

Yo estaré también allí porque #YoVoy22M

Cuída los principios porque no tenemos otros

En los primeros momentos de la Red de Abogados y Abogadas de España en todos las redes sociales se colgaron los principios sobre los que se fundaban las acciones de nuestra organización; son esos principios los que la han hecho crecer a ritmo vertiginoso y son esos principios los que no puedes olvidar si quieres ser un auténtico voluntario de #R y ayudar al éxito de la causa común.

Nuestra organización parte de la convicción profunda de que no hay otra riqueza en las naciones ni en las organizaciones que las personas que las integran, personas que, porque creen en la causa, están dispuestas a donar su trabajo, su tiempo y hasta su dinero en beneficio de la colectividad. Hay corporaciones que, con el dinero de todos, trabajan en interés de unos pocos; no es así en nuestra Red, aquí la única gloria se halla en que, con el tiempo y el trabajo de los pocos, se trabaja en interés de todos. Quien trabaja por la causa es importante y quien no lo hace, no.

Lo dice de forma sencilla el primero de los “mandamientos” del manual del voluntario de la Red:

«Nuestro recurso más valioso son las miles de personas que quieren trabajar gratis para la causa; en consecuencia extiende la red todo cuanto puedas.»

El trabajo generoso de estos voluntarios y voluntarias es nuestra principal riqueza y por eso el esfuerzo de voluntarios y voluntarias es sagrado y no se critica. Si sientes que alguien está empleando su tiempo y su trabajo en una dirección equivocada NO lo critiques, simplemente demuéstraselo realizando tú el trabajo que crees que se debe de realizar. El único pecado en esta organización es no hacer nada y la forma más grave de ese pecado es dedicarse a censurar el esfuerzo y trabajo ajenos cuando no se está haciendo nada, no se va a hacer nada o no se va a contribuir con el esfuerzo o trabajo propio a la causa común. Todo ese concepto se resume bien en uno de los principios del voluntario de la Red:

«9. Si estás viendo algo que crees que debe hacerse de otra forma no lo critiques, contribuye aportando algo que te guste y corrígelo con tu acción.»

La forma más sencilla de reconocer a quienes trabajan por el fracaso de la causa es observar si critican y no hacen; quienes hacen eso, voluntaria o involuntariamente, están tratando de hacer fracasar la causa. No tememos la crítica externa, todo lo contrario, nos estimula, pero si eres un voluntario de la #Red demuéstralo con tus acciones y no con tus palabras.

En esta red el menor de sus nodos es abogado o abogada y el mayor de sus nodos es también abogado o abogada, por tanto nadie es mejor que nadie y tenemos la obligación de confiar los unos en los otros como personas y como abogados. No tememos al error, solo tememos a la inacción y a la parálisis que provoca el miedo al error:

«5. Quienes hacen cosas por la causa deben ser recompensados incluso aunque no acierten. Los voluntarios de la red no tememos al error ni a que otras personas se enfaden con nosotros. No criticamos a quien hace algo y no le sale bien: el único error es no hacer nada.»

Para que no haya miedo al error, para que haya coraje para iniciar acciones, para que nada nos detenga, solo hay un combustible posible: la libertad. No esperes pues un universo preordenado en esta Red: vamos a ganar porque no sólo somos más sino que estamos mejor desorganizados que quienes se oponen a nosotros.

Nuestra forma de actuar nos hace diferentes, nos hace rápidos, decididos y valientes y, sobre todo, nos hace poder disponer de todo el caudal de trabajo y creatividad de todos los componentes de la red, esa es nuestra riqueza y eso es lo que verdaderamente nos hace imparables: el hecho de que todos y cada uno de los miembros de la red cuenten para la causa.

Estos son, expuestos brevemente, unos cuántos de los principios que tenemos, recuérdalos, aplícalos y sobre todo cuídalos, porque no tenemos otros.